miércoles, 2 de diciembre de 2015

cambio



De “Gran Canaria” a “Gran Tabaibal”...
... lo que va de ayer a hoy. Ayer, cuando esto era todavía Gran Canaria, en todas las casas, y en cada casa, aún en la capital, digo, en todas, había como menos una cabra. Hoy, cuando esta isla ha cambiado de nombre, no se ve una cabra en casa alguna.
Entonces había comida, leche y gofio con queso tierno; ahora, leche que dicen producto lácteo, pero no leche-leche; y. tenemos hambre, no hay comida, y si queso, es basura, y si leche: agua blanca. Todavía hay, quienes se resisten y tienen sus cabras, pero con miedo; las tienen escondidas, las tienen como si no las tuvieran, como si delito fuera, en traseras de las casas, en huertos ocultas, y sin tabular, sin matricular, sin zarcillos, sin visitas de veterinario, y ello, hasta que el miedoambiente se entere o el seprona (¡vamos, el cabildo!), que tarde o temprano lo sabrán, porque basta un mal vecino te (o le) denuncien, para que te caigan con el peso de las normativas. Lamentable, pero el hecho es así, y sin remedio. ¡Pobres ganaderos familiares!, que alimentan a sus familias y a sí mismos, pero con miedo no ser descubiertos, a escondidas, como quien comete un delito, y uno, no es capaz de aconsejarle: “¡dele de alta!”, porque es que la economía no está para dar de comer a tantos zánganos uniformados, que viven de explotar al pobre, que libre de esa absurda reglamentación -cuyo único fin es recaudar dinero- si se le muere una cabra, la entierra, “¡y en la tierra paz, y en el cielo gloria!”, y no que venga el coche fúnebre a llevarse el cadáver de la cabra, después de esperar del orden de cuatro días -cuando la pestilencia de la cabra en putrefacción infesta la zona-, para llevársela a españa, a que la incineren. Y mientras, con las vivas, ni infección, ni daño, ni tanta higiene a la hora de hacer el queso, que todo se hace según costumbre y tradición sin que con ello, nadie haya enfermado o muerto. Y, viene bien citar a Manuela, que mientras apretaba un queso con las manos, sentada sobre otra quesera, apretaba la cuajada del otro queso con el culo, dejando la huella o marca en su queso; el más buscado y el mejor de la zona, a pesar de la raja central, que señalaba, había sido hecho -repito- con el culo, y nadie absolutamente nadie enfermó, ni se infestó, ni tuvo mal de estómago; y escrúpulos no había, porque aparte la forma, el fondo y contenido es lo que importaba. Pues, ¡qué bien para hoy!: guantes, mármoles blancos, plata, aislantes, separación, calzado de quirófano, nadie que pueda entrar en la quesera, etc., etc. Y, por si era poco: matan las cabras, las que pudieran en su día sustituir a las que con tanta normativa y química de veterinarios en inyecciones y otras basuras, puedan morir, y entonces, ni éstas ni las otras.
El Padre Báez, que lucha contra esos tiradores de rifles con palabras; ellos, con monición y sin diálogo. De hecho, el cabildo ha respondido con la callada, y nada dicen en contra sino que van a seguir. Este pueblo, ha caído muy bajo y deja hacer a los políticos lo que quieran ellos hacer, sin inmutarse. En otros lugares, esto no sucedería, ¡ya se hubieran lanzado a la calle!; ¡ya habrían dimitido más de cuatro!; ya habrían dicho (los del cabildo): “¡no vamos a seguir con esa matanza o carnicería para cuervos (que no existen, como los pájaros azules, a los que les plantan todo de pinos, para que vuelen sin tocar el suelo)!”, ¡ah maná de cabrones (me refiero a los guaniles)!
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Grato como siempre el correo del fiel amigo, que pone -como nadie- los puntos sobre las íes, además de citar a las cabras con el sinónimo “jaira”, que no se debiera perder. Al menos así, las llamábamos, para que acudieran a uno, repitiendo ese término y su diminutivo: “¡jaira, jaira, jairita, jairita...!”, y curioso, venían, ya fuera par el ordeño, a comer...:
¡Buenos días; Padre Báez!
Sigue usted en su lucha contumaz contra los técnicos del Cabildo. Recibe muchos correos en su ayuda, sabe mi opinión expresada en uno que le envié hace semanas.
Hablando de jairas, seguro que no ha reparado en que ya no hay “cabras holandesas (por lo visto eran una raza franco-belga y no de los Países Bajos)”. Hace tiempo asistí a una conferencia en la que se nos informó que Cabildo y Gobierno Regional no dejaban reproducirlas, querían preservar la autóctona y no te "sellaban " la otra. Seguro que la canaria enferma menos, pero los radicalismos no son buenos, son ruinosos.
Bueno, saludos de A. y servidor. Ya le hablaremos del Solsticio de Invierno. (ja........) "Podemos" hacerlo, en la extremosa izquierda guay, ¡somos así!





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