viernes, 24 de febrero de 2012

Petróleo tabaibero:


Cuerpos que se bañarán en el negro oro, con destellos rojos, el color de la sangre guanche, de toda sangre; con matices azules (no del agua, sino del partido que me sé), y marrones de la tierra sucia. Ricos unos, pobres los otros.

Cuerpos dorados color aúrico, oro negro, que lo sacarán del fondo de mar, para que se muevan maquinarias diversas y también naves industriales, pero todo ello a costa gratis de un robo que nos empobrece todavía más.

Tesoro escondido debajo de las aguas que nos rodean, donde flotará las grasas grasientas, repelentes y asquerosas, por donde cruzan los barcos, que veremos pasar desde la tierra, que se lo llevan impone ante nuestros ojos de babiecas.

Cuerpos que no se rozarán amigos con los extractores, grandes poderosos, vestidos de color negro-amarillo, del líquido que se les refleja. Enfrentados y despechados, insensibles, porque seremos barro y ganga, que aún pringados, aunque dueños, nos lo roban.

Cuerpos corruptos, de mentes que solo ven dinero ajeno para apropiárselo, y regalado por pobres diablos que nada pintamos, y nos lo saqueen desde lo más profundo, en silencio cómplice, en ese alquitrán que nos separa de sus mansiones millonarias, a costa de nuestras chavolas miserables y el hambre.

Grasas flotantes de colores al sol, arco iris sin gaviotas, única parte que nos dejan, siempre sobre las olas, alejándonos del baño y matando nuestros peces, en mar muerto y de otros, que nos dejarán cuando se vacíen los fondos.

Nuestro petróleo, en manos de otros, transformado en robo, para otros dueños falsos, que se lo apropian, a costa de nuestra indolencia. Se repite la historia de siglos atrás, donde unos espejos eran tornados por graneros y carne, engañados. Ahora, ni eso, sino los restos.

Fernando Báez (Padre Báez).

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