lunes, 27 de julio de 2015

fracción

Las tabaibas nos fragmentan...
“... que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio...” (del salmo 7).
... las tabaibas nos rompen, las tabaibas nos parten, las tabaibas nos destruyen... Potenciemos el comercio propio, como en otros tiempos, cuando éramos menos. Al presente, estamos deslocalizados. De consumo local, ¡nada! Las tabaibas  -como digo en el título y repito- nos fragmentan, ¿Hay alguna sintonía entre las tabaibas y la gente?
¿Qué recursos se siguen de la total y única plantación de tabaibas? ¿A qué deriva nos llevan la masa de tabaibas que padecemos? ¿Dónde está la centralidad de esta mala política: en las tabaibas o en la gente? ¿Qué recursos se desprenden de las tabaibas (no se olvide -como tantas veces he dicho-, las tabaibas alcanzan a otras basuras o malezas, como: retamas, beroles, escobones, cañas, pitas, tuneras, zarzas, etc., etc.)? Sin recursos algunos, ¿qué proceso habría que seguir? ¿De quién es el protagonismo  (evidentemente de las tabaibas)? El centro -está más que claro-, no es la persona, sino las tabaibas. Las personas, no son el centro (se lo han usurpado las tabaibas). Esto, hay que revisarlo. No desarrollamos, nuestras potencialidades (¡únicas y excepcionales a nivel mundial!). Las tabaibas generan y extienden la situación de crisis que padecemos, y que va a más, y a peor. Las víctimas de las tabaibas, son los pobres, que crecen en la misma proporción que las mismas tabaibas (a más tabaibas, más y más pobres). Las tabaibas -y quienes las mantienen (el cabildo con su miedo y el sepro)- son las responsables de la situación actual. ¿No vamos a transformar todo esto? Sabido es: que miedo ambiente, no dialoga (solo multan, con gafas oscuras, policialmente). Miedo ambiente, se carga el medio ambiente (el lugar, la isla). Miedo ambiente no tiene en cuenta la proporcionalidad de la situación. Miedo ambiente no tiene relación con la gente. No hay diálogo posible entre miedo ambiente y el pueblo. No hay ética en la relación, que por otra parte, no existe...
El Padre Báez.
------------------------------
66. Los relatos de la creación en el libro del Génesis contienen, en su lenguaje simbólico y narrativo, profundas enseñanzas sobre la existencia humana y su realidad histórica. Estas narraciones sugieren que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. Según la Biblia, las tres relaciones vitales se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura es el pecado. La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas. Este hecho desnaturalizó también el mandato de « dominar » la tierra (cf. Gn 1,28) y de «labrarla y cuidarla» (cf. Gn 2,15). Como resultado, la relación originariamente armoniosa entre el ser humano y la naturaleza se transformó en un conflicto (cf. Gn 3,17-19). Por eso es significativo que la armonía que vivía san Francisco de Asís con todas las criaturas haya sido interpretada como una sanación de aquella ruptura. Decía san Buenaventura que, por la reconciliación universal con todas las criaturas, de algún modo Francisco retornaba al estado de inocencia primitiva[40]. Lejos de ese modelo, hoy el pecado se manifiesta con toda su fuerza de destrucción en las guerras, las diversas formas de violencia y maltrato, el abandono de los más frágiles, los ataques a la naturaleza.
67. No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada. Esto permite responder a una acusación lanzada al pensamiento judío-cristiano: se ha dicho que, desde el relato del Génesis que invita a « dominar » la tierra (cf. Gn 1,28), se favorecería la explotación salvaje de la naturaleza presentando una imagen del ser humano como dominante y destructivo. Esta no es una correcta interpretación de la Biblia como la entiende la Iglesia. Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas. Es importante leer los textos bíblicos en su contexto, con una hermenéutica adecuada, y recordar que nos invitan a «labrar y cuidar» el jardín del mundo (cf. Gn 2,15). Mientras «labrar» significa cultivar, arar o trabajar, «cuidar» significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza. Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras. Porque, en definitiva, «la tierra es del Señor » (Sal 24,1), a él pertenece « la tierra y cuanto hay en ella » (Dt 10,14). Por eso, Dios niega toda pretensión de propiedad absoluta: « La tierra no puede venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía, y vosotros sois forasteros y huéspedes en mi tierra » (Lv 25,23). (Laudato si: encíclica de Francisco).

No hay comentarios:

Publicar un comentario