martes, 7 de junio de 2011

NOSOTROS: ¡MÁS QUE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA!

  
 
   ¡Nada!, que todos somos médicos, todos somos abogados, todos somos historiadores..., ¡que bonito es, cada uno ocupe su puesto, o sin más lo del refrán: “zapatero, a tus zapatos”, pero no! Aquí el profano, discute con el experto, y quiere ganarle. Y viene todo esto a cuento, porque cuando a un personaje, se la ha desfigurado -como sucedió en la Iglesia con la vida de los santos, que se les añadía hechos falsos, para más mover a la devoción del mismo, y hechos como éste encontramos en la Biblia con lo del paso del Mar Rojo y el maná, fenómenos naturales todos, que escritos siglos después, con la carga de la exageración, magnificados, se separaban del hecho real-, igual sucede con el Diccionario este que se prepara, que se está revisando por expertos y profesionales, las vidas de los biografiados, y al quitarle cuanto se le ha añadido indebidamente, los hay que fieles a la mentira, quieren nada toquen y todo siga igual, y que una institución, que tiene como objetivo purificar y contar la verdad, se ve criticada por cuantos disgustados, por no mantener al personaje inventado, se rebelan contra el auténtico o real, como real es la academia, que los va a desnudar de errores y mentiras y los está vistiendo con la simple y llana verdad.  
 
    Y es que, al corrupto, no le importa ni le interesa la autenticidad de los hechos, sino la ficción, y por eso, se declara a si mismo, con la omnisapiencia de saber en exclusiva la “verdad” que se ha configurado en base a mentiras. Pues, menos mal, existe una institución, que lucha por la exactitud de la Historia y lucha contra el chantaje y la deformación de los hechos y personajes, porque de no existir, habría que crearla, pero puesto que existe y está, haga su trabajo, por más que a gente sin escrúpulos y manipuladores de la Historia, estén dando la lata y protestando (en el fondo es lo único que hacen: no dan un paso, y no dejan avanzar, y ellos, como los perros que ladran, pero no muerden). Y es que se ha magnificado a personajillos, se les ha elevado a la categoría de héroes, o al revés a auténticos héroes, los quieren transformar en villanos y en personas despreciables; y así están pasando al vulgo, ciertas figuras, pero la Real Academia de la Historia, no traga, sino que revisa, quita y pone, en base a hechos reales, y no ficticios y de oscuros manejos de revancha u odio, o amiguismo y endiosamiento de quien no pasó de ser alguien del montón y/o mediocre.
 
    Y, especialistas en el insulto, solo tratan de desprestigiar a la que da luz y esplendor a la verdad; en tono peyorativo, se convierten en gente que solo sabe desacreditar, sin argumento alguno, sino desde la visceralidad propia del niño que patalea, cuando no le dan lo que quiere (en este caso su personaje de historieta), que los de la Historia, le quita cartón y adornos, y los deja en su realismo o autenticidad, por más que a algunos no les guste este trabajo y esfuerzo. Algo así como si protestáramos contra el cirujano que quita lo putrefacto de un cáncer, porque se prefiera la enfermedad a la salud. Para estos tales, el Diccionario se llama “mamotreto”; “maniqueísta”, “cínicos”, “manipuladores”, “omisionistas”, “tergiversadores”, etc., etc. a los que tienen la autoridad para decir cómo y quién fue y es cada cual. ¡Pobres hombres expertos solo en insultar y en ofender!, que piensan la Historia se la puede cambiar y aumentar, desfigurar y restar, según conveniencia y según el lado donde se esté colocado, sin darse cuenta, que la Historia, es Historia, y no está de ningún lado o parte, sino del lado de la verdad, a la que odian y por ello andan en la mentira, error, herejía, etc., cuales cerdo en su propio fango.
 
    Precisamente, si algo es y debe seguir siendo y dejaría de ser si no la Academia es: conservadora; que no es un insulto, sino su razón de ser. Ha de conservar y mantener y luchar por retener la verdad, y no permitir a alguien se le cambie, según intereses o posicionamientos. Y así, los hay que mancilladores ellos, intentan ensuciar a los historiadores y a forzarlos mantengan sus presupuestos falsos en torno a la Historia y sus personajes, como ellos. Llaman “engendro” a este magno proyecto, y a sus artífices, los creen “comprados” o/e “ignorantes”. No conformes aún en la lista de insultos, llaman “sainete” a este laborioso y limpiador trabajo, ¡y se quedan tan panchos! y todavía añaden se trata (la RAH [la Real Academia de la Historia), de la del “antisaber”, llamando a esta profunda revisión, de “hojalata”, “veneno”, “controvertido”, etc., que denigra a quien ofende y no al pretendido ofendido, que se crece ante estos enanos del reduccionismo y falsificadores de la Historia. 
 
    El Padre Báez -sin falsa humildad-: Licenciado en Historia de la Iglesia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario