jueves, 23 de junio de 2011

COMENZARON LOS INCENDIOS


 
    Estamos a las puertas del verano, pero ellos -los incendios- ya comenzaron, ya están aquí. No debemos acostumbrar a noticias como estas: “un incendio quema una zona en...”, “controlan un incendio en...”, etc., etc. Nos darán los metros cuadrados de superficie afectada; nos dirán si se trata de zona de cultivo o si se trata de zona forestal, o si es cuestión de rastrojo (por lo pronto, nos hablarán de términos ya en desuso); conoceremos también algo de geografía al decirnos con exactitud, el lugar o lugares afectados. Nos dirán, si fue un susto, si algo más, o una tragedia. No faltarán las consideraciones acerca de las dificultades para el control del mismo, dada la orografía y el tiempo favorable o no; no faltarán las palabras elogiosas hacia los efectivos, gracias a los cuales la cosa no fue a más y el esfuerzo sobrehumano, y digno de medallas de algunos superhombres apagafuegos; nos mostrarán el equipo súper-moderno, y veremos los aviones, camiones, helicópteros, mangueras, caretas, etc., etc.; nos señalarán lo cerca de casas por donde pasó lo ígneo del asunto; los bomberos serán objeto de más información, sobre si el consorcio, si los vecinos, los de la capital; sabremos de la labor de 112, y de algo así como centro coordinador de emergencia y seguridad; sabremos la hora exacta de y en la que se dio la alarma y quién lo hizo; no sabremos quién lo prendió; se hablará de la colaboración del personal de Medio Ambiente y los otros o más; también del post o después del incendio o llamas y fuego, para que no se reavive la cosa, los litros de agua humedeciendo el entorno y focos; ya sofocado todo cómo llegó un helicóptero, que al fin  tuvo que actuar con el cacharro de agua, tomada del estanque más cercano; no dejarán atrás a los de la guardia civil y a los de la policía de la localidad; nos dirán el número de mangueras utilizadas, para apagar el fuego; nos dirán la desgracia de haber ardido un número exacto de pitas, aproximado el número de cañas y en general sobre el matorral.
 
    Pero, nada nos dirán, sobre: si hubieran rebaños o ganados sueltos de cabras de y ovejas, que se comieran o se hubieran comido toda esa hierba, no habría incendios. Tampoco nos dirán que ardió todo, menos la cadena o cercado que estaba plantado de papas o millo (ahí el fuego no entra, ni arde). Por tanto, la mejor lucha y prevención de incendios -sobrando todo lo del apartado primero- si hubiera ganadería y agricultura; pues o se cultiva la tierra, y se vuelve a la ganadería, o vamos a cultivar incendios, y vamos a cuidar no los tengamos, para lo cual en lugar de pastores y patateros, vamos a tener -ya tenemos- todo un inmenso ejército de previsores, anunciadores de dónde comenzó la cosa, y “¡al fuego!”, a apagarlo, en lugar de quitar la materia que arde que son todas esas malezas, de retamas, cañas, zarzas, escobones, etc., todo ello comida de animales a los que les traen piensos y semillas del extremo más lejano del mundo, teniendo aquí comida, que prefieren se la coma el fuego a los animales, que de comerla ellos, se renueva, se poda, se multiplica, se expande..., eso mismo, porque así lo dejó el Creador diseñado, a la par que desaparece la flora autóctona al preservarla de las humildes y súper-beneficiosa cabra, que es la verdadera reforestadora, al llevar la semilla en sus cagarrutas por donde pasa plantando, y a la par que con el polen en sus pelos, va fecundando las flores por donde se roza. pero genios del saber de libros y universidades ciegos, prohíben la ganadería y hay órdenes de acabar con las asilvestradas, porque peligran -nos dice- los pinos, cuando una cabra antes se muere de hambre que mastica y rumia una rama de pinocha, por ser venenosa y algo repelente con resina, que lo hace indigerible.
 
    Pues, vuelvo al comienzo y acabo (por hoy)-, que: controlan un pequeño incendio (¡vendrán mayores, y no hace falta ser agorero, brujo o adivino [es lo de todos los años, sin más -y no vienen a menos-]!). Serán conatos, y no se explica que a las primeras horas de la mañana, con la humedad de la noche, ninguna zona de rastrojo arda, salvo que sea adrede. No deja de ser curioso, que el personal del cabildo casualmente estuviera casi siempre cerca del lugar, razón por la cual acudieron de inmediato, y sofocaron la cosa, malpensado uno piensa, que..., no se, pero dicen que..., a mí mismo me lo han dicho los del gremio, pero...,  que para poder trabajar, que..., en fin, la cosa la dejo ahí, pero atando cabos, tirando del hilo, podemos llegar al ovillo. Los hay tan tontos, que prenden fuego, estando cerca los del Medio ese y otros, ¿casualidad, providencia o hay autores? Luego, que me refresquen durante todo el día, tarde y noche con un retén, para prevenir, posibles focos. Pues, nada que como tenemos fuerte calor, y encima hay viento, pues que, con el ojo avizor, a ver si sueltan las pocas cabras que mal nos quedan, para que trille ese pasto. Me dicen los pastores, que por donde pasta el ganado es imposible arda nada, sencillamente, porque no hay materia (y sin darme cuenta, he vuelto a lo del segundo párrafo). A la par que recuerdo lo de mi infancia, cómo las campanas nos anunciaban incendios y acudían hasta los niños, con ramas para apagar el fuego (entonces los niños, eran como los mayores, instruidos en todo [ahora en internet y móviles]); ahora oímos sirenas.
 
    El Padre Báez, que desea la suelta y el multiplicado del ganado de cabras y ovejas (también de vacas), que además de no permitir, por más que se quiera, arda el campo, nos dan leche, queso, estiércol, etc., que nos ahorraríamos nos los y las traigan del fin del mundo.

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