lunes, 23 de mayo de 2016

por qué...

¿Por qué escribo y a quién defiendo?...
... R/. Escribo, porque me empuja la fe que tengo; tal vez si no fuera católico, estaría callado, como tantos. Defiendo a esos más de cinco cientos de mil campesinos, que por no tener cultura -y para tener una cabra se le exige catorce (14) libros de registros distintos para un diario pormenorizado de la vida y obra de su rumiantes- no se saben expresar, porque los tienen amedrentados, silenciados, perseguidos, castigados, etc., etc.,
y si alguien no los defiende -habida cuanta ninguna institución, colectivo o individualidad alguna lo hace, un servidor, robándoles la voz, hablando como ellos hablan y hablando por ellos, denuncio esa tropelía, ese acoso, esa prohibición de pastar, y cómo las autoridades municipales, del cabildo y del gobierno, los tres -como la Santísima Trinidad (pero ateos, agnósticos, no practicantes, indiferentes, etc.)-.a una, están con normativas europeas para grandes extensiones y aplican en estas cagadas de moscas cuanta ley absurda, aplicadas en un territorio tan reducido, que amargan y acaban con el sector primario, el mismo que nos dio de comer y a pesar de sus pocas dimensiones -pero sus muchas bondades dadas por el Creador (ellos dicen la naturaleza)-, no solo nos alimentó de sobra, que hasta teníamos para dar de comer al mundo, desde Estados Unidos al Japón sin dejar atrás al corazón de Europa (Inglaterra -donde perdura el nombre de “puerto de las islas canarias” donde desembarcaba nuestras hortalizas y frutos periódicamente-, sin dejar atrás a la fría Holanda y otros países; y ahora -contrariamente-, es el mundo el que nos manda de comer auténticas basuras y encima envenenadas y cancerígenas, por tener entregada la isla al solo pino, excluyente de todo lo autóctono incluidos los endemismos de la todopoderosa y protegida tabaiba. Por ello, tengo razón probada para escribir: dos, tres y hasta cuatro (4) comentarios diarios (tantos como comidas hacemos), para dar voz a los que no las tienen, nuestros campesinos maltratados, olvidados e ignorados, hasta por quien debiera defenderlos al mantener las tradiciones, buenas costumbres, y hasta la fe que profesan (los mejores creyentes e hijos de la Iglesia), pues para salvar sus cosechas, más miraban al Cielo -que también al cielo pidiendo socorro y ayuda, antes que a ninguna institución organismo o siglas-, creyentes como son y olvidados hasta por quien debiera mimarlos. Digo y repito, que por ellos -mis hermanos en la fe, hermanos en la raza, hermanos en la misma vocación- por ellos doy la voz, la vida y mil más que tuviera.
El Padre Báez dando razón de su “política”, que viene del griego (πόλις)  polis, ciudad o ciudadano, pues vivo en esta tierra y no por los aires volando. Y porque veo el sufrimiento y olvido de mis hermanos, los de los campos, me solidarizo con ellos, y rompo una y mil lanzas a su favor. En ello estoy, y en ello pienso dar mi vida, o lo que me quede de ella en buen uso de mis facultades. Gracias a los hermanos sacerdotes que me ayudan (cuento con tres: [F. A., F. M. y J. A. S.], Dios se lo pague con salud y suerte en la vida, y la Vida Eterna, que no dudo ya tienen conseguida por amor al prójimo, y entre ellos los que más sufren: los vapuleados por el cabildo que les ha robado terrenos de cultivo y de pastoreo, les prohíben practicar lo que desde el principio de la Creación hicieron, los hijos de nuestros primeros padres: Caín y Abel.
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Nota.- Ayer: la odisea de ir acompañado al Tagoror Rojo, nos llevó 14 horas, grabamos dos programas, y sobresalieron dos acciones -para cada una de las grabaciones-: la risa del guanche y el sufrimiento del periodista y concejal Don Juan Antonio Peña, que por su gesta -atado a una cámara, ¡y por qué escenarios!- se merece un reconocimiento y premio. Este miércoles la primera parte, la segunda el próximo o siguiente, Fue algo inimaginable, arriesgado, sorpresivo, etc.
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(con referencias al día de ayer, hacia el Tagoror Rojo y vuelta):
“... todo fue como un nacer de nuevo... tuvimos que sufrir en pruebas diversas... y nos alegramos al alcanzar la meta...” (1 P. 1, 3-9). / “... ¡qué difícil fue entrar!...” (Mc. 10, 17-27). / “... viendo lo atroz de su sufrimiento...” (Job 2, 1-13). / “... por poco damos mal paso... todos resbalamos... pasamos fatigas... por precipicios... los guié a un destino glorioso...” (salmo 72). / “... clamamos desde las cumbres de las montañas... los guié por senderos y caminos que no conocen, que ignoran... escabroso...” (Is 42, 10-16). / “... fueron probados, y permanecieron...” (Jdt 8, 21b-23). / “... soportamos el peso del día y el calor de la jornada, sin quejarnos...” (de la oración de Sexta del día de hoy). / “... ¡ánimos!, les decía..., y nos llenamos al fin de alegría...” (Ba 4, 21-22).

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