domingo, 20 de marzo de 2011

UNA VIDA AL REVÉS:

  
 
    La nuestra, ciertamente, sí que es una vida al revés; más parece una vida de locos. Algo así como si se rieran de nosotros. No, no es normal, que te prohíban tocar el campo donde siempre se cultivó la tierra, y que en su contra, la prensa loca o local que tenemos, en lugar de enseñarnos cercados en el interior y fincas totalmente vacías de cultivo y llenas de maleza y de arbustos protegidos, nos enseñan huertos capitalinos con cebollas, calabacinos, lechugas, judieras, coles, etc.; y ahora, viene el recochineo: a todo esto que se cultiva, teniendo las calles al lado, por donde suben y bajan -a todo gas-, echando humo por los tubos de escape: camiones, guaguas, coches, motos y cuanto se mueva en rueda o salga de detritus, más el tabaco de los fumadores, todo eso, va a parar a las plantas de esos huertos capitalinos –dícese en Hoya de la Plata, en El Polvorín, en Siete Palma, etc.– ¡Vaya lugares para plantar!, pues a todo eso, lo llaman “agricultura ecológica”. Es decir ahora resulta que ecológico es lo que se cultiva en medio de la contaminación, donde la basura y el riego ya se sabe de donde viene. Porque yo creía, que ecológica era la agricultura alejada de la contaminación, y regada con agua del cielo, represada o estancada; pero ahora resulta, que en -este mundo al revés-, el campo se vacía de agricultura, y entre calles y calles, por donde es asfixiante el respirar, es donde florece y resurge la nueva agricultura.
 
    Y, se nos dice, que el ajunta y miento de la capital, tiene entre sus calles 18 huertos, o parcelas urbanas, donde no se construye, sino que se planta, pero todo esto, pensando en la economía (se prohíbe tener cabras y ovejas, burros y vacas en el campo, y en la capital –será para estercolar con la mierda de perro, ¡tan superabundantemente!- se va a prodigar la agricultura, pero no de  subsistencia, sino para la economía, es decir, para llevarla al mercado, y así hacer algunos euros, que ayude a salir de la crisis. Es decir, la solución, no es el turismo que nos entra por el Puerto de la Luz, sino desde la agricultura que sale de entre las calles. Pero, no acaba ahí el asunto de la ecología capitalina, donde perros, aguas de pozos negros, humos y gases, contaminación y ácidos, óxidos y venenos, detergentes y jabones, donde toda la basura de la capital, va a parar a esas huertas, que sustituyen a las del padre o abuelo, que abandonaron a la fuerza, para plantar en ellas pinos, y dejar nacieran zarzas y retamas, sustituidas ahora por lo que debiera ser parque o lugar de paseo y juego. En la capital, están plantando “hortalizas ecológicas”, ¡no te digo!
 
