viernes, 10 de julio de 2015

miseria

Hambre tabaibera...
“... tiempo de hambre...” (del salmo 50).
“... los campos no dan cosechas... se acaban las ovejas... no
quedan vacas...” (del cántico de Habacuc 3, 2-4.13a. 15-19).
“... me envolvían redes de muerte...” (del salmo 114).
... la que padece este pueblo, y no hace falta lo repita Cáritas, que sabe del hambre urbana, y desconoce el hambre callada y vergonzosa o vergonzante del campo (de los campesinos), donde le han cambiado la leche de sus animales, que cría y engorda, da vida y energía, alimenta y da salud, por otra leche que mata y destruye, que envenena y desgracia: la leche de tabaibas.
Que otra cosa no producimos, para llevarnos a la boca y estómago, que otro alimento no producimos, sino el de una leche que ningún uso tiene. Y a la par del hambre, paro y miseria, esta tierra paradisiaca, por el hombre transformada en la peor de las tierras, al no producir nada. De tal forma y manera, que para sobrevivir, otra cosa no hay sino contenedores, barcos, almacenes, comidas de fuera, que desnaturalizadas -¡y a saber cómo cultivadas!-, nada sabemos, qué es mejor, si morir desayunando café, con leche de tabaibas, que comer basuras traídas de ni sabemos de dónde, ni cómo fueron cultivadas, pues nos dicen son de esta tierra, cuando esta tierra solo produce tabaibas. Y así, las tabaibas a todos nos conducen a Caritas, donde ya los productos se acaban, pues es vaca que se seca, por no tener pesebre de esta tierra. Que ya es triste, tener tierra, donde cultivar los mejores productos del mundo (de la tierra), y se la hayan dado a una planta que nada aporta a la gente de esta tierra, sino que se la quita y nada se puede sembrar, plantar o cosechar que no sea sino tabaibas. Tabaibas, que solo nos dan el apelativo o gentilicio de “tabaiberos” (antes “canarios”), a los hijos de esta tierra, que a menos, desaparecen huyendo de su propia tierra, para ir a otras donde la tierra sostiene a sus hijos, sin maltrato de planta dañina alguna, que solo desolación y tristeza generan. ¡Que bien están las tabaibas (y sea la primera vez que algo positivo vea en ellas)!, por exóticas, autóctonas o lo que quieran, pero que sean media docena en alguna reserva, pero no reservar toda la tierra (todas las islas) solo para ellas y sean su números incontable por ser muchas veces millonarias en ejemplares, que es sinrazón y demencia de quienes nos gobiernan, teniendo el negocio de comprar todo venido de fuera, y las multas que por ellas ponen a la pobre gente que se resiste abandonar el campo donde nada pueden hacer ni tener un animal que les de leche, porque protegida la tierra, han desprotegido al que es el rey de la creación: el hombre, al que la tierra le ha de servir de sustento, y debe ser él, el centro de todo, y no una planta que nada aporta sino veneno y dinero al cabildo por las multas por supuestos daños a las tabaibas, como tantas veces he dicho, y... ¡lo que rondaré morena!
El Padre Báez.
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III. Pérdida de biodiversidad
32. Los recursos de la tierra también están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva. La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios. Las diversas especies contienen genes que pueden ser recursos claves para resolver en el futuro alguna necesidad humana o para regular algún problema ambiental.
33. Pero no basta pensar en las distintas especies sólo como eventuales « recursos » explotables, olvidando que tienen un valor en sí mismas. Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extinguen por razones que tienen que ver con alguna acción humana. Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho. (de la encíclica de Francisco: Laudato si).

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