miércoles, 12 de agosto de 2015

movimiento

¿Movimiento alguno contra las tabaibas?...
“... sembraré mientras es tiempo, aunque me cuete fatigas...” (del himno de Laudes del miércoles III)./ “... ¿quién... sacude su mano rechazando el soborno?...” (del profeta Isaías 33, 13-16)./ “... me persiguen a muerte... traman mi daño... se ríen de mí...” (del salmo 69)./ “... fundirán sus espadas para arados, sus lanzas para podaderas... cada uno habitará bajo su parra y su higuera...” (del profeta Miqueas 4, 1-7)./ “... los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares. Al ir iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas...” (del salmo 125)./ “... los trabajadores, que ganan el pan con el sudor de su frente...” (de las preces de Vísperas del miércoles III).
... ellas son el gran problema, sin duda; ellas nos han traído la crisis del ambiente, la violencia (guerra del sepro y miedo contra el campesino), la exclusión del mismo, la desigualdad, la pobreza, etc. ¿Dónde los intelectuales y académicos que comprometan sus voces? Vivimos la tensión generada por las tabaibas y su defensa o protección exacerbada. Campesinos sin campo (el campo ha sido entregado en su totalidad a las tabaibas, sin más).
Las trasnacionales han devorado lo local, y han destruido nuestro sector primario, ya inexistente, salvo algún resquicio mínimo e insignificante. No hay acceso posible a la tierra, ¡ni al trabajo en ella (la única dadora de empleo, ¡y hasta de sobra!)! Las tabaibas acaparan toda la tierra. Y no hay trabajo posible. Las tabaibas, nos desplazan del agro. El miedo ambiente, el sepro y el cabido reprimen al campesino. Hay que recuperar la economía local (agricultura y ganadería), para salir de esta crisis, que crece de día en día cada vez más. Las tabaibas nos deforestan, al ser ellas excluyentes y las únicas en todo el territorio insular (y en el archipiélago). Perdemos biodiversidad al galope. Sufrimos, un auténtico genocidio, un terricidio tabaibero. Las tabaibas descartan a niños, a jóvenes..., ¿qué futuro nos aguarda? ¿No vamos a recuperar la tierra para el cultivo, la agricultura y la ganadería? ¿Qué frutos -de verdad- comemos producidos en nuestra tierra (nos engañan diciendo es de este u otro lugar de aquí, y en esos lugares no se cultiva nada de eso; y hasta envasan con falsedad de datos, con total impunidad)? Si alguien osa o se atreve cultivar algo, es de inmediato perseguido, castigado, sancionado o/y multado por el sepro y medio ambiente, de donde el cabildo engrosa sus arcas con dineros sacados (robados) a los más pobres. Es decir se reprime y criminaliza cualquier acción natural en el campo, como grave delito ambiental, cuando es justo todo lo contrario, pero según legislación a favor de ellos, nada se puede hacer, sino pagar, la cárcel o suicidio (real y cierto). Las tabaibas, nos han excluido de la tierra, del trabajo, de la vida social, de la cultura del agro, etc. Y lo peor de todo: no hay interlocución campesino-cabildo. Jamás uno solo de estos ya cercanos al millar de comentarios tabaiberos, tuvo la respuesta de ninguno de los citados, cual si nada pasara, nada se dijera, y nada aportáramos (¡y me leen todos ellos!). Es decir: un silencio, más que mudo (¡y mira que todos ellos reciben diariamente estas diatribas!). Por supuesto,  la prensa -comprada por ellos- nada, absolutamente nada dicen de lo que un servidor lleva dos años -diariamente escribiendo (¡y reciben mis escritos fiel y puntualmente!, pero... ¡caso omiso!)-. Y, lo repito: el campesino se ha quedado sin campo, sin tierra (les hablan de campos de fútbol y de las incidencias en los mismos [y fuera de ellos], todos los días, fijo).
El Padre Báez.
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98. Jesús vivía en armonía plena con la creación, y los demás se asombraban: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). No aparecía como un asceta separado del mundo o enemigo de las cosas agradables de la vida. Refiriéndose a sí mismo expresaba: «Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen que es un comilón y borracho» (Mt 11,19). Estaba lejos de las filosofías que despreciaban el cuerpo, la materia y las cosas de este mundo. Sin embargo, esos dualismos malsanos llegaron a tener una importante influencia en algunos pensadores cristianos a lo largo de la historia y desfiguraron el Evangelio. Jesús trabajaba con sus manos, tomando contacto cotidiano con la materia creada por Dios para darle forma con su habilidad de artesano. Llama la atención que la mayor parte de su vida fue consagrada a esa tarea, en una existencia sencilla que no despertaba admiración alguna: «¿No es este el carpintero, el hijo de María?» (Mc 6,3). Así santificó el trabajo y le otorgó un peculiar valor para nuestra maduración. San Juan Pablo II enseñaba que, «soportando la fatiga del trabajo en unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en la redención de la humanidad»[79].
99. Para la comprensión cristiana de la realidad, el destino de toda la creación pasa por el misterio de Cristo, que está presente desde el origen de todas las cosas: «Todo fue creado por él y para él » (Col 1,16)[80]. El prólogo del Evangelio de Juan (1,1-18) muestra la actividad creadora de Cristo como Palabra divina (Logos). Pero este prólogo sorprende por su afirmación de que esta Palabra «se hizo carne» (Jn 1,14). Una Persona de la Trinidad se insertó en el cosmos creado, corriendo su suerte con él hasta la cruz. Desde el inicio del mundo, pero de modo peculiar a partir de la encarnación, el misterio de Cristo opera de manera oculta en el conjunto de la realidad natural, sin por ello afectar su autonomía. (de la encíclica Laudato si de Francisco).

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