martes, 11 de agosto de 2015

pelea

Pelea contra las tabaibas...
“... me encuentro impedido... me dicen: “no pasarás”... ¡sed fuertes y valientes!, no temáis, no os acobardéis ante ellos... no temas ni te acobardes...” (el libro del Deuteronomio  31, 1-8)./ “.... un hombre tiene cien ovejas...” (de Jesucristo en el Evangelio de san Mateo)./ “... está roto... el campo... está roto el hombre que no ve... el campo...” (del himno de la Hora intermedia del martes III)./ “... abandonado... el monte donde tu morada... estas ruinas... han arrasado... los agresores... abatieron... destrozaron... prendieron fuego... incendiaron... insensatos...” (del salmo 73)./  “... librad al oprimido del opresor...” (del profeta Jeremía 22, 3)./ “... no explotes al pobre, no atropelles al desgraciado...” (del libro de los Proverbios 22, 22-23)./ “... escuchad jefes... y príncipes... ¿no os toca a vosotros respetar el derecho... despellejáis al pueblo... anuncian prosperidad... sin arado del campo... todo lleno de maleza...” (del profeta Miqueas 3, 1-12).
... o el camino hacia Cáritas de más y nuevos pobres, y a menos a repartir. Esa es la disyuntiva, y no hay otra. Desiguales y excluidos, y ¡tan tranquilos! Nada esperan, sino que les den gratis la comida. Falta trabajo y falta tierra (ésta, ha sido entregada a las tabaibas); el otro (el paro), nos trae a la pobreza, a la miseria, a mendigar. Niegan el derecho a la tierra y al trabajo de los hombres del campo.
Ya las manos de los campesinos no huelen a tierra, ni a cosechas (la comida viene toda de fuera, envenenada). Y no se oye el grito de los pobres, que callan. La caridad, los vuelve pasivos, ¡ojo con esto! Cada vez más, las tabaibas nos alejan la tierra, ¡y el trabajo en el campo! Cultivar la tierra es un mandato divino; y nadie la protege mejor que el campesino (pues, depende de ella; ¿Cómo no la va a tratar bien [sobraría el miedo ambiente])? Las tabaibas (es decir: el cabildo), desarraiga al campesino del campo, de la tierra. Las tabaibas acaparan toda la tierra. Las tabaibas arrancan al campesino del campo, de la tierra, de su tierra. Las tabaibas, separan al hombre del cultivo, de la agricultura, de la ganadería, de la tierra; decae el estilo de vida rural, con sus encantos y filosofía; se extingue el sector primario, con total pasividad de todos. Y de esos barros, esta hambre. Las tabaibas son criminales, nos matan a hambre. Y tenemos derecho a comer de la tierra (no de otras tierras, sino de la nuestra). Esto, tiene que cambiar. El mundo rural, es digno. Nos quedamos sin familias en el campo; desaparecen barrios (quedan y están vacíos). Las tabaibas nos segregan, nos apartan, nos mandan al hambre, a la periferia, al margen, nos erradica. Se olvidan los valores, principios, ética, moral, espiritualidad, etc., todo por culpa de las tabaibas. Y lo peor: el paro (cuando donde hay y tenemos tierras que trabajar o laborar [labrar]). Se descarta al hombre, se le quita la dignidad del trabajo, el derecho al mismo. Y porque sobran, no se los integra, son cuales desechos. El centro,  no es la persona, sino las tabaibas. Sin trabajo, desocupados (toda la tierra para las tabaibas). ¡Fuera los jóvenes (se les descarta)! Sobran. ¿Dónde están los campesinos? R/. ¡Han sido excluidos (y sin derechos)! Los políticos solos, dirigen toda esta protección a las tabaibas (y desprotección de la gente). Tenemos que gritar todo esto. Siegan vidas, en lugar de segar cosechas. Perdemos también la biodiversidad. No cuidamos la tierra (la tienen protegida). Se destruye el digno trabajo del agricultor y ganadero. Expulsan al campesino del campo (el sepro y el miedo [el cabildo]). Esto, hay que cambiarlo, ¡ya! Más local, y menos global. Es urgente la tarea por hacer: cambiar este estado de cosas absurdas, en las que una tabaiba desplaza del centro al hombre. ¿Qué futuro nos aguarda de seguir así? Sea la tierra para el campesino, no para las tabaibas. La persona, tiene derechos y dignidad, ¡no se los quiten! Hay y tenemos que luchar.
El Padre Báez.
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VII. La mirada de Jesús
96. Jesús asume la fe bíblica en el Dios creador y destaca un dato fundamental: Dios es Padre (cf. Mt 11,25). En los diálogos con sus discípulos, Jesús los invitaba a reconocer la relación paterna que Dios tiene con todas las criaturas, y les recordaba con una conmovedora ternura cómo cada una de ellas es importante a sus ojos: «¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Pues bien, ninguno de ellos está olvidado ante Dios» (Lc 12,6). «Mirad las aves del cielo, que no siembran ni cosechan, y no tienen graneros. Pero el Padre celestial las alimenta» (Mt 6,26).
97. El Señor podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él mismo estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro. Cuando recorría cada rincón de su tierra se detenía a contemplar la hermosura sembrada por su Padre, e invitaba a sus discípulos a reconocer en las cosas un mensaje divino: «Levantad los ojos y mirad los campos, que ya están listos para la cosecha» (Jn 4,35). «El reino de los cielos es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. Es más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se hace un árbol» (Mt 13,31-32). (de Laudato si, la encíclica de Francisco).

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