jueves, 13 de enero de 2011

(125): PATRIMONIO ABANDONADO

    ¡Cuánto por restaurar! Todo nuestro patrimonio abandonado, dejado de las manos de los que tienen la obligación de velar y proteger nuestros yacimientos, en manos de depredadores y del descuido y olvido!
    Poner ejemplos de lo anterior sería empezar, para no acabar; prácticamente todo  -casi nada se ha hecho-, con lo que es prioritario y lo más importante: nuestra cultura, nuestro patrimonio, nuestros yacimientos... Cada vez que piensan en restaurar algo, lo hacen a lo faraónico, metiendo sin venir a cuento planchas de hierro, y estropeando lo que tocan, al desfigurarlo todo y cambiarlo de fisonomía.

    Cada vez que tocan algo, se olvidan eso es una mínima parte a la que toman por el todo, olvidando el todo por la nada. Y es que hay repartido por toda la geografía insular, más que mucho; y todo es monumental (por más que no sean sino tres piedras en línea recta, restos de una casa; a la par que tenemos obras magníficas (grandiosas).
    Y aunque cambie de tema, permítaseme un recuerdo para todo ese patrimonio repartido por el mundo, que no se atreven a reclamarlo, para que retorne a su lugar de origen cuanto ha salido de aquí, y nos pertenece. Pero si no se ocupan de lo de dentro, ¿se van a preocupar de lo de fuera (aún siendo nuestro)? Piezas, que ya son emblemáticas allá donde están, por ser de quienes fueron y son.
    Pero tomemos el hilo de nuevo, para decir lo que está a la vista de todos: es urgente restaurar o/y proteger, tanto como se encuentra o está en total abandono, y tal que hay mucho en estado ruinoso. En otros lugares del mundo, aún más pobres que nosotros, eso no sucede, porque lo primero es lo primero. Y lo primero es: proteger y conservar todo lo antiguo, todo lo de los guanches. Es un deber y como decimos en el prefacio de las misas: “es justo y necesario”, luchar por cuidar nuestro legado pétreo quitándole el hierro añadido.
    Y aunque dije no citar o poner ejemplos, lo dejamos en abstracto: ahí están esos grabados, que han desaparecido en la mayor parte, bajo y tras modernas y actuales inscripciones, sin que esto sea un motivo –más que suficiente- para aislarlos del acceso a manos profanas, y nada se hace para protegerlos y salvarlos de su desaparición.
    El padre Báez, que da un paso más, en un camino sin fin, pidiendo se priorice y se defienda todo lo guanche (no he hecho, sino empezar).


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