jueves, 27 de enero de 2011

(139): EL TREN Y LA ARQUEOLOGÍA

 
    Si Román el del tren, se sale con la suya, ¿ha pensado alguien el destrozo que supone su capricho, para la arqueología? Esa, sería una obra que enterraría en la mayor oscuridad, nuestro pasado (en la tierra, y bajo tierra, justo por donde irán sus raíles y sus túneles), sin que nadie haya puesto la señal de alarma. Pues, tenemos un territorio muy accidentado, y cada dos por tres, aparecen restos de nuestro ayer. Será un tren, que se cargue –en sentido negativo- nuestra arqueología allá por donde pase (más allá de otros desastres).
 
    Arrasará con necrópolis, con yacimientos, poblados, murallas, casas, paredes, restos, grabados, material lítico, cerámicas, pintaderas, etc., en definitivas con siglos de historia. No faltarán arqueólogos que encargados de vigilar las obras, cegados por el dinero, no verán nada que desvíe el trazado rectilíneo, y ni pare la obra.  En ese cavar ¡cuánto por aparecer y desaparecer! La sola posibilidad de este daño irreparable y crimen de la historia, sería suficiente, para que en otros lugares, esta obra no siga adelante. Que en historia vale más el pasado, que el futuro.
 
    Dadas las pérdidas previsibles y reales que se van a dar, es argumento más que suficiente, para que este descabellado proyecto pare, y no siga adelante dado que la importancia de la arqueología y sus yacimientos, están muy por encima de estos rastreros y bajos tierras  proyectos. No se puede mirar al futuro, pisando y desapareciendo el pasado.
 
    Que se nos anuncie apariciones de nuevos hallazgos, no la desaparición de los mismos: tenemos lo más antiguo de los guanches, en esos territorios a proteger de máquinas destrozadoras de la historia; toda la isla es el solar donde radica y se ubican tesoros por aparecer; cada vez que se escarba un poco de tierra, aparecen restos humanos y otros, ¡cuánto no desenterrarán para borrarlos y desaparecerlos, con dicha pretendida magna y mastodóntica obra innecesaria!
 
    Cuevas, descubrimientos por descubrir, antigüedad, vestigios que se remontan a siglos del pasado por desaparecer y destrozar. Los responsables del cabildo, de donde sale este vil proyecto, son los mismos que deben velar por las excavaciones, y directores hay que debieran alzar la voz autorizada, y no solo este pobre clérigo, que busca la salvación de nuestro patrimonio, más allá de la de nuestras almas.
 
    Que la cobarde universidad, se suma a un servidor y se moje, y publique algo como hace uno; que se una a un servidor, los defensores –si esque los hay- de nuestro patrimonio amenazado. El respeto que nos merecen los muertos, deben parar esa obra que desaparecerá tumbas, entre otros yacimientos. Sería como romper un libro cuyas páginas quemadas sería irrecuperable (ese libro es la tierra, donde escribieron los guanches, y lo van a borrar).
 
    Equipos hay –y no de fútbol- que de arqueólogos defienden sus patrimonios, menos los nuestros: que mudos y callados, cuales perros comprados y amaestrados, nada dicen.  Trozos de cerámicas,  y tanto por aparecer, perdido para siempre. Y, los arqueólogos no piensan; no hablan, no dicen nada.
    
   El Padre Báez, que cree el tren no nos adelanta en nada, sino que nos atrasa, si es a costa de destruir nuestro más preciado tesoro: los yacimientos arqueológicos e históricos.

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