sábado, 11 de julio de 2015

al mar

Tabaibos a la mar...
“... todo lo estimo basura...” (de san Pablo a los Filipenses 3, 7-4, 1. 4-9).
“... lo que uno siembre, eso cosechará... el que siembra... cosechará... el que siembra... cosechará...” (de la carta de san Pablo a los Gálatas 6, 7a-8).
“... si abundara en trigo...” (del salmo 4).
... toda vez el campo ha sido entregado a las tabaibas en su totalidad y en exclusivas, los habitantes del gran Tabaibal (antes de Gran Canaria [y digamos lo mismo de las otras islas]), se han visto obligados a abandonar sus casas, tierras y otras posesiones, y volverse urbanitas, y así junto o a  la vera de la mar, pasean sus añoranzas por la costa o litoral, entongados o subidos unos encima de otros en pisos cuales cajas amontonadas, desde donde contemplan las salidas de sol y esperan a la hermana muerte.
Sol que alimenta a las tabaibas, y tabaibos ellos -gentilicio de los habitantes del Tabaibal (antes Canarias), a la par que pasan hambre, a pesar de tener la tierra más rica y productiva del planeta, pero que dada o entregada a las tabaibas, otra cosa no producimos, sino su leche. Pero no leche de cabra, ovejas, vacas, camellas, burras, yeguas, etc., es la leche de tabaiba, la que pringa a toda esta tierra (dícese de ocho islas atlánticas). Leche envenenada, que solo para matar “legartas de la tierra”, pero toda vez que ya la tierra nada produce -salvo tabaibas- ni siquiera es leche que tenga utilidad alguna conocida, que si la tuviera -al menos- en farmacopea o en industria alguna-, en ello seríamos multimillonarios; pero, como las tienen súper-protegida, ni siquiera para ese posible remedio o utilización, sería posible, al no podérsela utilizar, con lo que nuestra desgracia es triple, cuádruple, quíntuple... porque teniendo tanto, como si nada tuviéramos, que ya es desgracia, tener tierras y no poder cultivarlas, porque absolutas las tabaibas, dueñas, señoras y reinas son de esta tierra (e islas). Situación ésta: absurda y ridícula, sin sentido y de esquizofrenia, que solo rédito da al cabildo, que tiene desplegado a su ejército de policías miedoambientales (y que con la ayuda inestimable y sujeta del seprona) que vigila el campo tabaibero y multan por cualquier daño a plantas cuales sagradas, que súper-protegidas, cual si manzanas de oro dieran, cuando solo dan disgustos si una brizna de su leche te alcanzara a los ojos, que si en las manos pegajosa, y si en la ropa te desgracian, y que vivan por sus multas, es de granujas, por decirlo sin ofender y finamente:
El Padre Báez.
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34. Posiblemente nos inquieta saber de la extinción de un mamífero o de un ave, por su mayor visibilidad. Pero para el buen funcionamiento de los ecosistemas también son necesarios los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos. Algunas especies poco numerosas, que suelen pasar desapercibidas, juegan un rol crítico fundamental para estabilizar el equilibrio de un lugar. Es verdad que el ser humano debe intervenir cuando un geosistema entra en estado crítico, pero hoy el nivel de intervención humana en una realidad tan compleja como la naturaleza es tal, que los constantes desastres que el ser humano ocasiona provocan una nueva intervención suya, de tal modo que la actividad humana se hace omnipresente, con todos los riesgos que esto implica. Suele crearse un círculo vicioso donde la intervención del ser humano para resolver una dificultad muchas veces agrava más la situación. Por ejemplo, muchos pájaros e insectos que desaparecen a causa de los agrotóxicos creados por la tecnología son útiles a la misma agricultura, y su desaparición deberá ser sustituida con otra intervención tecnológica, que posiblemente traerá nuevos efectos nocivos. Son loables y a veces admirables los esfuerzos de científicos y técnicos que tratan de aportar soluciones a los problemas creados por el ser humano. Pero mirando el mundo advertimos que este nivel de intervención humana, frecuentemente al servicio de las finanzas y del consumismo, hace que la tierra en que vivimos en realidad se vuelva menos rica y bella, cada vez más limitada y gris, mientras al mismo tiempo el desarrollo de la tecnología y de las ofertas de consumo sigue avanzando sin límite. De este modo, parece que pretendiéramos sustituir una belleza irreemplazable e irrecuperable, por otra creada por nosotros.
35. Cuando se analiza el impacto ambiental de algún emprendimiento, se suele atender a los efectos en el suelo, en el agua y en el aire, pero no siempre se incluye un estudio cuidadoso sobre el impacto en la biodiversidad, como si la pérdida de algunas especies o de grupos animales o vegetales fuera algo de poca relevancia. Las carreteras, los nuevos cultivos, los alambrados, los embalses y otras construcciones van tomando posesión de los hábitats y a veces los fragmentan de tal manera que las poblaciones de animales ya no pueden migrar ni desplazarse libremente, de modo que algunas especies entran en riesgo de extinción. Existen alternativas que al menos mitigan el impacto de estas obras, como la creación de corredores biológicos, pero en pocos países se advierte este cuidado y esta previsión. Cuando se explotan comercialmente algunas especies, no siempre se estudia su forma de crecimiento para evitar su disminución excesiva con el consiguiente desequilibrio del ecosistema. (de la encíclica de Francisco Laudato si)

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