miércoles, 26 de enero de 2011

EL VERDADERO QUESO:

    Nada sabía él, de quién era el queso; me lo habían regalado el día antes, y no es la primera vez. Entonces le dije tenía un queso por partir, en la nevera, no sabía un servidor  si tierno, semi-curado o curado, me lo regalaron ayer. Dos kilos de queso, y partido por la mitad, se llevaría un cuarto, medio seguía en la nevera, y el otro cuarto, quedaba para mi consumo en la mesa. Lo curioso y extraño del caso, es que no sabía de dónde procedía, y en cuanto lo probó, dijo: “¡Ah, pero estas cabras comen yerba!” Extrañado pregunté y “¿cómo lo sabes?”, y me contestó: “¡basta probarlo, ese sabor es distinto, se nota la suavidad y el gusto!”. Pues  sí, le dije acertaste, porque estas cabras –de las que se hizo el queso-, las veo cada sábado cerca de la Iglesia, por donde el pastor se acerca, con el ánimo de saludarme. Tanto me ofrece una baifa, como el beletén (la primera leche de una cabra parida) como que su mujer, no pasa 15 días sin que en bolsa de plástico blanco, mientras viene a Misa me trae el queso de rigor, sin que jamás me los haya cobrado, sino que las Misas de sus aniversarios, como es lógico no se las puedo cobrar. Una Misa 10 €; un queso 20 €; una Misa o dos cada año, y un queso cada quince días. Pues éstas tenemos. Pongamos que hablo de Cazadores, pero otro tanto me pasa en La Breña y en Tecén. Y, es el caso que vengo hoy con este tema, porque el de la anécdota primera, es y se trata de mi propio hermano, que tiene un supermercado y vende distintas clases de queso, queso que al ser de cabras que comen piensos, por más que sea de distintos lugares de la geografía insular y de más allá de esta isla, todos saben a lo mismo, a mal olor y a piensos químicos; mientras que el queso mío, de cabras que comen hierba, ¡qué gozada, qué maravilla! Es y se trata del queso-queso. Y sin embargo, Ud. da la vuelta a la isla, y no ve una cabra suelta y menos un rebaño con su pastor, a no ser que sea a riesgo de que Miedo Ambiente, el Seprona, por tierra y aire por helicópteros, etc. lo vea y lo denuncie, porque irremediablemente la cabra siempre mordió alguna planta protegida. Y esta es otra: en lugar de proteger a las cabras, y darle libertad, para que coman lo que quieran y así sueltas se mantenga la flora de siempre desde que el mundo es mundo y cabras hay, que en cuanto las han encerrado, la flora retrocede, porque la cabra que era la transportadora de las semillas y las que se ocupaban por instinto de Dios, a podar los arbustos y a reforestarlos, sin cabras en el campo, nos estamos quedando sin las plantas que pretenden proteger; porque para proteger: la cabra que sabia por naturaleza, hace lo que le es propio y el Creador le asignó. Pero, como son ateos, laicistas, aconfesionales, agnósticos e indiferentes a toda cosa religiosa, y se creen saber más que Dios, para proteger las yerbas encierran a las cabras y acaban con unas y con las otras (es decir: las cabras y las plantas). Las de “mi” rebaño (entrecomillas), gracias a su amo, que las saca a pastar, porque es pastor, y gracias a ello ha dado a sus tres hijos carreras universitarias, gracias a las cabras (un médico, una veterinaria y otra empresariales), él sigue con su rebaño, y su mujer con el queso y tiene tiempo para cuidar de algún anciano o enfermo cobrando por ello. Y es que, si vamos contra la naturaleza, ni el queso es queso, ni hay riqueza en el campo, ni estudio para los hijos del campesino. Porque un rebaño suelto da para tres carreras universitarias, para comer y vivir en un trabajo-deporte, que es salud, contemplación, meditación, reflexión, observación, oración, porque no en vano fueron los pastores los primeros en ver al Mesías nacido y los primeros en comunicarlo, y el mismo Mesías se llama Pastor y es que pastores fueron todos sus ascendientes: Abraham, Moisés, David –por poner tres ejemplos-; pero, estos sin almas, solo ven cabras encerradas y pastores desaparecidos, una auténtica ruina y desgracia. Pobreza, miseria, crisis, hambre, suicidios, y todo por no permitir se siga con la profesión más antigua, que no es la prostitución, sino la agricultura y la ganadería, aquí impedida, y por tanto prohibida.

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