lunes, 24 de agosto de 2015

Pedro Urbistondo

Conseguirán las tabaibas, que...
“... el que no trabaja, que no coma... algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada... que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan...” (de la segunda carta de san Pablo a Tesalonicenses 3, 10b-13).
... muertos los cuatro ancianos que nos quedan vivos, y son la tradición, la identidad, la sabiduría, se pierda para siempre lo que sea arar la tierra, surcar un terreno, estercolar un cercado, segar lo que sea, arrancar una pita (y que no te vea el miedo ambiente), cavar la tierra, sembrar, segar, cavar, ordeñar, etc., etc., porque la juventud que tenemos, ni por asomo nada al respecto saben, ni nada de eso se le ha enseñado, y es que los han alejado del campo y sus labores (agrícolas y ganaderas) con fútbol, con drogas, con botellones, con fiestas, con estudios universitarios y títulos, con entretenerlos y darles toda facilidad para la diversión, sin que nadie les enseñen lo que un hombre debe saber, que es sacar la comida de la tierra y vivir con dignidad de sus sudores y trabajo.
Nadie se ha ocupado de esto, y al paso que vamos, cuanto se ha heredado desde siglos, se va a perder por una eternidad, y tanto, que si quedara la tierra libre de tabaibas -cosa que deseo y dudo algún día se consiga, dado el chollo que supone para el cabildo mantenerlas protegidas-, vamos a pasar mucha hambre, mucha degeneración, mucha miseria, mucha dependencia, mucha ruina, muchas enfermedades, mucha depresión y mucho-mucho fútbol para idiotizar o embobecer al personal. De paso, ya no se sabrá jamás a qué huele el retal mojado; se ignorarán las bellezas de las salidas de sol, y el contemplar las estrellas, mirando al cielo; ya no se saboreará el dulzor de las ciruelas, ni la frescura de los tunos, tampoco se sabrá a qué sabe mojarse si llueve, ni ver echar humo a la tierra recién mojada; se ignorarán artes y nombres de animales, se desconocerá el uso de los distintos aperos..., solo habrán tabaibas, tabaibos y tabaiberos, solo se sabrá tabaibear y todo será tabaibocentrismo, todo será de tabaibas y estaremos en Tabaibolandia, y solo habrá que comer de la tierra, la leche de tabaiba, ¡buen narcótico, que te llevará al sueño eterno! Así que estamos a las puertas de despedir cuanto hemos recibido; a punto de perder cuanto nos han transmitido, y dejándonos tierras -si es que se libra de las tabaibas- no se sabrá hacer nada en ella, perdiéndose las posibilidades de sobrevivir o vivir del sector primario, al ignorar que la leche, por ejemplo viene del ubre de una vaca, cabra u oveja, y no de un cartón y empresa; o que las nueces las da un árbol, y no una fábrica de frutos secos. Lamentable, pero a pasos acelerados, sin que nadie frene radicalmente tanto mal como se nos echa encima, y solo vean protección a las tabaibas, ¡lamentable e incomprensible! Y es, que hubo un Sr. Bravo en el cabildo que no salía del puerto; ahora hay otro “menos bravo”, y no hay quién toree los toros bravos que nos cornean: el paro, la crisis, el hambre..., sin ver que en la vuelta al campo (agricultura y ganadería), arrancando las tabaibas está la solución. ¡Que no se enteran! Hacen falta vacas, cabras, ovejas, cercados de millo, de papas, de trigo... ¡y toros, que no sean bravos!
El Padre Báez.
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El relativismo práctico
122. Un antropocentrismo desviado da lugar a un estilo de vida desviado. En la Exhortación apostólica Evangelii gaudium me referí al relativismo práctico que caracteriza nuestra época, y que es «todavía más peligroso que el doctrinal»[99]. Cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo. Por eso no debería llamar la atención que, junto con la omnipresencia del paradigma tecnocrático y la adoración del poder humano sin límites, se desarrolle en los sujetos este relativismo donde todo se vuelve irrelevante si no sirve a los propios intereses inmediatos. Hay en esto una lógica que permite comprender cómo se alimentan mutuamente diversas actitudes que provocan al mismo tiempo la degradación ambiental y la degradación social.
123. La cultura del relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero objeto, obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola en esclava a causa de una deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños, o al abandono de los ancianos que no sirven para los propios intereses. Es también la lógica interna de quien dice: « Dejemos que las fuerzas invisibles del mercado regulen la economía, porque sus impactos sobre la sociedad y sobre la naturaleza son daños inevitables ». Si no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la trata de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de diamantes ensangrentados y de pieles de animales en vías de extinción? ¿No es la misma lógica relativista la que justifica la compra de órganos a los pobres con el fin de venderlos o de utilizarlos para experimentación, o el descarte de niños porque no responden al deseo de sus padres? Es la misma lógica del «usa y tira», que genera tantos residuos sólo por el deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita. Entonces no podemos pensar que los proyectos políticos o la fuerza de la ley serán suficientes para evitar los comportamientos que afectan al ambiente, porque, cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce alguna verdad objetiva o unos principios universalmente válidos, las leyes sólo se entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar. (Francisco, en Laudato si, su encíclica).
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Lo de aquel acampado (Pero Urbistondo) de muchos años atrás con un servidor, es de nota 10.
