Viaje a las islas de las
tabaibas…
“... un huerto bien regado... herencia de tu
padre...” (del libro de Isaías 58, 9b.-14).
“... sus viñedos... sus higueras... sus ganados...
sus rebaños...” (del salmo 77).
“... pastoreaba el rebaño... el rebaño trashumando...
tierra que mana leche y miel...” (del libro del Éxodo 3,
1-20).
“... rebaños de ovejas y toros...” (del salmo
8).
… antes conocidas como islas canarias. No es esta una
mala promoción turística, ¡digo! No sé, me lo parece. Y así como en otros
lugares ofrecen lo que tienen, nosotros les ponemos en contacto con la leche de
tabaibas y con el tabaiberismo más puro.
Y así, se les pueden ofrecer la vista
al topónimo “El Tabaibal”, y si no quieren abandonar la carretera, pueden
disfrutar de ellas desde los coches y sin bajarse de ellos. Todo sea promocionar
turísticamente lo único que producimos, pero que nadie tome leche de tabaiba,
porque entonces habría que celebrar su entierro y funeral. Así que tabaibas al
poniente, al saliente, al norte y al sur; por todas partes. Hay que sacarles
algún rédito turístico, y carteles en distintas plantaciones, que si amargas
unas y dulces las otras, y el cuento del chicle y el engó (no sé si se dice así, para pescar
que usaban los guanches [¡eso!, ¡demos algo de cultura!]). Que en los mapas,
aparezcan los distintos y variados tabaibales, y hay ejemplares con un metro de
ancho su tronco y ocho el ramaje, con 3 de ancho (confróntese mi libro: Alma Guanche, donde muestro foto y
lugar de la misma entre Tasarte y Tasartico). Por entre postes eléctricos y
degollada arriba, para descender hasta ejemplar único por excelencia, y donde
las lapas como restos de comida de los guanches, que ya a su sombra se reunían,
y así lo pudo comprobar un grupo de senderistas que me acompañaron y están en
fotos en dicho libro (de cerca 400 páginas). Y toda vez que ya no hay rastrojo
alguno o restos de trabajo campesino que nada cultivan, que tenemos tierras,
como el agua del mar por todas partes, pero son tierras vacías de todo y llenas
de solo las tabaibas, que te vuelves loco buscando dar una razón de su número
incontable y no las hay, sino las de recaudar el cabildo por ellas, al ser
molestadas por cualquier humano, y nunca ningún animal, porque huyen
instintivamente de ellas, salvo si son dulces y los conejos tienen mucha hambre
por sequías o parecidas. Y desde la costa y a la redonda hasta las altas
montañas se empinan y no desprecian barranco alguno, ni teso, ni nada, se
adaptan a todo terreno y clima. Ya, ni burros, ni vacas, por citar dos animales,
que ningunos hay (solo perros [pero tampoco la leche de perra -como la de las
tabaibas- es bebible o tomable]).
El Padre
Báez.
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No,
no son malas recomendaciones, las del amigo y hermano sacerdote, unas y
otras:
“...
cuídate y a ver cuándo en tu casa o en la mía tomamos una lechada, pero no de
tabaiba que sé que quema, no te olvides de rezar por los amigos y también por
los del cabildo...” (F. M.).
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