domingo, 6 de diciembre de 2015

anécdota



Anécdota caprina tabaibera...
... que me llama un estudiante universitario, y esto fue lo que me contó: que fue a almorzar en el comedor de la universidad, y junto a él habían unos extranjeros comiendo, y que al comentar con el camarero, lo  rica que estaba la carne de cabra servida, éste -el camarero- oyó que dijo: “¡Pues, que no le oiga el Padre Báez!”
Hasta aquí, el hecho simpático, de la popularidad -que no he buscado- de mi defensa de las cabras, ya que el hecho ha trascendido (gracias a Dios, para información y conocimiento de la sociedad, incluso fuera de nuestras fronteras), y está calando en la sociedad (que responde positivamente sensibilizada por el hecho sin nombre que nos ocupa), que pasa a ser motivo de bromas o comentarios jocosos positivos (en este caso, sin conocer todavía alguno de signo negativo). Es decir: el tema o cuestión está llegando. Y toda vez -y lo sabe Dios- y con 68 años encima, eso ya nada significa en cuanto soberbia, vanagloria o darme importancia, sino que “¡por un oído me entra, y por el otro me sale!”, que dice el dicho o refrán, sin dejar huella en mi persona, sino la sonrisa o satisfacción del momento, que hablando del tiempo y manteniendo la misma postura filosófica de defensa de lo que es la mitad de nuestra Historia, esto fue lo que el estudiante universitario añadió y me dijo lo siguiente: “¡Seguro, Padre Báez, que muerto usted, alguien reunirá en un solo tomo cuanto de las cabras usted ha dicho!”, y simplemente le añadí: “¡pues mientras no paren la matanza de las cabras, voy  seguir, y materia tengo sobre ellas para más de un largo año, con varios comentarios al dúa, pues no en vano, todavía no ha comenzado a salir mis vivencias y recuerdos, anécdotas y hechos ocurridos en torno a las cabras, ya que junto a ellas me crié, y es mucho, mucho lo que sobre ellas puedo y debo decir!” Así que en ello estamos, y en ello vamos a seguir por tanto tiempo como el cabildo tarde en dar marcha atrás y se comprometa a no seguir matando las cabras guaniles -y la verdad que se hace al rogar, y da largas al asunto, esperando tal vez, el tiempo lo olvide y borre-, y el compromiso consiguiente de defender a las cabras y comenzar a protegerlas, a aumentarlas, a propagarlas...
El Padre Báez, que sobre las cabras, no ha hecho sino dar, los primeros “balidos” o ecos. Y sí, al final creo, como el estudiante universitario (obvio su nombre y procedencia, como carrera, para no dar pista alguna de alguien que por lo contado pudiera ser represaliado), más que un tomo, les voy a dejar materia para una enciclopedia sobre las cabras, objeto en su día -no me cabe la menor duda- obra de consulta de historiadores, etnógrafos, veterinarios, etc., pero, ¡tiempo al tiempo (aunque un servidor, no lo vea)!
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(los del cabildo): “... tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas, y no oyen...” (salmo 113B).  

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