“Algo en contra al tabaibismo:
Hola Cura:
Yo también estoy deseando verle en persona. ¿Quizá  en alguna convivencia o campamento? Imagino que esto también está prohibido. Por ahora, me voy aquedar en la isla para estar cerca de María mi hija. Estoy trabajando en las plataformas del puerto. Le expondré básicamente por qué estoy de acuerdo con Ud. respecto a la situación actual tabaibera que Ud. denuncia aunque espero que disculpe los defectos en la objetividad y argumentos en la exposición debidos a mi corta visión.
Según F. R. M. un filósofo, el Apocalipsis de San Juan se refleja en los diferentes momentos de la historia. Cuando el poder es arrebatado a los pueblos y substituido por un poder vertical, los jinetes del Apocalipsis serían las consecuencias de la cesión de poder. Imaginemos a las personas constituidas en aldeas, dueños de sus terrenos comunales y dueñas de todas sus decisiones con respecto a sus necesidades legales, fisiológicas, filosóficas, económicas, sanitarias, culturales, estructurales, todas  ellas asentadas firmemente gracias al  esfuerzo común, a la asamblea y la colaboración, a la convivencia, donde la meta es el bienestar común, el amor a los congéneres y la naturaleza, la generosidad y la búsqueda sincera de la verdad (por ej. Como sucedía en su La Lechuza natal). Todos serían ricos y dueños de sus destinos (todos estos valores no son utópicos). El hombre es social por naturaleza, a pesar de que nos quieran convencer de lo contrario. Nadie más que nadie. Esta riqueza  concedería grandes satisfacciones, una riqueza no basada en el poder del dinero, sino en la capacidad de autogestión directa de todas nuestras tierras, de nuestras necesidades, en el esfuerzo recompensado, en el amor al entorno y semejantes. Nuestra ropa, nuestra comida, nuestras casas, tendrían un valor diferente, superior e insustituible.  Como Ud. creo que reivindica, siendo nosotros quienes decidiéramos sobre la gestión de nuestro entorno, de nuestras tierras, como un comunal y usando únicamente los recursos para cubrir nuestras “propias” necesidades (la de nuestra aldea, ej.: Nuevamente su La Lechuza natal), todos tendríamos trabajo en cada comunidad, trabajo libre y no asalariado y todas las comunidades de la isla serían independientes, en todos los aspectos fisiológicos y filosóficos, siendo la política “real”, donde las mujeres y los hombres así como los ancianos tendrían los mismos deberes, como trabajar o decidir cada una de las cuestiones que afectaran a la comunidad como las leyes.  Las necesidades sanitarias y educacionales también formarían parte de las comunidades, los problemas tecnológicos, filosóficos y de organización dependerían directamente de sus individuos. La cultura surgiría de estas comunidades, la creatividad, la pasión por el buen gusto, por el arte y la belleza, por las cosas bien hechas, por el esfuerzo personal, los valores como la voluntad y la búsqueda de la verdad (la búsqueda de la verdad es intrínseca al ser humano, aunque después de milenios de búsqueda solo pudiéramos llegar a una ligera aproximación, una premisa podría ser “amor y servicio”). Suponiendo esta idílica situación, entiendo que F. R.M. ve el Apocalipsis como intervención vertical de un poder central y ajeno que perturba y aniquila todas las bases de convivencia al hacer desaparecer la capacidad de intervención sobre nuestro destino, educación, cultura,  la capacidad de decisión, el sentimiento de propiedad del individuo para con su comunidad, substituyéndolas por leyes impuestas y resguardadas por una policía, cambiando la verdad por la propaganda y las consignas, siendo las élites los dueños de todas nuestras decisiones, también desaparecería el amor por el arte, la filosofía, autogestión, el altruismo, la convivencia, la asamblea. Esto cambiaría el deber para con tu comunidad, para con tus vecinos inmediatos, (ej.: los de La lechuza) por el deber hacia un gobierno vertical lejano. Las tierras comunales, los bosques, los ingenios, los molinos, batanes comunales, serían arrebatados. La resistencia sería sofocada con sangre; la filosofía, educación, arte, etc., también dejarían de ser propias para recaer en élites de este nuevo poder lejano y ajeno que decidiría por nosotros según intereses ajenos a la verdad, que administraría nuestras vidas. Desaparecería substituyéndose por una impuesta y lejana. Nuestros abuelos se convertirían en despojos inútiles, y los pueblos sentirían las ganas de desaparecer, de morir, de tirarse por los barrancos. Los que quedaran serían seres nada, débiles, dóciles, preocupados únicamente por el estómago propio, y por agradar a las élites y no a los hermanos. Seres abúlicos, sin voluntad y sin empatía, sometidos, asalariados y necesitados de  jerarquía, de caudillos. Seres infantiles incapaces, egocéntricos, narcisistas, deprimidos, pedigüeños, pasivos, quejicosos, miedosos y absurdamente consumistas con no más experiencias que las alienadoras aulas y la televisión. Lo que ahora somos.
Seguro que sus campamentos, aportaron en mi persona valores primordiales, como el esfuerzo que me han hecho más humano, de hecho, el hecho de construir nuestra propia comunidad con gran esfuerzo, la convivencia, el contacto directo con la naturaleza, con nosotros mismos, siempre me llenó de una energía y euforia imposibles de igualar en mi vida normal. Tenemos mucho que revisar.

Abrazo Cura.
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Gracias Pedro, Dios te bendiga (y a tu familia). Cordial saludo (sabes, te tengo como a un “hijo”).

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