sábado, 2 de abril de 2016

cosa

La cosa de las cabras...
... viene de atrás. De por lo menos sesenta y cuatro años (64). Fue por entonces, cuando decidió el cabildo acabar con la ganadería y dar paso a plantar pinos. Y lo hacía así: escribía cartas a los pastores, en plan circular, pero haciendo creer era el único y primero el que la recibía, poco menos que pidiéndoles secreto de confesión, y que se diera prisa, fuera a la feria de San Mateo,
vendiera sus cabras, toda vez que al ser el primero en venderlas, lo haría a muy buen precio, no así cuando todos fueran a hacer lo mismo, que por aquello de la oferta y la demanda, a mayor número de cabezas (o cabras), más barato sería después, con lo que le animaba a que diera el primer paso, seguido de los otros, que harían lo mismo, porque habían decidido plantar pinos, y a tal fin les quitaban las tierras de pastoreo (por más que fueran propias, pero que serían expropiadas o compradas). Entonces, comenzó, lo que ahora tiene continuidad con Antonio Morales, que antes lo hizo Don José Miguel Bravo de la Laguna, y antes que éste su predecesor, y así sucesivamente hacia atrás desde el año 1952 (o antes), según consta en documento que guardo como oro en paño, y tanto que ni para este comentario lo he consultado toda vez, recuerdo perfectamente el texto o contenido; si no, en su día lo veré(mos), con fecha exacta, remite y a quién se lo mandaron, dándole prisa -repito- para que cogiera buen precio, al ser las primeras en ser vendidas, y así cayendo en la trampa y mentira, el cabildo desde hace más de medio siglo (más de 64 años), viene exterminando el pastoreo y sustituyéndolo por pinos; ha cambiado leche por pinocha, y lo que ahora tenemos, no es sino continuación de lo que viene de atrás, si bien con método distinto, pero con idéntico resultado; pero, el presidente actual (cuyo nombre y primer apellido no cito, por no hacer honor él al mismo), ya pudiera interrumpir esta trágica dedición tomada antes de la mitad del siglo pasado, y se llenaría de gloria, y recuperaría apoyo y estima -que los tiene perdido, por más artículos que les escriban- si diera un golpe de gracia a favor de la ganadería y dejara de matar las mejores cabras del mundo: las libres que matan a rifle limpio andaluz.
El Padre Báez, que con documento que los delata -y que en su día mostraré lo que considero en mi archivo, una joya del disparate: matar cabras, para plantar pinos (¡y otras basuras!)-. Documento éste (fotocopia), que agradecí en su día a Don Francisco Cabrera, q. e. p. d., que me lo proporcionó, como ya indiqué tiempo atrás, sabedor de mi defensa del sector ganadero, para que tuviera apoyo cierto del comienzo de esta más que maldad propiciada por el cabildo de entonces, y sigue en sus treces, y erre que erre, el cabildo actual, que no da marcha atrás.
El Padre Báez, ante la inminente explosión de disparos, si los dejamos solos; por eso urjo a la población, que hagamos algo noble, para salvar nuestro prestigio, nuestra dignidad, nuestra hombría, nuestra Historia, nuestra ganadería mejor, etc., que nadie que me lea, quede impasible, y se mueva, corra hacia donde puedan estar estos francotiradores, en esa amplia línea que casi divide la isla en dos; no los dejemos escapar, pongámonos junto a los andaluces, y así impediremos disparen a las cabras y las salvaremos. Corra la voz quien los vea o sepan algo de ellos y nos digan por dónde andan. Si no han llegado, estarán a punto de hacerlo. Si los ves, dínoslo para desplegarnos y acompañarlos. ¡Vengan todos: jóvenes y mayores, varones y hembras, profesionales y parados, locales y extraños, maduros y ancianos, etc.! Nuestras cabras libres corren grave peligro de pervivencia, ¡salvémoslas! Ellas alimentaron a este pueblo; el pueblo, les debe la vida, ¡salvemos durante esta quincena las suyas!, y habremos salvado nuestra dignidad y honorabilidad; de lo contrario, habremos caído en lo más rastrero y bajo.

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