domingo, 29 de mayo de 2016

preciosa foto

Preciosa foto, que me recuerda a...
... mi padre cuando iba a la Feria y le decía a mi madre: “¡Chacha, déjame el sombrero nuevo!”, se quitaba el de diario, sudado, descolorido y roto, pues así, con terno, con camisa blanca y hasta image
con corbata como se iba a la Feria,
¡Tanto respeto merecían las vacas, los toros, las cabras..., y cualquier otro animal que se exhibiera de cara a su compra o venta!; hoy, de esa facha no los tenemos ni en organismos oficiales o centros de cultura, donde el mal gusto y la desfachatez gobierna contra la urbanidad, buenos modales y educación. ¡Con ese respeto eran tratados los animales! Y qué gran diferencia, cuando justo después de medio siglo -que más o menos nos separan de esta fotografía (tal vez un poco más)-, vemos que todos -salvo los más jóvenes- llevan el sombrero puesto. Hoy reina el maltrato a los animales; han desaparecido las Ferias de ganado; ya no hay vacas, ni novillas, ni becerros, ni toros; tampoco hay bestias (burros, mulos, caballos), las pocas cabras que nos quedan nos las mata el cabildo. ¡Oh, si esos hombres de la feria de ganado de ese pueblo anónimo, resucitaran y vieran cómo les matan las cabras libres, seguro que habría una guerra en defensa de las cabras, y ello por honorabilidad, por dignidad, por hidalguía, por valor, por principio, por respeto a la vida, por la economía, por la raza, por tanto y tanto, que no se mataría una más! Pero, desgraciadamente, llenos de pelotas de jugar en la mente, no vemos sino goles o afines.
El Padre Báez, que les descubre cómo se relacionaba el hombre de entonces con los animales, con trajes de faena en su cuidado, pero en su trueque, venta o compra, se iba de caballero, no de pordiosero o andrajoso miserable.  Es que los animales, ya fueran vacas, cabras o yeguas, se merecían la ropa limpia y sacada del ropero ex profeso. ¡Tiempos aquellos, en los que los animales se trataban con respeto, dignidad, nobleza...! Nótese, cómo los animales son mansos, y el joven no desdeña de acariciar o tocar a la novilla, que no vaca todavía según parece. Aparecen también, que son vacas del país, es decir de aquí, no francesas, suecas o alemanas, sino las nuestras (que aunque dan menos leche, es más buena o de mejor calidad). Véase cómo el marchante -así se les llamaba-, el señor de la izquierda de la foto, lleva el palo que le distinguía en esa profesión (de comprar y vender). Usos y costumbres, que se pierden. Y cómo entre el marchante y el joven galán hay un muchacho, en esa escuela en la que se aprendía el arte de la ganadería.
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“... cabra perdida, ven sobre mis hombros, que hoy no solo tu pastor soy...” (del himno de Laudes en la fiesta del cuerpo y sangre de Cristo). / “... ganados, bendecid al Señor...” (Dn 3, 57-88. 56).

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