jueves, 21 de abril de 2016

la isla está

La isla está llena de carrancios...
... que sales al campo, por poco que sea, y por falta de ganado, que es donde ellos viven, se nos pegan a la ropa, y se pasean por nuestros cuerpos. Y de todo, menos beneficiosos.
Si tuviéramos una cabra (a ver si el cabildo en lugar de matarlas, nos las dan), si hubiera ganados, saltarían a ellos, su hábitat natural, y no entre humanos a los que pueden producir accidentes graves. Es esta, una más de las consecuencias de no tener rebaños, cabras y ovejas en nuestro entorno más cercano, razón por la que sugiero, que tengan su cabra, que se la pida al cabildo, que a lo mejor se conmueve y se las dan en lugar de matarlas, y así limpiarán sus cuerpos y ropas de esos tan desagradables insectos o arácnidos -me corrijan los biólogos o naturalistas-, que aplastados, por chatos, les cuestan morir, y son ya una plaga, que van a más, precisamente en la proporción inversa del número de cabras, de tal forma y manera, que con cabras en nuestras vidas, hasta de eso nos libraríamos, además de darnos: compañía, leche, un baifo para comerlo según receta a su gusto, estiércol, si matada o muerta su piel de adorno y recuerdo, queso, mantequilla, etc. ¡Salve usted una cabra (pidámosla todos al cabildo, que no las maten, que nos las den), como se salvan tortugas, y se las echan a la mar!; ¡salve usted una cabra (y acójala, adóptela, téngala si el cabildo se la da), como se salvan culebras, ratas blancas, loros, iguanas, y cuanto bicho raro haya en el mundo!, salve a las que con nosotros entraron a la isla desde hace siglos; salve una cabra y ella le salvará de tanto y tanto...
El Padre Báez, que le anima a poner en su vida a la que le dará además (la cabra): alegría, ocupación, ejercicio físico, esperanza, distracción, etc., etc.
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“... cuya boca dice falsedades... cuya boca dice falsedades... nuestros rebaños a millares se multipliquen en las praderas... y no haya alarma en nuestras plazas...” (salmo 143).

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