martes, 16 de agosto de 2011

De Madrid al cielo (¿Cielo?)


Es una frase castiza, para dar a entender las maravillas de Madrid; y un servidor que hizo allí, en la Universidad de Comillas la Licenciatura en Teología, especialidad en Historia de la Iglesia, recuerdo que jamás antes vi un cielo rojo, en una puesta d sol que fotografié y no hay en toda Canarias, una panorámica igual, recuero fue por la zona residencial junto a Alcobendas -La Moraleja-, una tarde bellísima como nunca antes ni después, otra encontré. Y aunque me vine sin ir al Prado, ni en el Retiro, nada se me perdió, intuyo, que a dicha frase, hace de Madrid, algo así como un  paraíso o un lugar idílico.

Recuerdo también a aquel viejo alcalde -que tanto me recordaba a Don Juan Rodríguez Doreste- socialista: Tierno Galván, que incitaba e invitaba a los jóvenes a la movida madrileña, instándoles a colocarse (a drogarse, para pasarlo bien), sin caer en la cuenta el viejo profesor, los metía no en ningún paraíso, ni cielo, sino en el mismísimo infierno de la droga.

¡Qué distinto, cuando otro anciano, el Vicario de Cristo, el Santo Padre, el Papa, Benedicto XVI, los convoca y a su llamada, la respuesta es mundial (o católica), los pone a su escucha, porque éste, no viene a drogarlos, sino a liberarlos, con Jesucristo y su gracia, con su palabra y perdón, con su gozo y alegría. Una Iglesia -la de Jesús-, que tiene asegurada su continuidad en esos millones de jóvenes que toman el relevo de los mayores, fieles a la tradición, sin prestar atención a voces extrañas, porque encontrado el pastor, pasan de ladrones y bandidos, en decir del Evangelio!

Madrid, se convierte ahora sí, en esa frase, “desde allí al Cielo”, pero un “cielo” sin droga en la tierra, sin desviaciones morales, sin crímenes y asesinatos a no nacidos, sino un cielo, donde solo cabe la justicia y la paz, la alegría y el perdón , el amor y la humildad, la verdad y el servicio,  con el  escuchar y obedecer, al mensajero que nos trae la paz.

¡Y qué hermosos son los pies del que sobre los montes -como dijera Isaías-, anuncia la buena nueva, que trae este alemán convertido en cabeza y cimiento de la Iglesia. El es la garantía de la verdad, Él es el dulce Cristo o el otro Cristo, que nos trae y anuncia la salvación y la gloria!

Y, aunque nada dijera el santo Padre, con su sola sonrisa y dulce mirada, con su gesto de anciano feliz, ya predica, porque si es verdad el dicho que más vale un gesto que mil palabras, sobran las palabras, y venidos de las lenguas y países más diversos y distantes -eso es catolicidad o universalismo- sin entender las lenguas que el Papa en polifacéticas lenguas hablara, basta el verlo, para saber sin más, se está ante quien representa a Dios en la tierra, con su sola mirada acogedora, y su sonrisa paternal. Para un servidor el mejor sermón -¡es un decir!-, es su sola presencia. Sin altanería, con humildad, portador de palabras de vida, con la fidelidad al Maestro a quien representa, con su acogida y con sus gestos, ya bastan para aumentar la fe, y fortalecerla.

Por eso, vale lo del “de Madrid, al Cielo (ahora con mayúscula)”; pues otro camino no nos viene a recordar y señalar, recordando al que se definió, como “camino, verdad y vida”: camino, porque lo demás son atajos que hasta desvían; verdad, porque medias verdades son mentiras; y vida, porque la gracia vivifica, y solo es la Iglesia portadora de ella.

El Padre Báez, que se congratula al ver la vitalidad de la Iglesia, que peregrina entre enemigos, que separándose de ella, solo saben odiar.

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