lunes, 30 de noviembre de 2015

corredor



Sin cabras en el Gran Tabaibal...
... se acaban los pastores, y desaparecen -como es lógico- las cabras. Todavía con las guaniles, cabía la esperanza que las cabras continuaran, y cuando no ya en rebaños y pastores, al menos libres entre riscos y barrancos, pero..., toda vez que el cabildo matacabrastabaibero, las están matando, algún día -y no es hacer de profeta, sino por pura deducción- constatando un hecho que se avecina -días vendrán, en los que las cabras solo quedaran el libros de Historias y de cuentos-.
Y entonces,  habrán acabado o terminado, con algo que nos era propio, y que a pesar de su presencia en las islas desde hace más de veinte (20) siglos, dijeron eran foráneas, invasoras, y había que acabar con ellas. Y, en ello están. Los pastores, con y por la edad, disminuyen el número de sus cabras, como el de ellos mismos; el cabildo por su parte o lado, pegándoles tiros a las cabras y multas a los pastores, y éstos, cada vez menos, también las cabras en un lado y otro. Y, en ese proceso, algún día -pronto- ¡ningunas! Ya sin pastores, ni cabras (ni de rebaños, ni guaniles), serán piezas de museos, si disecan algunas o de parques zoológicos, si llevan allí algún ejemplar en cautividad y mal trato, al no estar en su propio medio, y entonces en este último caso, cual bicho raro o exótico los lugareños y extraños a hacerles fotos y grabaciones. A esto -lamentablemente- nos conduce y lleva un cabildo, una institución, que debió -curiosamente- preservar, lo que era único y patrimonio nuestro, en el mundo, y justo hizo lo contrario: ¡matarlas! Esto, no tiene calificativo; esto, no tiene nombre. Y todo, porque se inventaron, que no eran compatibles, las cabras guaniles, con una pretendida y falsa plantación (ellos la llaman reforestación: volver a plantar lo que en siglos de eras pasadas hubo en la zona, teniendo donde plantar hasta de sobra), justo donde el hábitat de las cabras, y mintieron (para recabar ayudas europeas por plantar o/y reforestar) diciendo, las cabras se comían lo que ellos plantaban (o querían plantar); cosa que es falsa y no es cierta, porque las cabras -sean las que sean- ninguna comen resina,  ni pinos (o pinocha), pues es muy otra su alimentación, la misma que ellas instintivamente y por su propia naturaleza reproducen, con abono y semillas en sus cagarrutas y pelo. Ahora -ya pronto- sin ellas, perderemos también la flora (más la fauna de la que hablamos y otras que se derivan de ellas), la que ellas  expanden, como queda dicho atrás.
El Padre Báez, al que su fe le obliga a cuidar y defender lo que Dios en su Creación (y posterior evolución), ha llegado hasta nosotros, como un deber moral de primer orden.
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Es, el comentario de un pastor (a quien debiéramos proteger, para conservarlos; son un gremio endémico, a punto de desaparecer):
 Ni se imaginan el daño que hace tanto corredor a la fauna, que ya lo único que se ve en el campo es gente corriendo y corriendo como cosa loca, ¡me tienen aburrido!: José Ramón Vera Santana:

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