    Pero, viene lo bueno ahora: que no es algo que no esté bien organizado, ni nada de eso, que hay profesionalidad, y así la mano de obra es de señoras jubiladas, que en la edad del júbilo o de la alegría, se dedican a plantar hortalizas, en lugar de regar sus macetas de flores, y en lugar de los jóvenes que ni ni, ni ni, que fuman y se drogan y de carnaval en carnaval con preservativos regalados por el Ajunta y miento, tienen a sus señoras madres o abuelas, con el sacho y rastrillo (¡a ver quién en la vida, vio jamás en el campo-campo a nadie con un rastrillo entre surcos y surcos, pues aquí, en la nueva y revolucionaria, pura y limpia agricultura, no se sabe lo que es una azada, y  menos una fucha!, y ¿qué decir del pico? Pues, estas tenemos; pero no acaban aquí las sorpresas, y es que a todo esto hay que añadir, que contrario al campo-campo, donde la agricultura no tiene días, ni Domingos o festivos, porque es el tiempo el que marca el ritmo, según esté para coger, sin esperar a nada, en esto de los huertos urbanos –¡deben tenerlos bien protegidos, porque con el hambre y paro, con la crisis y la miseria, no creo nada llegue a su plenitud, sin ser robado antes!-, que digo o venía a decir, que la cosa esta de “trabajar” en la tierra, o en el campo agrícola capitalino, no es cosa de todos los día, ¡ni mucho menos!, que solo es cosa de dos días a la semana (¡sabido es lo agotadoras que son las faenas del campo!) y ello, haga mucho sol, o llueva, que eso de rastrillar la tierra entre ajos y tomates, brócoli (¡me matan y no se lo que es -y eso que uno se crió en el campo-!), pues que entre remolacha (yo, nunca las cultivé), y puerros (¡tampoco!), digo que este trabajo para desempleadas que se “socializan” –dice la prensa periodística- se socializan con esta oportunidad, con rastrillos en ristre (¡mejor cogieran una guagua y las llevaran todos los días al campo-campo, lejos de la contaminación, gases, humos y demás!), que los martes, miércoles, viernes, sábados y Domingos (los Domingos para ir a Misa y porque es el día del Señor, no se trabaja, que si hubiera que hacerlo por no perder la cosecha, no sería pecado), que los días señalados no se trabaja en socialización agrícola, sino los lunes y los jueves, y descanso cinco días a la semana, ¡toma trabajo duro!
 
    Pero, tengo otro “pero” informativo, y es que no crean mis lectores, que esto es cosa de libre albedrío o cosa semejante, o está al frente algún enteradillo, que se vino a vivir a la capital y nostálgico porque dejó atrás sus alpendres, estanques, tierras y demás, ¡no!; que al frente de esta gente capitalina trabajadora en huertas urbanas, y que son muy ecológicas, sin tizne, sin manchas, sin polvo, sin nada contaminante, digo que al frente de estas laboriosas damas, metidas en la vejez a cultivadoras o a agrícolas, están como asesores, que les explican, y enseñan, y dirigen, y guían, y conducen, y llevan de la mano, sendos técnicos agrícolas municipales (de esos que saben mucho de jardines, y de ahí los rastrillos), que dicen cómo hay que cuidar a las hortalizas, que si yo tuviese que sustituirle un día, les diría a las plantadoras: “¡señoras mías, en la capital nada de eso se puede hacer, sino en el campo, y si puede ser de los 300 metros de altitud para arriba, mejor que mejor; y mejor si es en torno a los 800 metros sobre el nivel del mar, mejor que mejor, donde solo da el sol, y cae la serená de la noche, y la lluvia sin ácido y todo es limpio y puro...!”; pero no: esto de los técnicos municipales agrícolas que saben de plantar entre coches y tubos de escape, que echan a las plantas veneno (¡a ver si me acuerdo de cuando estudié el bachillerato!): gases tóxicos, humos, gases de motores, monóxido de carbono, óxidos de azufre, óxido de carbono, metano, ozono, etc., etc., que cae en las hortalizas de la capital gracias a los automóviles y demás contaminantes (guas, aire, ambiente, etc.), que consumidas o comidas después de estos “abonos”, matan más que dan vida.
 
    ¡Ah, “me se olvidaba” -como dicen en espakistania, los que son de pueblo-: que no trabajan todo el día, sino unas horas (dos días a la semana). Pues, así es como comenzamos a salir de la crisis. Otro día, les hablo de los huertos escolares (los niños, en lugar de aprender religión, matemáticas, comprensión de la lectura, etc.), plantan garbanzos, y recogen calabazas; ¡no te digo! Los escolares, también como campurrios, plantando coles y millo, en lugar de estudiar.
 
    El Padre Báez, que asombrado comenta el disparate que están haciendo con plantar de todo al lado del Corte de Inglaterra, en el Polvorín donde todo huele a zotal, y en 16 sitios más, que no digo dónde para que no vayan a robar y se envenenen.
 

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