¡Y cómo ayudaban
a la economía familiar...
... las gallinas! No recuerdo haber comido huevos, ni
fritos ni sancochados en mi infancia y juventud.
Tan solo recuerdo que a las
mujeres después del parto, y cuando anémicas, se tomaban un huevo con clara y
yema crudo con vino, ¡oh, qué asco! Y es el caso, que periódicamente, pasaba por
casa el huevero -Periquito, y era de Los Arbejales (nosotros en El Lomo de las
Pitas, en la Lechuza [San Mateo])-, que venido de lejos, primero con dos cestas
colgadas de un palo de los hombros, y después -el mismo- con un burro, en el que venía siempre
subido y a ambos lados las cestas (recuerdo vendía: dedales, hilos, agujas,
botones, imperdibles, y chucherías así, como trabas, y poco más), nos compraban
los huevos que diariamente se iban depositando en un cacharro a tal fin, que
contados y pagados, aquello ayudaba a la estrecha y pobre economía de la
pos-guerra. Y cuanto se diga de las gallinas, otro tanto de las cabras, pues de
éstas no solo la leche -a la que irremediablemente para que fuera más, siempre
se le añadía agua-, sino el estiércol, el queso, el baifo y si se lo comían en
familia (uno al menos cada año), se vendía hasta el cuero y del mismo: el cuajo,
para hacer el queso. Por entonces, cabras y gallinas, eran un complemento al
poco sueldo de cualquiera por aquellos tiempos, en los que nadie vivía sin al
menos un par de cabras, y una docena de gallinas.
El Padre Báez, que a tal fin recuerda la anécdota que me
contó Don Domingo Báez, cura que era de Firgas y párroco de San Andrés, donde
estuve con él ocho (8) años. Me contó, que viniendo de atrás, y llegando a La
Cruz de Tejeda, un huevero (güeveros se les decían), con sus dos cestas repletas
de huevos, resbaló -barro mazapé mojado, que era como jabón,
con tal mala suerte, que no quedó un solo huevo entero, todos se rompieron, y
ante tal tragedia, comenzó a llorar, y a decir: “¡Ahora me ahorco (ajorco), ahora me
ahorco...!”, a lo que un compañero que venía con él, le preguntó: “¿Por los huevos?” Y éste le
respondió: “¡No, por los
güevos no; por el pescuezo!”
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Lo de Pedro Urbistondo Esteban (y ocho apellidos más),
es recopilatorio de la Historia, y su propuesta a tener muy en cuenta, pero...
¡el cabildo, ya sabemos!:
¡Hola Cura!, desde luego, de
pinos no se come; decía Estrabón en sus escritos, que los pueblos del centro y
norte de la Iberia prerromana obtenían harina panificable de las bellotas, gran
alimento y más completo que el trigo. Plantar pinos sin duda impediría que
pudiésemos comer de nuestros árboles, ¿por qué no se crea una plataforma donde
decidamos nosotros qué se planta y bien asesorados? Abrazo Padre.
Pedro.
Pedro.
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“... no les
tengáis miedo... no les tengáis miedo...” (Mt 10, 24-33). / “...escándalo, nos conducen al destierro...”
(Eco 47, 12-24). / “...depravados... escatiman el ganado... lo
menguan, abatidos...” (salmo 106). / “...vanidosos, provocándonos...”
(Ga 5, 26; 6,2). / “... ya les he explicado lo que está
bien...” (Mi 6,
8).
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