martes, 28 de julio de 2015

eficacia

¿Qué eficacia se sigue de las tabaibas?...
“... que desaparezca(n)... desaparecerán de (la) tierra...” (del salmo 9 B)./ “... merodean para chupar como sanguijuelas sangre humana...” (del salmo11)./ “... el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará... semilla para sembrar y pan para comer...” (de la segunda carta de san pablo a los Corintios 9, 1-15)./ “... la tierra; produce frutos... que el fin de tus trabajos sea el comienzo de la siembra...” (de las homilías de san Basilio Magno, obispo).
... el hombre, no está integrado en el territorio. Por tanto repito el enunciado: ¿Qué eficacia se sigue de las tabaibas, que lo copan o llenan todo, desplazando o echando fuera del campo o territorio al hombre? Algo debe y tiene que decir la gente (si las sacaran del fútbol embobecedor, idiotizante y opiáceo que nos meten a todas horas como noticias destacadas y las primeras de todo parte o medio).
Cada vez, tenemos menos recursos; ya, casi nada. ¿Qué alternativa tenemos o hay en el panorama actual? Cada vez, se nota más la presión (Cáritas, es un buen termómetro al respecto). Hay que buscar nuevas fuentes de alimentación (financiación). Vivimos en la época de vacas flacas. El deterioro de la gente crece, y es cada vez mayor. La situación -según expertos y analistas serios- va a ser más grave, cada vez más y a peor. Repitamos: la situación, va a ser más grave todavía (pues eso, no ha hecho sino comenzar). Se pierde (desaparece) la presencia de la gente en el medio; ya solo por el medio pasea el miedo ambiente y el seprona, a la caza, y no precisamente de conejos), Se excluye -cada vez más- de la gente en el campo (el único dador de trabajo y comida). Crece el hambre, y el paro (o viceversa).  Cada vez vemos y hay más gente fuera del sistema. Tenemos más y nuevas pobrezas. La gente, tiene necesidad de trabajar, y está en paro (les han cerrado el campo, única fuente generadora de trabajo y comida). Tenemos y hay nuevas pobrezas, que ocultan o tapan a los pobres de siempre.  El espacio del trabajo, lo ocupan las tabaibas. Ya, no hay presencia de la gente -salvo testimonial y residualmente (y ancianos)- en los campos (ocupado por las tabaibas, y huyendo de multas y sanciones del miedo ambiente y el seprona, o de lo que es lo mismo: el cabildo). No se previene la nueva y creciente pobreza; la pobreza, se profundiza, en la medida y proporción que las tabaibas se expanden y multiplican llenándolo ya todo. Cada vez la gente tiene menos protección; cada vez, las tabaibas tienen mayores protecciones. Aumenta -así- la exclusión social, a la par que crecen las tabaibas. Cada vez hay menos trabajo, y el campo ocupado por las tabaibas, en lugar de por los campesinos. Y no ya excluidos, sino expulsados de toda actividad social. La precariedad, es mayor... ¡y va a más!
El Padre Báez.
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El comentario del amigo, no tiene desperdicio; tiene su miga, (y hasta su gracia) léalo:
¡Buenos  días, Padre Báez!

Seguro que le ha extrañado nuestra ausencia por el Lomo Magullo, pero "la caló". N... la otra semana estaba mal de los huesos, y ésta yo: cogí un lumbago de caballo. Me mandaron una medicación para los dolores de un elefante, seis inyecciones y tal. Ya me recupero (casi estoy bien),  y espero poder visitarle pasada la locura festiva.
¿Ha visto usted la película don erre que erre? Parece usted el primo contumaz de Martínez Soria. Las tabaibas son inquitables, lo mismo que el rabo de gato, las tuneras y tantas plantas que han introducido. Una planta que podría desaparecer bastante es el ficus benjamina, se encuentra por donde quiera que usted vaya, una plaga que jardineros necios y castristas memos plantan por doquier. ¿Y, los concejales de Parques y Jardines? Mejor me callo para no blasfemar,.,
Le mando unas  fotos, que espero que reconozca. ¿Ya el Padre Báez ha dejado su afición a la fotografía?
Saludos de N... y servidor. (de J. S.).
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68. Esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo, porque « él lo ordenó y fueron creados, él los fijó por siempre, por los siglos, y les dio una ley que nunca pasará » (Sal 148,5b-6). De ahí que la legislación bíblica se detenga a proponer al ser humano varias normas, no sólo en relación con los demás seres humanos, sino también en relación con los demás seres vivos: « Si ves caído en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te desentenderás de ellos […] Cuando encuentres en el camino un nido de ave en un árbol o sobre la tierra, y esté la madre echada sobre los pichones o sobre los huevos, no tomarás a la madre con los hijos » (Dt 22,4.6). En esta línea, el descanso del séptimo día no se propone sólo para el ser humano, sino también « para que reposen tu buey y tu asno » (Ex 23,12). De este modo advertimos que la Biblia no da lugar a un antropocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas.
69. A la vez que podemos hacer un uso responsable de las cosas, estamos llamados a reconocer que los demás seres vivos tienen un valor propio ante Dios y, «por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria»[41], porque el Señor se regocija en sus obras (cf. Sal 104,31). Precisamente por su dignidad única y por estar dotado de inteligencia, el ser humano está llamado a respetar lo creado con sus leyes internas, ya que «por la sabiduría el Señor fundó la tierra» (Pr 3,19). Hoy la Iglesia no dice simplemente que las demás criaturas están completamente subordinadas al bien del ser humano, como si no tuvieran un valor en sí mismas y nosotros pudiéramos disponer de ellas a voluntad. Por eso los Obispos de Alemania enseñaron que en las demás criaturas «se podría hablar de la prioridad del ser sobre el ser útiles»[42]. El Catecismo cuestiona de manera muy directa e insistente lo que sería un antropocentrismo desviado: «Toda criatura posee su bondad y su perfección propias […] Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas»[43]. (de Francisco, en su encíclica: Laudato si).

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