domingo, 5 de julio de 2015

definición

Vuelto de Madrid -donde estuve la semana pasada-, en La Escuela de Caridad, reanudo mis comentarios sobre las tabaibas:
Definición de lo que es la tabaiba...
“... con la vuelta del sol, volverá a ver la tierra...” (del himno de Vísperas del Domingo II).
“... tiene ojos, y no ven;  tiene orejas, y no oyen; tiene nariz, y no huelen; tiene manos, y no tocan; tiene pies, y no andan...” (del salmo 113 B).
“... peste funesta... peste que se desliza... la epidemia que devasta... la plaga llegará...” (del salmo 90).
... y disculpen mis lectores, que después de más de 500 comentarios en torno a las tabaibas, no se las haya definido; y ello  de cara no tanto para los tabaiberos (antes canarios), que al tener lectores repartidos por el mundo entero, es fácil -he caído en la cuenta- de que no todos sepan de qué planta se trata, pues bien, ¡allá va!:
la tabaiba, pertenece al orden de las euphorbiales, que es un decir científico de clasificación, que por otra parte nada importa al sabio hombre del campo, por más que universitario fuera, que vulgarmente se la llama y conoce por el vulgar, simple  y genérico nombre de tabaiba, y pongamos que hoy, les hablo (escribo) sobre la dulce (para no mezclar, ni amargarles el día), que, para nuestra desgracia y la ajena,  las dichosas tabaibas, que por más que dulces son amargas como los chochos, ¡y a ver quién se chupa una o endulza el café con ellas!, que digo, están distribuidas geográficamente en todas las islas tabaiberas, es decir en las ocho. Y las pobrecitas están declaradas como endémicas, por más que las hay en un 90 % muy robustas, fuertes y saludables. Dado el extensísimo y elevadísimo número de ejemplares, que se cuentan por decenas de millones, son unas plantitas de Dios, fuera de peligro, pero, toda vez que, el anexo II de la orden del 20 de febrero del año 1991 (capicúo el año, como se puede ver), están protegidas, al tratarse de una especie de flora vascular silvestre (¿se ha enterado, o lo repito?) en la comunidad  autonómica tabaibera (antes de la misma comunidad autonómica pero de canarias). Dada ya su distribución y situación, si me lo permiten, les voy a dar una referencia más acerca  del ecosistema propio de la misma, y es que, al igual que el cardón (lechero como ella también) caracteriza -por su proliferación superabundante- la fisonomía del paisaje, y tanto, que otra cosa no se ve, sino a ellas (las tabaibas) por todas parte, con preferencia en zonas bajas (pero te las encuentras hasta en el corazón de la isla y en toda altura que se precie), y toda vez que no necesitan agua para su multiplicación y existencia, las vemos tan hermosas y frondosas en zonas secas, pues ese es su ambiente. Y, dado que copio, les digo -aunque no me entero- que su papel en la cadena trófica es de productor (¿...?). Asombrado quédeme, pues no sé si se refiere a la producción lechera de las mismas; pero les aseguro, que con ser tan lecheras, de esa leche, no se hace queso, ni en laboratorio alguno como terapia o medican alguna se las estudian y toda vez están protegidas, ¿quién se atreve a ensayar algún beneficio industrial de las mismas, si en el sur se dejó de hacer un hotel, porque en el solar del mismo había una tabaiba, y no se la podía arrancar (¡!)? ¡De película, usted!; ¡de película! Sigo, y acabo con el apartado generalidades: se trata de un arbusto que llega a alcanzar hasta los tres (3) metros de altura, aunque la media puede estar en el metro más o menos; los tallos son grisáceos y suculentos; las hojas oblongo-espatuladas y de color verde claro a glauco, y se encuentran arrosetadas, en los extremos de las ramas; en cuanto al sexo, tienen una (1) sola flor femenina y cinco (5) masculinas (de ahí su reproducción exageradísima y abundantísima), con un estambre cada una sobre un pedúnculo pequeño. Y ahora viene  lo bueno: el fruto -dicen- es una cápsula tripartida. Lo que no dice es si el fruto es comestible o si es una bolsita de leche... y porque me da rabia, no sigo.
El Padre Báez.  
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22. Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura. Advirtamos, por ejemplo, que la mayor parte del papel que se produce se desperdicia y no se recicla. Nos cuesta reconocer que el funcionamiento de los ecosistemas naturales es ejemplar: las plantas sintetizan nutrientes que alimentan a los herbívoros; estos a su vez alimentan a los seres carnívoros, que proporcionan importantes cantidades de residuos orgánicos, los cuales dan lugar a una nueva generación de vegetales. En cambio, el sistema industrial, al final del ciclo de producción y de consumo, no ha desarrollado la capacidad de absorber y reutilizar residuos y desechos. Todavía no se ha logrado adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que supone limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar. Abordar esta cuestión sería un modo de contrarrestar la cultura del descarte, que termina afectando al planeta entero, pero observamos que los avances en este sentido son todavía muy escasos.
El clima como bien común
23. El clima es un bien común, de todos y para todos. A nivel global, es un sistema complejo relacionado con muchas condiciones esenciales para la vida humana. Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. En las últimas décadas, este calentamiento ha estado acompañado del constante crecimiento del nivel del mar, y además es difícil no relacionarlo con el aumento de eventos meteorológicos extremos, más allá de que no pueda atribuirse una causa científicamente determinable a cada fenómeno particular. La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan. Es verdad que hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje de la Tierra o el ciclo solar), pero numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana. Al concentrarse en la atmósfera, impiden que el calor de los rayos solares reflejados por la tierra se disperse en el espacio. Esto se ve potenciado especialmente por el patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, que hace al corazón del sistema energético mundial. También ha incidido el aumento en la práctica del cambio de usos del suelo, principalmente la deforestación para agricultura. (de la encíclica de Francisco Laudato si).

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