miércoles, 23 de marzo de 2011

ESTO DUELE:

   
 
    Que Vd., compre un periódico, para ver el careto de un tal Simon Richards, y que a pie de foto le pongan la frase suya, que dice así: “hay que plantar árboles que den sombra”, es como para preguntarse, pero ¿y qué quieren vendernos? ¿Acaso no compramos toda la fruta que comemos al mundo entero, y llegan desde los dos polos, sin abandonar el ecuador o el trópico todo?, ¿o acaso es poca la sombra que tenemos que tenemos toda la isla plantada de árboles que otra cosa no dan sino sombra, para que venga alguien de fuera a decirnos, que sigamos plantando árboles que den sombra? Pues, ¡lo que faltaba! ¿Por qué no árboles que den fruta?, ¿es que vamos a comprar y comer sombra?, ¿se come la sombra?, ¿acaba con la crisis la sombra? ¿Es tanto el sol, que nos achicharra y hay que plantar árboles que den sombra por todas partes, sin más?, ¿por qué no árboles frutales, que dan comida y también sombre de paso?, ¿es que los árboles frutales no dan sombra además de la fruta? Pero y el periódico en cuestión, ¡le sigue el juego a quien viene a decirnos tamaño disparate, y le subraya la frase, como si esa fuera la solución de todos nuestros males!
 
    Pero si la frasecita el de antología, prepárense para las tres preguntas –cuatro- que le hacen al científico que nos va a sacar de la miseria. Tres preguntas, que filosóficamente profundas, son también de premio al periodismo de investigación. Tres pregunta, que cualquiera del campo y analfabeto, hubiera contestado, sin tener que ir tan lejos a buscar la respuesta. Pues se las hacen al director del Richmon Park de Londres; y espere Vd., para que oiga preguntas tan profundas como trascendentales, de buen periodista; son éstas:
 
    1 Como hay poco dinero ¿en qué sentido puede afectar esto a los parques, porque lo primero es lo primero, no?   
    2 Se puede traer un parque inglés y plantarlo en el Tabaibal (antes Canarias), sin la niebla y el frío de ustedes allá?
    3 Dijo Vd. -en su charla o conferencia-, que hay que plantar árboles que den sombra, ¿con el hambre que hay? y
    4 Como aquí llueve poco, ¿qué tipo de plantas habría que plantar en Tabaibal, y más en concreto en el Gran Tabaibal?
 
    Ahora, las reepuestas: a la 1: Si no hay dinero para comer, ¿cómo va a haber dinero para plantar plantas que encima no dan comida, pues Vd., verá amigo mío?
    A la 2: imposible pero de ninguna manera, porque es absurdo y no tiene lógica, traer a Tabaibal un parque ingles; Vd., parece tonto; pero ¿de verdad ha pensado la pregunta idiota que me ha hecho?, ¿un parque inglés en el Tabaibal? Sí y una platanera en la cumbre, ¡no te digo! Vd., ¿dónde estudió periodismo?, ¿o es que no es periodista?
    A la 3: hay que plantar árboles que den sombra, para que así sigan comprando fruta a todo el mundo, porque si plantan árboles frutales, entonces, ¿qué les vendemos? Hacen bien sus autoridades, que además ellos “engordan” con eso del puerto. Y...
    A la 4: Aquí, además de tabaibas, pueden plantar: beroles, escobones, madroños, pinos, ¡muchos pinos!, ¡más pinos!, escobones, acebuches, viñátigos, fayas, brezo, eucaliptos, cipreses, álamos, cobesos (o codesos), retamas, zarzas, cañas, pitas, etc., etc.
 
    Pues éstas tenemos: Hay que plantar árboles que den sombra, y echarnos a la sombrita, ¡y a vivir de oír cantar a los pajaritos (si es que queda alguno, ¡a no ser los azules!), y ver pasar las nubes, y las horas, y que planten árboles frutales los del mundo, y nos vendan sus frutas, y nosotros, tumbaditos todos a la sombra de nuestros árboles no frutales.
 
    Pero, un servidor, quiere ser serio y decir la verdad, no crean ustedes esto es mentira; es la pura verdad. Aquí no hay ficción (por no hacerle publicidad al periódico no les dejo el día y página, pero como Dios que está en los cielos); sin ficción alguna, que lo de los árboles que hay que plantar son los que dan sombra, eso es cierto y verdad. Y también es cierto, que en el congreso nacional de parques y jardines celebrado en Las Palmas de Gran Tabaibal, la única verdad que se dijo de valor, fue ésta: que el césped, es in-sos-te-ni-ble, por la mucha agua que necesita. Pues a ver si arrancan todo ese cesperío que hay en torno a la “leidy harimaguada guanche de hierros blancos retorcidos”, ahí y en su entorno, para entrar a Vegueta , en frente, antes y después, que siempre pensé: ¡que lástima no sea millo, o papas, con el agua que se traga, o sementera para un ganado o rebaño!; pero ¡no señor!, y mira que en las islas hermanas, esas zonas así, las llenan de tierra de distinto color, de picón, de piedras, y eso a los turistas que huyen de lo verde de sus fríos países, les encanta ver algo sahariano o desértico, pero es que están en Babia, tiene que venir un inglés a decirnos que el césped, no son lechugas, y que hay que seguir plantando pinos. Pues esto segundo, seguro que les van a hacer caso, y no hacía falta se lo dijeran, pero lo del césped, creo que lo ponen artificial en los campos de fútbol y detrás del señalado o dicho una cuadrilla de jardineros, compuesta por media docena de miembros y miembras, a diario, sin contar el capataz, el encargado, el botánico, el jefe, el concejal, la maquinaria de corta césped, y mangueras por un tubo, y botas de agua, y guantes, y gafas y cigarros, ¡muchos cigarros!, con el peligro que prenda fuego algún trozo de césped seco, pero ¡allá ellos! El inglés, al que se le pagó: comida, viaje, hotel, excursiones, y dinero por su ponencia, se marchó diciendo dos cosas: planten pinos y arranquen césped; pues le harán caso en la mitad, solamente, es decir en lo de los pinos, que aunque hubiera dicho ,o contrario, no les iban a hacer caso.
 
    Pero, a cada uno, lo suyo: y es que el de los pinos, fue un tal Douglas Dreher Andrade, arquitecto él, que dijo –es ecuatoriano- que en la urbe, o capital, es importante, a la hora de elegir lo que se planta, se plante pinos. Los pinos –dijo- son excelentes.
 
    Pues, estas tenemos, así que en breve, pinos en la cumbre, y pinos en la urbe; es decir la isla toda, llena de pinos y si no le gustan el nuevo nombre “GranTabaiba”, que le ponga “Gran Pinaria” o “Gran Pinerío”.
 
    El Padre Báez, que se asombra al ver que como teníamos pocos pinos, se nos anima a plantar más, y ahora, hasta en la costa. Pues, ¡comamos pinocha! Y como ella no arde, ¡seguro contra incendios!

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