martes, 8 de marzo de 2016

pastorcillo

Aquel pastorcillo...
... que por Extremadura fue, hace ya unos 50 años, y no sé si en Cáceres o Badajoz, lo que sí sé que le pedí me dejara hacerle un par de fotos, a lo que accedió, y más que en el papel, en la retina y memoria lo tengo.
Un servidor, en torno a los 18, el muchacho no más de 15, delgado; un servidor con cámara de fotos entonces; él con pantalón roto, con parches en ambas patas del pantalón, también rota sus alpargatas, y roto el sombrero de palma por el sudor (así que le entraba aire por encima), con camisa de puños cerrados y abotonado y por ser verano en un palo apoyado que no le llegaba al sobaco, y su mentón en ambas manos cruzadas al pecho, un tanto encorvado apoyado en el pié derecho, el otro flexionado y a favor del terreno, y a su lado curioso el perro asustado. Del mismo tengo otra foto, y está apoyado ahora en el lomo de una cabra que recién nacidos tiene a dos baifitos (allí llamados cabritos), y ello en una choza de paja tipo inglú perfecta obra de arte, y el mismo pastorcillo, con su sombrero roto, por donde le entraba el aire...
El Padre Báez, al que siempre le llamó la atención el mundo de las cabras y sus pastores. Siempre vi en ello lo mejor de la población; también por los campos de Zamora, le hice fotos también a otro joven pastor, que luego pasando los años, leí su muerte a consecuencia de un rayo..., los pastores en la España continental, me indicaban dónde habían sepulcros antiguos de romanos y de antes; los pastores, dejaron al cuidado de una docena de perros a unas 600 ovejas, detrás de unas lomas, al dirigirme hacia ellas vinieron las doce fieras en fila que me rodeaban estrechando cada vez más el círculo, mostrándome entre rugidos sus colmillos, entonces les hablé y les dije sereno y tranquilo: “¡no les vengo a robar, voy de paso a ver unas tumbas, y bla, bla, bla...!”, y los perros que me leyeron el aura, fueron deshaciendo el círculo, y atravesé el rebaño que descansaba sin pastores, al sol del  mediodía...
El Padre Báez, evocando momentos de su  (mi) vida, en relación a las cabras, rebaños, pastores, majadas, etc. Es la Historia de mi vida, siempre conectada con las cabras, las que el cabildo quiere quitar de mi vista, y borrar tanto y tanto...: aquel muchacho, y el otro, y a los perros, y las tumbas romanas y visigodas, y..., “¡no hay derecho, hombre!, ¡ya está bien!”
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“... las persigue a muerte...” (salmo 142).

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