miércoles, 8 de junio de 2016

un delfín...

Un delfín muerto, una cabra matada...
... ¡qué poca vergüenza!, ni dignidad, ni decoro, sino simplonería ridícula. Un delfín, no se puede morir, terminado su ciclo, o muerto por lo que sea, que te lo sacan de la mar en brazos cual recién nacido; y una cabra, que da más leche que una delfina, ni te la sacan muerta, si no es por fotos entregadas a los medios por un servidor.
Lamentan la muerte de un delfinito, y se alegran de la matanza de las cabras. Hay que ser idiotas, y en ello, socorristas a un delfín muerto, pero si se trata de las cabras, las putas cabras, ¡que las parta un rayo! ¡Y viva la Pepa!  Los de Pro-activa recuperan un cetáceo, ¿quién recupera las cabras, cabildo que las matas? El difunto y finado delfín tenía un metro de largo, más o menos lo que una cabra, y sin embargo, socorristas para el primero y matadores andaluces para las nuestras o segundas. El delfinito medía un metro de longitud, ¡importantísimo dato informativo, de primera magnitud e interés!, ¡un metro de delfín muerto! Se lo encontraron -¡pobrecito mío!- flotando sin vida sobre las aguas de Tufia, cerca de unas rocas. ¡Eso sí que es precisión y dato de tamaño interés científico! Cabras mueras, matadas por los riscos de mar adentro, ¡eso no interesa! Para el delfín a fin, fallecido, una moto de agua, para sacar los restos del finado, difunto o fallecido delfinito de los mares atlánticos, criaturita de Dios (con perdón a los ateos, por la cita inoportuna y que no es provocativa, pues cada uno venda su alma a Dios o al diablo, con todos mis respetos y a quejarse al infierno en el que no creen, pero cuando lo vean y sientan, vivan y recoman, ya no tendrán remedio ni ocasión salir del mismo), digo, que a las cabras, ni motos, ni coches, ni furgones, ni camiones, ni avionetas, ni helicópteros, ¡ni nada, que las parta un mal rayo, o se las coman los cuervos que no existen! Yuna vez el cetáceo -dícese así del delfinito-, lo sacaron -el cuerpo sin vida del delfinito- hasta los bañistas para que hicieran duelo, lo lloraran, y... a las cabras, pobrecitas mías, nada de nada. ¿No hay comparaciones odiosas?
El Padre Báez, hundido y destrozado, llorando lágrimas de cocodrilo por tan sensible pérdida de los mares, a la par que por las cabras, matadas por riscos y laderas, por peñascos y praderas, ¡que se jodan, que les den tiros de gracia, que vengan andaluces y nos las maten, que paga el cabido, que defiende perros y perrallas, pero no a las cabras!
“... prefieren el mal al bien, la mentira a la honradez... embusteros” (salmo 51). / “... se me retuercen por dentro las entrañas... emigraría lejos, al desierto...” (salmo 54). /“... no os dejéis intimidar por nadie...” (Dt. 1, 16-17a).

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