martes, 29 de marzo de 2011

LOS HOMBRES DEL CAMPO Y LOS DE ...:

     
    Dice el refrán, que “más sabe el diablo por viejo, que por diablo”; y viene esto a cuento, porque el hombre del campo, por más que sea analfabeto o lo parezca, parezca y sea un maúro del campo, sea bruto y basto, y para firmar pida la almohadilla para manchar el pulgar y llevarlo a donde le ponen una “x”, ese hombre sin estudios y con apariencias de ser un perfecto ignorante, sabe más que estos de ..., del Gobierno de Canarias, que uniformados y cargados de títulos como los de: biólogos, botánicos, ingenieros, técnicos, capataces y otras mandangas, éstos sí que son unos perfectos analfabetos, burros y hasta bobos, y digo esto en base a muchísimas razones, aunque por razón de la brevedad, solo pondré un ejemplo.
 
    Y es el siguiente: cualquiera que salga a la cumbre, y se asome a algún barranco, y más si es sombrío y hay humedad, allí se va a encontrar con las famosas orejas de gatos, que como se ve, son propias de alturas, lugares mojados y de poco sol; pues bien a estos “talentosos” cargados de títulos del ... del Gobierno de Canarias, no se les ocurre sino plantarlas y replantarlas y volverlas a plantar –a pesar de ver una y mil veces que todas al cien por cien, no pegan ni una-, pues erre que erre, junto al mar, y más en concreto por donde vivo, para no citar ninguna área comercial, está el entorno lleno de esos círculos o pocetas, donde las plantaron y volvieron a replantar en número de muchos miles y miles de ejemplares, sin que ni una haya pegado o prendido.
 
    Y ello, porque siendo plantas de humedad y altura, las ponen cerca del mar, y en solanos; más aún en tosca dura y toba, cual si esa fuera la tierra y latitud que necesitan para darse como es debido. Y en ello, sobra decir que llegan a plantar a las 10,00 de la mañana, desayunan a las 11,00 y las 13,00 ya están recogiendo para salir a las 15,00 y en ello grupos de mujeres y hombres charlando, fumando y hablando por el móvil que te pego; eso sí perfectamente uniformados, y bajo el mando de los técnicos antes señalados, con material para hacer hoyos, macetas y mangueras, plantas y forros de plástico con cañitas indias y otros enseres propios, con coches, todos terrenos, rancheras, camiones, cubas, etc., etc.. Y a pesar de ver el resultado, siguen y siguen plantando lo mismo, en el mismo sitio.
 
    Recuerdo no hace mucho, un feligrés de Cazadores me decía: “Sr. cura, pero si en el mismo terreno, no se puede plantar lo mismo, si una parte es solana y otra umbría, y hay que tener en cuenta la corriente del aire, y la constitución del terreno, y según y sea la tierra y zona y otras características se planta esto o lo otro”. Pues ha hablado un catedrático; no en vano se habla y dice agri-cultura o cultura del agro o campo. Pero, éstos nacidos en el asfalto y estudiando en libros y aulas lo que no son capaces de aprender, salen a dar lecciones al hombre del campo, al que no se le ocurriría ni de broma, plantar en la cumbre una platanera, porque sabe no le pega, ni en la costa un castañero o un nogal, porque tampoco le pega. Que hay franjas o zonas en el terreno, que admite una u otra flora, pero no indiscriminadamente como hacen estos “sabiondos” o “doctos”, que sacan del invernadero lo que tienen y sin saber si es propio del lugar o no, allá que te plantan lo que no corresponde y al poco tiempo la poceta abierta, con un palo seco en el cetro en lugares que más parecen paisajes lunares ante tanto hoyitos para sus plantas no pegadas.
 
    ¡Qué distinto, si al frente de cada grupo de plantadores profesionales hubiera un hombre sabio del campo, que aunque no sepa leer ni escribir, sabe lo que hay qué plantar y en qué, según sitio o lugar. Pues a ver quién jamás cogió jaramagos junto al mar. Estos de ..., no son sino una tapadera para gastar dinero sin fondo, y sin resultado positivo alguno, porque si al hombre del campo le prohíben cultivar, y al capitalino lo ponen a plantar, es un mundo al revés; justo lo que tenemos. De pena y vergüenza, ver esas cuadrillas “juroniando” (huroneando) la tierra, cuando un solo hombre del campo y anciano haría más en una hora, que cuarenta de ellos en todo un día.
 
    El padre Báez, que recuerda aprendió de joven: “hay un sitio para cada cosa, y cada cosa en su sitio”, que aplicado a las plantas, me remito a lo que queda más arriba.

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