lunes, 30 de mayo de 2016

tengo cuatro...

Tengo cuatro gallinas...
... que son como dos cabras. ¡Bueno, en realidad son tres gallinas y su gallo! Creo, ¡es el gallo más feliz del mundo! Y, lo de “que son como cabras”, juzguen ustedes: No les falta el millo, ¡Dios me libre!, que el dios de los animales, es el dueño; tampoco me descuido con el agua, pero...,
ahí viene lo de “que son como cabras”, porque de entre las hortalizas que tengo, estoy fijo echándole las hojas de las coles -limpiándolas-, lo mismo le hago con las lechugas y con las acelgas, y hojas que caen al gallinero -se las echo o tiro-, hojas que desaparecen, ¡cómo las picotean, que no dejan ni los tallos! Y tanto es el asunto, que los Domingos, bajo desde La Lechuza natal, sito en San Mateo, pensando en ellas (en realidad ellos, que -repito- tengo un gallo, y creo es el más hermoso del mundo, grande, de colores, ¡y cómo canta!, que bajando del coche un auténtico jase (haz) de comida -cual si para becerro o cabras fuera, lo distribuyo entre los días de la semana, y bien sean: jaramagos, lechugones, cerrajas, alabazas, amapolas, etc., es que no parecen ni aves de corral sino ganado de pastor. Pues el resultado es, que los huevos tienen aparte del sabor, un color único; ¡qué distintos los de las granjas! Pues, simplemente, que a falta de cabra, tengo cuatro gallináceos.  Que son como una cabra. La pena es, que la leche, la tengo que comprar (salvo cuando amigos y pastores me surten de la de sus cabras, cosa que ocurre con frecuencia), pero lo que son los huevos, cada día caen dos.
El Padre Báez, que es feliz, contemplando su pequeño-gran gallinero, y se recrea en relax contemplando las relaciones y comportamiento de estos cuatro animales; sin perro, sin gatos, sin culebras, sin otras mascotas, que no sean las que me alimentan (y a tal fin, un servidor las alimenta, igualmente): las hago felices, y me dan salud en reciprocidad.
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Y hoy, mis amigos coincidiendo con el día de san Frenado -gracias a tantas felicitaciones- se celebró la trasquila de las ovejas en Caideros de Gáldar, donde hice lo propio, con dos de ellas, y ello entre una treintena de pastores, que en agradecimiento a mi defensa de sus ganados y profesión, me invitaron a un suculento almuerzo, y ello desde el refrán que dice: “reunión de pastores, oveja muerta”, y qué rica dicha comida, pero a un servidor más que al exquisita y opípara comida de carne de ovejas, fue la dicha de estar con mis defendidos y amigos los pastores, por los que lucho a diario en su defensa, y cual recompensa y agradecimiento, ese almuerzo, esa sobremesa, esas palabras, esa tertulia, es decir un día en el que reconocieron esa mi labor en la defensa de sus rebaños, y hasta de sus mismas profesiones, y aunque almuerzo y detalles aparte, un servidor, seguirá en la lucha de sus ganados, ya sean de cabras u ovejas, y en la defensa de sus profesiones, las más viejas del mundo: cabreros, pastores, ganaderos, etc. Si tienen un cabra o una oveja, tienen en su servidor -almuerzo o invitación a comer con ellos aparte- a un amigo, admirador, y defensor  (más con la comida en casa Micaela, y luego en la de Miguelito, también de otra cordera, quedé, más que satisfecho). Por tanta delicadeza y atención, gracias muy de corazón, y reciban como dan.
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“... no empleamos en nuestro combate armas carnales...” (Jb 7,1).

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