sábado, 2 de junio de 2012

Albarda II


En “El Salero”, les conté, lo que pudiera ser “Albarda I”; ahora, como el enunciado lo indica, va el 2º caso, sobre la albarda (y todo porque tengo una en casa, de alguien, que como ya no tiene burro, se la pedí, me la regaló, y la tengo en el recibidor, como objeto decorativo precioso, pues que...

Que va un buen hombre, hasta el albardero, para pedirle le haga una albarda para su burro. Y hasta aquí, todo es normal. Pero, cuando el albardero le pide al que le encargaba el trabajo, le acerque el burro –pensando lo había dejado fuera- para tomarle las medidas y ajustarle la albarda, según las mismas, el del encargo, le dijo no lo había traído...

Entonces, el artesano, le dice:

-        ¿y cómo le tomo las medidas, si no has traído al animal?
Y le responde el interesado:
-        ¡me las toma a mí!

Y a tal fin, se agachó –se puso a cuatro patas- y sobre este buen hombre, el albardero, tomaba medidas, hasta que cogió la tajarra, y se la puso encima, por donde las nalgas y comienzo de los muslos o corvas, y toda vez que le apretó, el que hacía de burro, le dio una patada tal, que al ser con los zapatos herrados de la época, le dolió y mucho, y le dijo quejándose el que la recibió:

-        ¡Chaaa..., me has dado fuerte!
A lo que contestó el que dio la patada:
-    ¡eso para que nunca se fíe de ningún animal!

Pues, aunque parece cuento, sucedió en realidad. Lo único que no me quedó claro, fue la propuesta de hacer de burro, si partió del que dejó el burro en su casa –alpendre- o del albardero. Pro, toda vez que esto no afecta al relato, sino que interesa el desenlace y el humor, lo valioso de nuestro ingenio, y las anécdotas que tenemos –digo-, que de escribirlas, el Quijote, se quedaría corto.

El Padre Báez.

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