lunes, 13 de febrero de 2012

Auscultando a la tierra:

Auscultando a la tierra:


Ella, es la esperanza, de un mañana mejor; que vuelva a lo que siempre fue.
Pero, la han vaciado de flora y fauna, y la han llenado de árboles estériles, tabaibas y retamas.

No se ve, por ningún lado al campesino, encorvado, con su azada en las manos; ya no miran al cielo, por si las nubes; tampoco a la tierra (de ella no cabe esperar ya nada (todo lleno de cardones, acebuches y cañas).

Ya no se oye, el canto alegre del que cultivaba la tierra o pastoreaba a su ganado; tampoco se oye el canto de los pájaros, solo el viento silbando entre los pinos; ningún mugido, ni balido; solo: ladridos.

Creo se ríen de ellos, cuando los homenajean, les dan premios, y los llaman “sabios de la tierra”: no se les tienen en cuenta, ni se les protege, ni ayuda, sino que se les persiguen y acechan cuales a malhechores y delincuentes.

Campesinos, sabedores de la única verdad: la tierra es nuestra madre. Que aunque la silencian en los medios de comunicación, y de ella nada se dice, es -no obstante- la solución, la salvación...

Agradezcamos a los campesinos que nos precedieron, que nos dejaron el ejemplo, de una vida entregada a la tierra, de la que salieron, a la que amaron y en cuyo seno descansan.

En la tierra, está la vida, siempre germinando, dando a luz siempre comida a sus hijos; cumpliendo con lo que el Creador le dijo al principio. Ella, se multiplica, es diversa, llena de color...

La tienen enferma con exceso de sal, carente de agua; llena de cemento, vacía de semillas; rebosando malas hierbas protegidas, prohibida la labranza, si de por medio hay una retama.

La agujerean, la rompen, la zanja, la trasladan, la golpean, le meten perforadoras que les abren las entrañas, rompiendo sus nervios, desviando sus aguas; antes verde; ahora gris, marrón y llena de nada.

No muera la tierra, la matan. Y con ella: las vacas, las cabras; corderos ya no saltan. Se exterminan los cuervos, lagartos y ratas. Han roto el ciclo de la tierra, y le han metido: caracoles, arañas y culebras.

Ciegos los políticos, por la ambición hambrienta, solo nos dan luto, tristezas y miserias. Nos traen comida de fuera, ya sin bandera, ¡Sabe Dios, de dónde y con qué aguas, que nos enferman!

Mi pobre tierra, en otro tiempo llena; ahora ya no fecunda nada, la tienen muerta. Si callas la puedes oír, cómo jadea. No obstante espero, sea otra vez lo que antes fuera. Me cabe la esperanza, que atrás vuelvan...

El padre Báez.
 

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