miércoles, 24 de febrero de 2016

también



También Antonio Sánchez, tiene la suya...
... su cabra, la nuestra, la canaria (ahora tabaibera),  la misma que comparte origen con nosotros y por tanto el mismo apellido de aborigen, y anterior -como se sabe- a todo lo prehispánico. He ahí, una clara señas de nuestra identidad, con viejas raíces, donde nuestra relación con ellas se hace más que estrecha, paralela en el tiempo y en la Historia -como ya tanto se ha repetido-, y que el artista ha representado tan bellamente al animal, envolviéndolo en ese hálito guanche o de lo “que es de aquí”.
Toca a otros, expertos en análisis de obras de arte hacer con nuestro Antonio lo propio (que además hace honor a su segundo apellido con esta obra: Cabrera), que por mi parte: las medidas exactas, cabra más joven que la de Picasso,  de morfología más cercana a la exactitud de forma y proporciones, el color misterioso, y hasta de leche reflejada, con elegantes pezuñas de calzado, de cornamenta suave (y no triple, sino en perspectiva que curva cabeza y redondea morro..., pero, al margen de estas consideraciones, propias de un crítico aficionado, queden para un servidor, la finura y el buen trato de Antonio, por nuestra cabra, la cabra universal, por sus características, la mejor y la deseada por todo el mundo; y aquí, en su tierra, despreciada hasta darle tiros de muerte, por parte de un cabildo anticabras, contrario a toda manifestación artística, y no a la cabra, más allá de su importancia Histórica, entre otras (para no repetirme).
El Padre Báez, que de tal artista presume tener dos obras en el templo Parroquial de Lomo Magullo (Nuestra Señora de las Nieves): un san Martín de Porres, y una santa Rosa de Lima, de trazos propios de un Zurbarán o un Velázquez, que ennoblece el retablo mayor de dicho lugar.
“... los jefes de los pueblos, los tiranizan y los oprimen...” (Jesucristo: Mt. 20, 17-28).

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