martes, 8 de diciembre de 2015

esa

Esa es también una cabra, cabildo matacabras...
... la más que triste Historia, de aquellas inocentes y encantadoras jovencitas, que por mor de la pobreza de sus padres y sus muchos hermanos, los primeros (los padres) las empleaban de criadas en la capital -como si se fueran al extranjero entonces- en casas de señores ricos en Las Palmas de Gran Canaria (todavía conservaba esta denominación antigua [modernamente cambiada por la de Las Palmas del Gran Tabaibal]),
y las inocentes muchachas -no siempre todas-, por mor de lo que fuera, pasando los años, y de niña a señorita con todos sus encantos y con cofias blancas, como la de sus almas, y engañadas por lobos hambrientos de carne fresca, bien por ellos, o por ellas (que no creo), el caso es que quedaban embarazadas, y vaya usted a saber por quién, el caso es que las noticias corrían como pólvora, al no poder disimularlo por más que lo intentaran, que si se había echado a perder (perdiendo virginidad y trabajo al mismo tiempo), y ya sin poder regresar a los suyos; y, si a la casa no podían volver, ya que los padres renunciaban y como si ya no fueran hijas (¡el sufrimiento de los mismos y de la chica!) de ellos, y ellas, por el honor y la honra pedida..., que si se marchó a la península española, que si regaló el hijo, o lo entregó a la “inclusa”, o lo dejó en el torno, que... y era un drama para la familia y para el lugar como si hubiera muerto, donde ya no se la volvía a ver, y el más cruel comentario y la peor comparación -propia de aquellos tiempos de mi infancia y juventud-, en los que fui educado, ¡y doy gracias a mis padres, maestros y tiempo!, que tanta moral nos dieron, si bien faltó el perdón y otras consideraciones actuales, pero se es hijo cada cual de su época, pero era la moda al uso, e hijos de su tiempo, hay que respetar las épocas, y es el caso que al hablar de la chica de la que jamás ya nada se supo, cual si se hubiera muerto -repito- y de la de alguna que se decía vivía por tal o cual barrio de no buena reputación, y/o de la muchacha, criando hijos sin padres, se decía: “¡es una cabra!”, sinónimo de lo que era el mayor de los insultos, aún sin serlo. Pues, eso está ahí y borrarlo de nuestra Historia sería, como arrancar páginas de la misma. Y ya no es Historia sino historia coja. Sin las cabras (ahora las de cuatro patas), no hay Historia. También sin las otras.
El Padre Báez, que repasa, hasta dónde se extiende el nombre figurado de las cabras, habiendo familias en San Mateo -ya expandidas por toda la isla y fuera-, con ese apodo, el de “los cabras”, sin alcanzar el saber del por qué, pero que en este caso ya, es lo de menos, sin olvidar el apellido “Cabrera”, pero esto, lo dejo para otra ocasión (y, en el mismo San Mateo, la Montaña Cabreja, o “montaña de las cabras”, ¿tal vez de una familia?...).
-----------------------------
(no las mates cabildo): “... un pastor apacienta el rebaño, su mano las reúne. Lleva en brazos a los baifitos, cuida de las madres...” (Is. 40. 1-11). /  “... un hombre tiene cien cabras: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no habían extraviado...”  (Jesucristo: Mt. 18, 12-14). / “... los pastos del páramo, y las colinas de orlan de alegría; las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan...” (salmo 64). / “... apacentaré mis cabras... las haré sestear... buscará las cabras perdidas... vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; y las apacentaré debidamente...” (Ez. 34, 15-16).

No hay comentarios:

Publicar un comentario