viernes, 4 de marzo de 2011

VUELVEN LOS GUANCHES:

     
    O nos los devuelven, que es lo mismo. Me refiero a que de Madrid, a Tenerife, han devuelto a tres de ellos, pero no el guanche pelirrojo, joven él, que lo retienen en el Museo Nacional de Antropología, frente a la estación de Atocha, a donde llegó, después de que se lo llevaran -según parece-, de entre las más de mil momias que habían en el Barranco de Herques, en Tenerife. No sabemos cómo, pero se tiene una primera noticia de su llegada al entonces Real Gabinete de Historia Natural, a través de un tal Pedro Franco Dávila, que da cuenta del hecho. Pues, la Real Biblioteca fue su primer paradero, hasta que pasó al Gabinete. Era el día 3 de octubre de 1776, y la orden la dio el Rey Carlos III, donde permaneció, y desde allí fue llevada –la momia- al museo Velasco en 1895 (casi 120 años después)...
 
    Este joven, sigue en Madrid, ¡y mira que di ruedas, para ir a conocerlo, y poder traerme una grabación en vídeo-televisión, pero con tan mala suerte, que la sala estaba de remodelación, y no se podía visitar, sino meses después (lógicamente, no volví); tampoco me iban a dejar fotografiarlo (me dijeron), y es el caso, que solicité hablar con el hueso –perdón- con la directora, una tal Pilar de dobles apellidos, muy largos -como su cara-, que para tratar de convencerla, haciéndome el humilde, suplicándole que venía desde tan lejos, a “conocer” a un paisano, que bla, bla, bla, que uno –un servidor- le dije, es estudioso del tema, que autor de varios libros –al tiempo que le (dije) le regalaba uno de los muchos que tengo publicados sobre los de mi raza y condición, le pongo mi ejemplar o libro “Alma Guanche” en su mesa, lo cogió o tomó, le echó un vistazo, y me atendía con cara de hierro, para decirme una y mil veces que no, que en Tenerife había un diputado que se lo quería llevar, que ella eso no lo permitiría –sabía que aquí, por un tal Millares que pintó en sacos y tablas algo como de basurero, y que como reclamo para que visitaran la “exposición del Manolo éste”, habían puesto momias, y que si ese era el trato que se le daba aquí, que no, ¡ni verlo! Entonces, intenté –ya que no lo podía ver, ni fotografiar- le pido al menos si hay algo publicado, tarjeta, folleto o libro, donde estuviera la momia del joven guanche, y me dijo: que a la salida, hay un mostrador y en un folleto (que luego compré, por 0,60 céntimos de euros), me dijo: “¡compre uno!” Sobre la marcha dándome cuenta, que ni siquiera en justa reciprocidad, me lo regalaba, como yo había hecho con un denso libro de 340 páginas, mi “Alma Guanche”, cojo mi libro, y me lo traje, dejándola boquiabierta. El folleto que compré de 18 páginas, solo traía una foto en blanco y negro de nuestro hermano guanche, y me quedé con las ganas de conocer al pelirrojo que sigue en Madrid.
 
    Y éste, corrió con mucha suerte, no se si por su físico, su color, su planta, etc., porque según se creía en la época, quien comiera guanche, se volvía guanche, o como un guanche; de ahí, que miles y miles de guanches, fueron triturados, y hechos polvo se consumían cual si de un licor o manjar se tratara, con la creencia, que se iba a reproducir: la energía, la fuerza, el honor, la valentía, la estatura, la belleza, etc., cualidades todas de los guanches, bien conocidas por todos, porque nunca olvidaron, y siempre lo supieron, nunca hubo en el mundo nadie de mayor belleza física (basta verlo desnudo, al pelirrojo mostrando su virilidad en todas sus facetas), ni que resistieran tanto (¡un siglo!), a unos conquistadores sin alma, ni físico, sino piltrafas humanas, que en sus ignorancias posteriores, creyeron que comiendo polvo de guanches, se volverían como ellos, por lo que nuestras momias, en su inmensa mayoría desaparecieron en los estómagos de estos antropófagos del pasado más reciente fuera de las selvas.
 
    Cierto, que unos pocos -¡y son muchos!-, escaparon de ser “comidos”, y diseminados por el mundo, andan muchos guanches (momificados), fuera de su tierra, de su gente, de su ambiente y cultura. Solo una cuarta parte de los guanches en Madrid, han sido devueltos, quedando en la capital de espakistania, todavía –que se sepa- por lo menos nueve (incluido el pelirrojo, de cabellera rizada). Los tres que han devuelto, lo han hecho, porque vienen mutilados, y no les interesa -¡ah avaros!-.  Son los resto de lo que queda de un varón y dos féminas anteriores del siglo XV, y vuelven muy deterioradas (las momias), pues fueron objeto de prácticas de medicina legal de la universidad complutense de Madrid, y estudiaron con ellas, hasta anatomía (¡ya verían las diferencias!), según parece. Trabajo ha habido para recomponer los cuerpos citados. También estas tres momias, como el pelirrojo, son gente joven, entre los 20 y 30 años, en un más o menos.
 
    No se si el Sr. Ricardo Melchior, tendrá la suerte que un servidor no tuvo, pues al menos lo intenté –ahora recuerdo mi lucha y cómo la gané y que devolvieran desde Madrid, nuestro ídolo de Tara, que fue para no volver, pero dejemos esa historia, que está en las hemerotecas de los periódicos y acuda allí el que quiera conocer aquella odisea- y se trae o le mandan a Tenerife a ese guanche, que es orgullo de una raza y de un pueblo (el nuestro). Claro, que si el Antropológico Nacional de Antropología de Madrid, pierde esa joya física, el Museo se les queda “vacío”, pues es la joya de la corona, algo fuera de lo normal; pues ya lo dijeron los normandos en 1402: “... irán al mundo entero, y no encontrarán a gente de mayor belleza física tanto hombres como mujeres, ni de mayor inteligencia...” Perderían la “pieza” mejor y mayor, por eso se resisten, pero según tengo entendido, tienen las de perder, y más tarde o más temprano, ese guanche de Tenerife, tiene y debe regresar a su casa, entre nosotros, los suyos. 
 
    El Padre Báez, que da la bienvenida a los tres guanches regresados hace unos días a Tenerife, y espera no pase mucho tiempo, para ir a Tenerife y poder ver y conocer a mi paisano, ese pelirrojo que estuvo casi trescientos años en Madrid, y regresa a su tierra (de donde nunca debió haber salido), pero –si vuelve- nunca es tarde, si la dicha es buena. Lo esperamos (al menos un servidor, que espera no morir sin verlo), ya que fui ex-profeso a conocerlo a Madrid, y no me lo permitieron (tengo grabación televisiva de lo que aquí cuento en breve resumen).

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