domingo, 7 de febrero de 2016

homilía

En la homilía, de cuerpo presente, de mi padre...
... esto fue lo que dije, entre otras palabras:
“... hoy entra en el Cielo, el hombre que hubo más feliz en la tierra: vivió y se desvivió por sus cabras; ahora, en la Gloria, toda la hierba es poca para él, ¡y de las mejores sembradas, para sus cabras, que lo habrán recibido con balidos de alegría! ¡Qué feliz mi padre en las praderas del Padre!, donde los mejores manjares para hombres y ganados...,  si ya mi madre -y su viuda- se lo decía en vida: “... ¡Rafael, hasta junto al altar irías a segar -sin respeto- una macolla de algo que te gustara para tus cabras (que a tal fin, no respetaba nada, con la hoz siempre al cinto)...!”, ahora, en esas verdes explanadas y llanuras  infinitas del Reino de la Gloria, toda la hierba (yerba) para ti y tus cabras, a las que tanto quiso en esta vida..., y tanto, que enfermo y moribundo, quiso despedirse de ellas -hubo que llevarlo- , floreó sus pesebres y pensó en comprar una machorra, porque la canela ya estaba vieja...”

Presidía la Eucaristía el Obispo Ramón Echarren Yztúriz, (hace 38 años y a los 30 de un servidor, que a los 66 de sus años de vida, murió mi padre), y concelebraban varios hermanos sacerdotes.  Y. si viene este recuerdo de tal oratoria fúnebre -pieza única en la liturgia universal (me lo parece)-, es para que se sepa de dónde le viene a uno la defensa de las cabras, el amor a las cabras, el enfado al ver que nos las quieren desaparecer y nos las mata el cabildo. Como se puede apreciar tuve buen maestro en ello, y esa fue la escuela que tuve. Recuerdo también, que mi madre le decía repetidas veces: “¡tu dios, Rafael, son las cabras!”, y era un gran creyente. Llegado a la Feria Dominical en san Mateo, donde vendía y compraba, dejaba los animales amarrados y nos íbamos a Misa, con protestas de un servidor, porque no quería regresar a casa sin vender los animales que habíamos traído, y siempre me decía los mismo: “primero es Dios!”. Creo, de ahí nació mi vocación sacerdotal. Curioso, porque vueltos de Misa, ya con los feriantes -marchantes- casi todos idos, siempre tenía suerte y a última hora entre regateos: vendía, cambiaba, compraba...
El Padre Báez, que nostálgico, hoy escribiendo lo que antecede, le salió a sus ojos algunas lágrimas..., ¡y no sigo!
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“... ¿busco la aprobación de los hombres?... ¿trato de agradar a los hombres?...” (Ga. 1, 1-12).
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Nos va quedando menos para vernos en el Valle de Agaete, para el tema de las cabras que mata el cabildo. Recuerden: día 12 a las 20,30 en la Asociación del lugar. No falten, por favor y vayan acompañados.

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