domingo, 19 de julio de 2015

gritos

Gritan los tabaiberos...
“... la maldad de vuestras acciones...” (del profeta Jeremías 23, 1-6).
“... le dio lástima de ellos...” (Jesucristo, en el evangelio de san  Marcos, 6, 30-34).
“... me rodeaban como avispas...” (del salmo 117).
“... los sufrimientos... rebosan...” (de la segunda carta de san Pablo a los Corintios 1, 1-14).
“... resistimos y logramos escapar...” (de  la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo, a los Magnesios).
“... el poder... somete...” (del salmo 109).
“... espanto... peste... epidemia... plaga...”  (del salmo 90).
... los tabaiberos gritan, y gritan desde sus pobrezas. Estamos, muy limitados. El hombre debe ser el centro. Nos hacemos pequeños, sobrantes... las tabaibas nos han deshumanizado; estamos oprimidos, nos matan (a hambre). Nos han separado de la tierra. Hemos roto con la tierra.
Las tabaibas, nos han hecho nómadas. Se nos mueren las cabras; el tabaibero, tiene que emigrar, dejando la tierra, buscando otras tierras... En nuestra tierra, el hambre se hace terrible, y los tabaiberos  tienen que irse, tenemos que emigrar. Somos peregrinos, y somos emigrantes; nos vuelven las tabaibas en esclavos, nos esclavizan... las tabaibas, nos hacen la vida imposible, y el pueblo huye... nos alejamos, nos enfrentamos, nos peleamos, vamos a peor. Las tabaibas, nos marginan y explotan... las tabaibas, nos hunden, nos llenan de basura... quedamos desvalidos... las tabaibas, nos separan... las tabaibas, nos pierden... las tabaibas, son enemigas de las personas, enemigas de los humanos... las tabaibas hacen crecer el dolor del pueblo... las tabaibas, nos aplastan... las tabaibas, nos deportan... nos humillan, nos oprimen... Nuestro futuro (¿?)... abandonados, humillados... las tabaibas nos vuelven impotentes... este pueblo, sufre... sufre humillación, desprecios... las tabaibas, excluyen al pueblo; las tabaibas, son violentas, contra la gente; las tabaibas son intransigentes con las personas; las tabaibas, desprecian al pueblo; las tabaibas condenan al pueblo; las tabaibas expulsan a las personas del campo, de la tierra... las tabaibas, nos han deshumanizado... la gente, pasa necesidad, gracias a las tabaibas... las tabaibas, nos estropean... las tabaibas, nos criminalizan, nos llevan a la pobreza... las tabaibas nos hacen vulnerables... nos marginan, nos excluyen... hay un excedente humano y sobramos, solo quedan las tabaibas. Las tabaibas, nos llevan a la periferia...
El Padre Báez.
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50. En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de «salud reproductiva». Pero, «si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de los recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral y solidario»[28]. Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo. Además, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y «el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre»[29]. De cualquier manera, es cierto que hay que prestar atención al desequilibrio en la distribución de la población sobre el territorio, tanto en el nivel nacional como en el global, porque el aumento del consumo llevaría a situaciones regionales complejas, por las combinaciones de problemas ligados a la contaminación ambiental, al transporte, al tratamiento de residuos, a la pérdida de recursos, a la calidad de vida.
51. La inequidad no afecta sólo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relaciones internacionales. Porque hay una verdadera « deuda ecológica », particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países. Las exportaciones de algunas materias primas para satisfacer los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales, como la contaminación con mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre. Especialmente hay que computar el uso del espacio ambiental de todo el planeta para depositar residuos gaseosos que se han ido acumulando durante dos siglos y han generado una situación que ahora afecta a todos los países del mundo. El calentamiento originado por el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos. A esto se agregan los daños causados por la exportación hacia los países en desarrollo de residuos sólidos y líquidos tóxicos, y por la actividad contaminante de empresas que hacen en los países menos desarrollados lo que no pueden hacer en los países que les aportan capital: «Constatamos que con frecuencia las empresas que obran así son multinacionales, que hacen aquí lo que no se les permite en países desarrollados o del llamado primer mundo. Generalmente, al cesar sus actividades y al retirarse, dejan grandes pasivos humanos y ambientales, como la desocupación, pueblos sin vida, agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación, empobrecimiento de la agricultura y ganadería local, cráteres, cerros triturados, ríos contaminados y algunas pocas obras sociales que ya no se pueden sostener»[30]. (de la encíclica de Francisco: Laudato si).

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