Graves riesgos por la expansión de los
pinos...
... es una advertencia, a la que el cabildo hace caso
omiso de la misma, con las consecuencias que en un futuro -ya presente, y que va
más- ocasionaría y ya están ocasionando esa expansión masiva, total y exclusiva
de forestar -ellos dice reforestar- con solo y todo de pinos. Que no es ya que
lo diga y repita hasta la saciedad un servidor, es que la advertencia viene de
expertos-expertos, no de los mal llamados “expertos” e ingenieros del cabildo,
que comprados, son la voz de su amo, no así los libres que afirman que generarán
gravísimos daños en la isla.
De ahí, que los verdaderos expertos e ingenieros
libres se opongan al proyecto cabildicio de extender la plantación de pinos
hasta cuarenta años más, y van a por Veneguera ya con
350.000 pinos más, sin más, sin ton ni son. Y es que, una expansión forestal
basada en el solo pino, esto, ya nos genera, y más que lo generará gravísimos
daños en el territorio insular. Daños en primer lugar al suelo, a la tierra, con
ellos la contaminación y la desaparición total del agua residual que aún nos
queda; en relación con la población los daños son aún imprevisibles, con el
agravante de magnificar todavía más la tragedia del cambio climático. Y no sigo
en el listado de desgracias para no alarmar más por hoy, pero que seguiré -si
Dios quiere- en esta línea hasta convencer al más recalcitrante defensor del
absurdo y estéril pino, que pasa por no aportar absolutamente nada sino daños
tras daños y más daños, que poco a poco iré exponiendo. Por supuesto, habría que
escuchar a expertos reales -y no los ficticios y comprados del cabido-, que
plantean cortar ya este plan y no seguir
durante cuarenta años más hasta copar o llenar la isla de solo pinos como
pretende absurdamente el cabildo, y que
denuncian esta demencia o locura, sin nombre y sin precedente en ningún lugar
del mundo.
El Padre Báez, que al presente, sobre estas plantaciones
de monocultivo de todo y solo pinos, realizada desde hace ya sesenta años por el
cabildo y que se va comiendo poco a poco hectárea tras hectárea el territorio
insular, hasta llegar a ocupar en sus planes el 100 por ciento de la superficie
total de la isla, no es un disparate, sino que es algo más: una tragedia sin
nombre que por todos los medios debemos parar, ¡ya!, sin demora: ni un solo pino
más y arrancar los plantados.
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A este fin, hay que hacer lo que me propone don Juan
Francisco Ramírez, el abogado amigo, que sabiamente nos señala el camino a
seguir. Pues, ¡lo andaremos! Se hará dicha convocatoria, pasado el verano, para
que tenga una mayor difusión: El cierre del comercio los miércoles, y que nadie
compre ni un alfiler, mientras sigan plantando pinos y no comiencen a
arrancarlos.
Estimado don Fernando (Padre
Báez); el presente correo es para reiterar, hasta que se dignen escuchar al
pueblo soberano o ¿sobrero?, el eslogan: "NO COMPRAR, NI ABRIR
COMERCIOS, LOS MIÉRCOLES"; de lo contrario, nada cambiará, jamás, por estas
islas, las cuales, desde la conquista han venido siendo esquilmadas y sus
pobladores ninguneados, por parte de unos pocos, en detrimento de la inmensa
mayoría de un pueblo que padece el miedo, fundamentado en el síndrome, propio de
todo pueblo colonizado.
En fin, cada cual es dueño de
hacer lo que a su conciencia convenga o le dicte, mas hay cosas que sobrepasan
el nivel individual, tal el caso de una Ley del Suelo que no se la quiere, pero
que unos cuantos han decidido imponernos a todos; o el de los pinos del cabildo,
en el caso de VENEGUERA; en tales casos, y algunos otros más,
desafortunadamente, la fuerza de los pueblos reside en la razón de lo que es
justo.
No debe olvidarse que, la
política, decían los romanos, es el noble y excelso arte desarrollada por los
mejores, que de manera totalmente vocacional y altruista decidían dedicar sus
vidas e incluso su propio peculio, al servicio de sus respectivos conciudadanos,
actuando y velando por los intereses generales de la colectividad que les
encomendaban la sagrada antorcha de lo público; sin embargo, en estos tiempos de
equívocos y alienados, en los cuales priman los valores económicos, sobre el
valor de la honestidad y entrega a los demás; gran parte de la clase política
actual, han interpretado que la política es el arte de encumbrarse sobre los
hombros de aquellos a los que deberían servir. ¡Vivimos tiempos extraños, en los
que triunfa la razón de la sinrazón!
Los pueblos son el principal
culpable de tanta ignominia y mediocridad, pues con su actuar ponen o toleran,
consciente o inconscientemente, valga el símil, que pilotos sin la titulación
adecuada comanden buques; por ello, la hora de navegar en medio de la alta mar y
con marejada, Dios nos asista.
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“... los
plantas, y echan raíces, crecen y dan frutos... ¿hasta cuándo gemirá la
tierra?... desaparece el ganado... abandonada mi casa, desechada la heredad...”
(Jr 11, 18-20; 12,
1-13).
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