jueves, 18 de agosto de 2011

Unidad.


Otra de las grandes lecciones que nos dan estos millones de jóvenes -muchísimos no pudieron venir, aunque lo deseaban- es la unidad.

Partamos del Dios único, que trino se nos abre en el amor. De tal manera que el amor de tantísimos jóvenes a Dios se convierte en un testimonio en el mundo (desde Madrid), de unirse todos en Jesús, aún viniendo de los cinco continentes y todos los países.

Solo el pecado rompe la unidad, son los segregados o separados. Pues, el universo en su diversidad, es la obra de Dios, que quiere esa enorme multiplicidad unida. Para ello, el hombre -los hombres- han de mantenerse unidos a Dios, reconociendo en ello su dependencia de Él.

Rehusar esta fidelidad a la unidad, es el pecado mayor; los hay que se igualan a Dios, y para ello, niegan a Dios, y rompen con Él y su Iglesia, que son las fuentes de la unidad. De ahí, al romper con nosotros, vienen las divisiones, y lo rompen todo (matrimonios, vida, la fe...), ¡van a su aire!

Estos millones que han venido o han quedado sin poder venir -pero que lo están en espíritu, y gracias a los distintos Medios de Comunicación, que se vuelcan sobre la JMJ, como el mayor acontecimiento mundial-, buscan la unidad, al venir hasta el Santo Padre, el Vicario de Jesús, un hombre escogido por Dios, como el nuevo elegido (como en otro tiempo: Noé, Abraham, Moisés, David..., al que pone como modelo de fidelidad y tiene por fin la unidad; esa es su misión como sacerdote y Obispo de Roma.

En torno a su figura, se reúne y unen las naciones y se unen en el culto verdadero al Padre, único Dios y Creador de todo y todos. Y viene -Benedicto XVI- como en nuevo David, el nuevo Jesús, a apacentar al rebaño, del cual ha sido constituido cabeza y cimiento. Por supuesto, que el elegido es el Hijo de Dios, que une a los que lo aman y creen en Él, a los que les da el Espíritu Santo y su madre. Y los alimenta con un solo pan, y así hace un solo cuerpo, y los inserta con carismas distintos en el solo cuerpo que es su Iglesia, como piedras vivas.

La unidad, que se ve desgarrada y rota por los cismas, sectas, herejías, librepensadores, creadores de nuevas “iglesias”... Pero, la única Iglesia, confiada a Pedro (al Papa), es la Iglesia unida, que permanece en el amor de Cristo y observa fielmente su mandamiento de amor (¡hay que ver cómo odian, los condenados: insultan, agreden, odian, ofenden, mienten, confunden, están endemoniados...).

Precisamente porque estamos unidos -los que estamos- es porque se revela al mundo el amor al Padre, en esta JMJ, en la que estos jóvenes manifiestan -sin ser forzados-, porque es un regalo de Cristo, que estando unidos, impregnan el mundo del amor de Dios y ese es el deseo de Cristo Jesús.

El Padre Báez, que muestra las caras y trasfondo de lo que algunos no ven, ni trascienden, y se quedan en la cáscara.

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