Llamaban a los chiquillos:
“¡pollillos!”...
... ¡y mira si del gallinero salían además de huevos,
estas referencias para significar que el niño crecía y se hacía un hombrecito, y
no gallo, pero sí “pollillo”, con lo cual las referencias a las gallinas o a sus
pollos, no terminan ahí, como seguiremos viendo durante este paréntesis
veraniego, en espera de la vuelta al curso, para echar abajo ese atajo de
imbecilidades y mentiras dadas o dichas por el cabildo a través del
miedoambiente a Don Pedro Toledo!
Que, vuelvo a la chiquillería, que cuando con
vello crecido en las piernas, y llegada la hora de cubrirlos con pantalón largo
(¡todo un acontecimiento!), el niño pasaba a ser un “pollillo”, y así era
requerido si el que lo llamaba desconocía su nombre -y aún conociéndolo- y así
con: “¡oye, tú pollillo, ven acá!”, con
lo que el citado, respondía pronto como el gallo que le comienza a salir la
cresta. Toda una referencia que se va perdiendo y no sé si por algún rincón
perdido o barranco de la isla algún anciano o persona mayor sigue llamando así
al niño o nieto que se cruce, que entonces era lo habitual, el “¡se
está haciendo un pollillo!”, señal clara que crecía. Una vez más, el
gallinero y en él las gallinas referenciando nuestra vida. Sin olvidar -repito-
el mundo de las cabras, que nos ha marcado con creces al de las gallinas, que
también, pero éstas al menos se libran de los tiros de anda-luces, por parte del
cabildo, ¡que todo se andará!
El Padre Báez, rastreando la memoria, para rescatar o al
menos dejar constancia de un ayer, que desgraciadamente -pienso- no se va a
reponer; en primer lugar, porque ver un “pollillo” por ahí es cosa harto difícil
dado que el ritmo de vida y el comportamiento humano ha cambiado tanto que solo
consigue, entre otros males, personas obesas, por andar -o no andar- sentados
tantas horas, que deforma incluso nuestra condición o configuración física, la
de mayor hermosura del mundo, así dicho en 1402, por aquellos normando
descubridores.
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Y, cuando digo cual “deslenguado”: “cabrón” o “manada de cabrones”, etc., (hecho insignificante que escandaliza a
adúlteros, violadores, infieles -en doble sentido [de fe y con sus parejas]-,
ladrones, ateos, chulos, borrachos, etc., que no se avergüenzan de sus
comportamientos y tropelías y se escandalizan por términos como los citados,
recogidos por la Real Academia de la Lengua, y en uso por la generalidad o
totalidad del pueblo parlante español o castellano, y he aquí a un auténtico
Ladrón, pues cuando digo “ladrón”, también me refiero a éste (o a
él):
Apreciado Padre Báez; algunos
individuos le tienen por un orate deslenguado; cuando, probablemente, sean ellos
los que hayan perdido el juicio; pues, todo el que olvida o rechaza sus raíces
étnicas, por creer son de menos que las de fuera, esos, sí que son
verdaderamente alienados desde un punto de vista antropológico, e histórico
sociológico. Su defensa de las cabras, que, más de uno, piensa es una quimera,
no sea tal; más aún, lejos de ello ahonda en el auténtico problema del pueblo
canario que arrastra desde la conquista y menoscabo al que se vería sometido; es
decir, quedando huérfano de líderes en pro sus auténticos intereses del pueblo
canario; aplicando un símil marinero, podríamos decir que las naves canarias
(islas) navegan por la mar océano, sin los pilotos náuticos y/o los capitanes
aptos que eviten que las mismas zozobren. Nada, o muy poco, ha cambiado desde la
conquista de las tierras insulares canarias; conquista, en la que se
distinguieron por su inusitada inhumanidad y crueldad, personajes como el pirata
"Cabrón" (Capitán don Pedro Hernández Cabrón - gaditano de ascendencia
genovesa), que junto a un tal Pedro de Vera en el año de 1480 pusieron sus miras
rumbo a las costas de la Gran Canaria; ambos personajes, al servicio de la
Corona de España para su mejor gloria y fortuna de los Reyes Católicos. La
figura de tan nefasto personaje, principalmente para los aborígenes isleños, ha
dado nombre a una playa de Agüimes (El Cabrón); de tal calaña han sido, en más
de los casos deseados, los personajes que arribaron a las afortunadas; por ello,
más bien merecerían ser nombradas desafortunadas, por los inmensos males
recibidos de los muchos y varios aventureros que tanto mal infligieran, durante
y después de la conquista, a las gentes de estas ínsulas; mas, los males no
terminan, pues hasta el día de la fecha continúan los agravios, en una u otra
manera, contra el pueblo canario. A continuación dejo enlace, para aquellos que
quisieran conocer algo más de la figura del pirata Cabrón. Así mismo, cabe citar
el libro titulado "Llamadme Cabrón. Historia de un pirata" del
Historiador don Javier Fornell Fernández, publicado por Ediciones Mayi,
Cádiz, 2010 (264 páginas).
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El capitán andaluz formó parte de la conquista de la isla y perdió
su dentadura en la cala que hoy lo recuerda en
Agüimes
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Envío de este correo, que
agradezco a su autor: el amigo abogado y tertuliano: Don Juan Francisco
Ramírez.
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“... y señalando
con la mano...” (Mt 12, 46-50). / “... a los que se pierden...”
(1Cor 2, 12-3, 6). / “... sin descanso, furiosos, maldicen... con
cólera nos tiran...” (salmo 101). / “... malvados con corazones torcidos... en
secreto difaman... cometen fraudes, dicen mentiras...” (salmo 100). / “... dicen falsedades, juran en falso...”
(salmo
143).
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