jueves, 7 de abril de 2016

imagino

Imagino, que...
... los pobres andaluces especialistas en matar cabras, estarán heladitos de frío (y que vinieron sin ropa de abrigos), al calor del fogón o chimenea, con leña de pinos, entrando en calor, sin poder tirar un tiro, pues se ha liado contra ellos los fenómenos atmosféricos, cual aviso y solidaridad de las nubes, niebla, lluvia, viento y otros agentes o fenómenos naturales, que se oponen a su manera -providencial o casualmente- a la matanza de las cabras.
Motivo de alegría, que no puedan llevar a cabo el cometido encomendado (al menos por ahora), y lo que nos niega la autoridad, nos lo da el cielo o Cielo, según se parta de la fe o sin ella. Es el caso, que más contentos no podemos andar los defensores de la vida de las cabras; por lo pronto, tienen una prórroga, y a ver si mientras organizan otra batida, dan el brazo a torcer, cuando hayan comprobado, que están más solos que la una en esa faena -ahora frustrada- y que mejor lo dejen, porque va a ser del todo imposible (como pisen en piedras mojadas se parten el alma). Y la pregunta del millón: si no pueden subir hasta donde las cabras, y en verano será peor, por el sol y la sed, ¿cómo van a plantar allí donde es imposible dar alcance a las cabras? ¿Con helicópteros subiendo macetas y cartuchos con cedros, y luego garrafones de agua, o la subirán a presión desde el nivel del mar, y para ello motores y demás, o simplemente plantarán y lo dejarán -adrede- secar o perder, como es uso y costumbre? ¿Y para ese viaje, estas alforjas? Mejor, como dijera el Quijote -creo- no meneallo (no menearlo [o no moverlo]). Por de pronto, el tiempo, a nuestro favor.
El Padre Báez, agradecido a lo Alto y a lo alto, por el mal-buen tiempo, que dificulta e imposibilita la matanza anunciada de cabras, y tanto, ¡que a saber, todavía no han pegado un solo tiro!

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