Nos están idiotizando

Nos están idiotizando:

Con el fútbol. Al fútbol, todos los honores (los que le quitamos a Dios). Son los selectos (los nuevos santos). Cambian el cáliz, por copas. Viven en la gloria (la han cambiado por la Gloria). Los jugadores de fútbol, son los nuevos ídolos (se les da culto). Son solidarios (lo han cambiado por la Caridad). Son los que piensan y hablan (callan a la Iglesia, a la filosofía, a la docencia universitaria, a... ¡todos!).

 Son humildes, dentro de sus inmensas riquezas. El balón, lo es TODO (dios). Adoran y besan las copas y balones de oro. El fútbol, no sabe de crisis. Con el fútbol no hay pobres, ni pobreza. Comemos con el fútbol; a todas horas el fútbol. Solo fútbol y siempre fútbol. Todos los niños en fútbol; los jóvenes, también: no hay más. Ninguna carrera universitaria como la carrera futbolística. No hay otros problemas; el fútbol los tapa u oculta a todos. Viven en pareja. Tienen conciencia. Tienen poder. Tienen valores. Son ejemplares. Tienen principios. Tienen dinero. El árbitro es más que el Papa. Los entrenadores, son sus Obispos. Son importantes. Gozan. Los quieren. Les piden autógrafos. Los aclaman. Los victorean. Ofrecen a la Virgen flores y dan gracias; también les piden. Son campeones. Se cree en ellos; se les imita, se les sigue, se tiene reliquias de ellos. Se alimentan bien. Se cuidan (mucho el peinado). Todos los niños quieren ser futbolistas. Cambian balones por libros. Saben de memoria las listas de jugadores de distintos y variados equipos (no saben el Padrenuestro). Suspenden, pero son futuros jugadores (que quedarán en la cuneta). No saben sino de balón...

Y esta ración, es la que nos ponen a diario, todas las horas del día, por todas partes (radio, tele, periódicos, etc.), en programas, debates, retransmisiones, discusiones si fue o no penalti..., y todo esto, como si fuera lo prioritario y vital. Y, el pueblo traga –le guste o no-. Franco, también lo utilizó como droga, que ahora ha sido llevado a la enésima potencia. Y usted, o habla de fútbol, o ¡cállese!

El Padre Báez.