miércoles, 15 de julio de 2015

despersonalización

Las tabaibas nos despersonalizan...
“... en aquellos días pastoreaba el rebaño... llevó el rebaño trashumando...” (del libro del Éxodo 3, 1-6.9-12).
“... sembraré... mientras me cuesta fatigas...” (del himno de Laudes del miércoles III).
“... pastor... delante del rebaño, guiando su marchar por buen camino...” (del himno del Oficio de lectura del común de pastores).
“... los trabajadores, que ganan el pan con el sudor de sus frentes...” (de las preces de las Vísperas del miércoles III).
... nos echan o expulsan del campo, de la tierra, y nos mandan a la urbe, al cemento, al individualismo,  a la no relación o aislamiento. Y  todo ello, nos despersonaliza, nos empobrece -social, espiritual y económicamente-.
Lo de aquel buen hombre de Tejeda: era feliz con sus huertos y sus cabras; sus hijas se lo bajaron a la capital (“subir” dicen en Tejeda, al estar en un hoyo o depresión geográfica), y lo colgaron en un quinto piso -pero de las afueras de la capital-, en cuya base del edificio, otros ancianos, en tres tablones mal colocados (que sobraron de las obras y los dejaron por allí tirados) sobre unas piedras, se sentaban al sol y a las nostalgias, conversando sobre otros tiempos, de cuando estaban en el campo..., pero, nuestro buen tejedano o tejedense, del balcón de su quinto piso -y por miedo al ascensor o a las tantas escaleras- de allí no se movía todo el santo día, es decir de allí no se bajaba ni a la de tres, mirando a su lejana e invisible Tejeda detrás de las montañas de la cumbre, pensándolas e imaginándolas, hasta que al mes justo de su cambio forzado de residencia, lo sacaron con los pies por delante en un cajón de muertos, al cementerio de San Lázaro, ¡que ni siquiera al del Socorro de su pueblo natal lo llevaron!, para que al menos allí descansaran sus huesos. Y henos aquí, que de haber seguido en su Tejeda natal y donde los restos de sus antepasados y apellidos, todavía estaría vivito y coleando, porque desde el amanecer cogía el puño de yerba pá sus cabritas, limpiaba el macho (acequia a la que caía tierra de los trastones, quitando aquí una piedra y poniéndola allí, cogiendo unas cañas para soco (y comida de sus cabritas), limpiando la cama de los animales, buscando para la cama de los mismos animales (y hacer estiércol para la tierra y plantar las papas), echar el estiércol a la tierra, ordeñas a las  rucias, y mil pequeñas tareas o acciones -la tierra y los animales, jamás dan descanso; siempre hay algo (mucho) que hacer- estaría vivo, y con salud; pero, encerrado en un balcón, y melancólico o deprimido, recordando el terreno y animales abandonados, lo llevó rápido y paulatinamente a la acelerada y hermana muerte. Sus hijas, lo mataron. Y muerta está nuestra sociedad, en el aislamiento -reléase lo del comienzo- de los que depende un mundo de relaciones en el campo, se recluyen -cual cárcel- entre cuatro paredes, desde donde no conocen ni al vecino, por más que lleven pegados veinte años, puerta con puerta... (continuaré mañana)...
El Padre Báez.
----------------------------------
42. Es necesario invertir mucho más en investigación para entender mejor el comportamiento de los ecosistemas y analizar adecuadamente las diversas variables de impacto de cualquier modificación importante del ambiente. Porque todas las criaturas están conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los seres nos necesitamos unos a otros. Cada territorio tiene una responsabilidad en el cuidado de esta familia, por lo cual debería hacer un cuidadoso inventario de las especies que alberga en orden a desarrollar programas y estrategias de protección, cuidando con especial preocupación a las especies en vías de extinción.
IV. Deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social
43. Si tenemos en cuenta que el ser humano también es una criatura de este mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz, y que además tiene una dignidad especialísima, no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental, del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas. (de la encíclica de Francisco: Laudato si).

No hay comentarios:

Publicar un comentario