lunes, 10 de agosto de 2015

eliminación

Las tabaibas nos eliminan...
“... el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; y el que siembra generosamente, generosamente cosechará... semilla para sembrar... aumentará la semilla...” (de las segunda carta de san Pablo a los Corintios 9, 6-10)./ “... el grano de trigo... si muere, da mucho fruto...” (Jesucristo, en el Evangelio de san Juan 12, 24-26)./ “... el dueño... de los sembrados... reparte las tareas y distribuye el salario...” (de la oración de Sexta del lunes III)./ “... hagan brotar el trigo... procedan sus frutos...” (del profeta Oseas 14, 2-10)./ “... maldito el suelo por tu culpa: brotará para ti cardos y espinas...” (citado por Teodoreto de Ciro, obispo, en su tratado sobre la encarnación del Señor).
...  y nos quedamos sin tierra, sin techo y sin trabajo: las tres “t” de nuestras desgracias. Desgraciadamente, no se escucha a los pobres, generados por las tabaibas (o tabaiberos). Las tabaibas nos convierten en ilegales, en víctimas, en sufridores, sin esperanzas, sin cambio social; todo ello gracias a la acción del cabildo con sus dos ejércitos: policía del miedo o agentes y el seprona. De campesinos trabajadores libres, nos ha convertido el cabildo en esclavos dependientes.
Queda un residuo de agricultura, y quedan agricultores sin tierra (a pesar de tenerlas, pero no se las dejan cultivar, ¡ni tocar!). Los han mandado a zonas periféricas de la ciudad u otras urbes (donde quieren cultiven huertos). Los han vuelto en inactivos, en parados, sin empleo, con hambre y pobreza. Se subsiste gracias a Cáritas y otras ongs. La alternativa al campo y su cultivo, es la pobreza y la miseria que les sigue. Los campesinos (y su agricultura), han sido descartados. Les han colocado en las periferias, al margen. Incluso tratan que sean invisibles. No cuentan. Y este grupo, crece sin parar, llegando también de clases medias. Y debieran estar, en el centro. Y, dejarlos hablar, y se les escuche. Quedamos sin tierras, devoradas por las tabaibas. Esto deja sin respeto la dignidad (humana) de los campesinos, que se convierten en víctimas de las tabaibas. El ser humano, queda por debajo de las tabaibas; éstas, protegidas; los humanos, desprotegidos. Las tabaibas, nos descartan. Las tabaibas han desarraigado a los campesinos; han acaparado la tierra y han dejado sin empleo y en el hambre a los mismos. Lo malo de todo esto es que los pobres siguen pasivos, no luchan. Se conforman con ser campesinos excluidos, sobrantes, sin dignidad, sin trabajo. Y las instituciones, los ignoran. Y, caminamos hacia la desnutrición severa; aumenta el desempleo; la juventud no tiene trabajo (el campo está vedado, cerrado, protegido, vigilado...); crece la exclusión social... Y los políticos, mirando hacia las tabaibas, que les dan mucho dinero por multas a los pobres. Los políticos -y los suyos- no dialogan; y de esto que trato, ¡ni media palabra en los medios y en sus planes! Ya, ni cultivadores, ni pastores; el campo no produce y se van a la capital... Y la hermana madre tierra nos alimenta si la dejan. Las tabaibas, la devasta; también la cultura de la tierra desaparece. Unos pocos amenazan la vida en la isla. Nos han convertido en esclavos. Los pobres, no son ni están en el centro, sino las tabaibas.
El Padre Báez.
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Sobre el comentario de ayer “Discutamos sobre las tabaibas...”, una gran autoridad de esta provincia y capital, cuyo nombre obvio, me mandó el siguiente correo, que les reenvío:

“Gracias, Padre Báez. Me encanta su planteamiento de hoy. La enseñanza del Papa Francisco que recoge es FUNDAMENTAL. Su reto va avanzando. Poco a poco se logrará su insistente propuesta. Un abrazo”.

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94. El rico y el pobre tienen igual dignidad, porque «a los dos los hizo el Señor» (Pr 22,2); «Él mismo hizo a pequeños y a grandes» (Sb 6,7) y «hace salir su sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45). Esto tiene consecuencias prácticas, como las que enunciaron los Obispos de Paraguay: «Todo campesino tiene derecho natural a poseer un lote racional de tierra donde pueda establecer su hogar, trabajar para la subsistencia de su familia y tener seguridad existencial. Este derecho debe estar garantizado para que su ejercicio no sea ilusorio sino real. Lo cual significa que, además del título de propiedad, el campesino debe contar con medios de educación técnica, créditos, seguros y comercialización»[77].
95. El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros. Por eso, los Obispos de Nueva Zelanda se preguntaron qué significa el mandamiento «no matarás» cuando «un veinte por ciento de la población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesitan para sobrevivir»[78]. (de Francisco, en su encíclica Laudato si).

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