miércoles, 22 de febrero de 2012

“Los faltos de cariño”:


Fue en el programa que dirijo y presento “Tierra Guanche”, en el que el martes día 21 de febrero, pregunto en entrevista (y que se repite el jueves de 7,00 a 9,00 en Radio Aventura [FM 107.8]). Siglo 21, a Carmen Tacoronte (Presidente que fue de las madres unidas contra la droga), sobre los perros (la entrevista giró en torno: a la droga, quiénes la consumen, los políticos, la policía, los carnavales, el paro, la Iglesia, la Religión, las huelgas, los indignados, la derecha, la izquierda, el petróleo, las aguas, el tomate, su marido, la capital, el campo, las áreas comerciales, el Puerto, las ONGs, dónde otra como ella, la educación, el turismo, la banca, las obras faraónicas, la corrupción, Cáritas, asuntos sociales, los perros, la televisión, los MCS, el Wormand, el ejército, los uniformados, los administradores, ganadería, agricultura, dependencia total, injusticias, ambición de poder, subvenciones, ayudas..., haciendo un repaso, y escuchando sus acertadas opiniones), cuando le pregunté por los perros, esto fue lo que me dijo: “¡los faltos de cariño!” Como le dije que no le había entendido, me lo repitió: “como no tienen quién les dé cariño, cogen al perro, lo abrazan, lo aprietan, lo acarician..., y el perro les lambea la cara, como si los besara...”, y entonces, comenté: ¡nunca había caído en la cuenta, y es verdad!

¡Qué pena, que a falta de un hijo, eche mano de unos perros!; que lo que no le da un hombre o mujer, se lo tenga que dar un perro; y que un perro supla la soledad de una madre, un padre...!

Y entonces comprendí, por qué en mi casa, no hay perros: nos queremos, y no necesitamos del “cariño” de un perro. Y me dio pena, se busque en un animal, lo que solo el humano sabe y puede dar: afecto, cariño, amor...

Grave, que nuestra sociedad, necesite del “amor” de un perro, y pensé: si los que pasean perros, supieran pasean sus fracasos amorosos, sus faltas de cariño de un semejante, la ausencia de afectos en sus vidas..., seguro, no lo harían.

Y pensé una sociedad como la nuestra, en al que solo en la capital, hay 51.853 perros censados, sin contar los que no (¡la mayoría!), y sin contar los perros de otros lugares de la isla, e islas, este archipiélago debe ser el más desgraciado y más carente de amor-cariño-afecto-etc., del mundo.

Ahora ya sé, que jamás en mi vida, nunca tendré un perro en mi vida, porque si con ello me retrato, busco aunque sea debajo de las piedras a alguien con quien relacionarme, y surja la amistad, la compañía, el diálogo, pero nunca a costa de mantener un chucho, que imposible me de, lo que me de un semejante, otro yo o quine sea.

¿Un perro, supliendo el calor humano?, ¡qué vergüenza, y qué humillación! Que me vean paseando -no al perro, sino- mis soledades, porque ¿qué conversación me puede dar un perro, salvo que ladre a otro, y muerda a alguien?

Si las perreras, son centros de amistad, lugar donde encontrar “pareja”, agencias de amistad, centros de terapia afectiva..., si esto es así, ya tengo nuevos argumentos, para estar en contra de las mismas, y de los caninos.

Jaurías para amar, ¡no gracias! Y qué pena, ver a señores tan distinguidos, autores de libros baratos, alcaldes abrazasperritasmonas, y enormes hombrones, con caniche con lazos, de peluquerías y trajecitos a la perrita, con cuerda suave, y caras comidas...

Pero, qué hermosos los perros de mis amigos: Manolo, Pepe, Paco, Antonio..., que cuidan sus cabras, ovejas, gallinas, cerdos..., pero sobre todo, que cuidan de la casa-corral, y avisa al dueño, “hay moros en la costa”, que salen de inmediato, para ver al intruso, y según el pelaje dejarlo seguir y pasar, o gritarle: “¡esto tienen dueño, y no es público!”, junto al perro, que no deja de ladrar, ¡y vaya perro (el mismo, que jamás en su perra vida, osó pasar de la puerta de la casa del dueño, al ser soltado)!

Y qué distintos, esos perros caseros, que duermen en cama, se echan en sofás, que se tiran sobre la alfombra, que rompe toda ropa, que lo huele todo, que respiran agobiantes y con jadeos, que mean, y llenan de baba y mugre la casa, de pelos todo, con peste de orina al sol, y mierda en azoteas, o cuartos de baño...

Yo, me busco a un viejo o anciano solo, al niño sin cariño de sus padres, al semejante  que es de la misma quinta, o al que de otro país, está abierto al diálogo, buscando suplencia de los que dejó atrás...

Y eso, que en el escudo de los Báez, hay dos perros, pero son señal de doble fidelidad; en ningún caso, que seamos protectores y amigos de los perros; y en todo caso, el apellido, nos vino de fuera, y no con la sangre; así que me sobra heráldica, y con ella los perros.

El Padre Báez

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