viernes, 30 de octubre de 2015

tiempos



Tiempos de tabaibas...
“... siento una gran pena y un dolor incesante...” (Rom. 9, 1-5)./ “... dolor... que brota... porque es como un desierto...” (del himno de laudes del viernes II de la semana XXX del Tiempo Ordinario)./ “... gimo ante el día de angustia que sobreviene al pueblo... los campos no dan cosechas... se acaban las ovejas...” (Ha 3, 2-4. 13a. 15-19)./ “... (el campesino) me están acechando, y me acosan... sin que yo haya faltado..., sin culpa...” (salmo 58).
... tiempos de miserias, tiempos de desorientación, tiempos de desgracias. Las tabaibas, nos están dejando la desaparición de la agricultura, de la ganadería, la pobreza, el hambre, las muertes... Ya, ni trigo ni graneros; tampoco chozas ni alpendres. Han entrado las tropas del cabildo, el miedo ambiente y el seprona, y han sembrado el terror, el vacío, la nada. Han multado, han detenido, han condenado, por ejercer en el sector primario, lo que le es propio. Nos han traído a las penurias presentes.
El verde de la vegetación es de hierbas y basuras, no de hortalizas y verduras; los árboles frutales han sido sustituidos por pinos estériles. Las higueras, han cedido sus puestos a las tabaibas. El mundo zoológico ha desaparecido a excepción de los perros (de cuya leche, no se hacen quesos). Plátanos y tomates, ya no se ven. No te dejan prender fuego, todo se llena de palos secos de podas, de leña, de maleza y basuras. Han parado la isla (las islas). Mulos y burros, ¿dónde? La isla, convertida en una auténtica jauría. Los campos vacíos, no se ve a nadie caminando por ellos, salvo que los han dedicado a la educación física o deportes (carreras, maratones y afines). Ya no quedan labradores. El cabildo ha comprado casi todas las tierras (el 94 % de Artenara es suyo). Ha robado las tierras, que tienen legítimos herederos. El cabildo es el mayor latifundista que existe. Se ha cargado el mundo rural. El cabildo fuerza la emigración (a la ciudad o al extranjero). Nos ha dejado, (el cabildo) sin futuro. Se busca trabajo fuera. El campo, queda desierto. En el campo, ya no quedan ni hay oportunidades. Y nadie reivindica lo rural o campestre, de cara a devolverle el esplendor de otros tiempos, salida para parados y gentes con hambre. Todo, se ha llenado de muerte. Faltan agitadores, los que no tenemos por desgracia. Los estanques rotos y vacíos. La palabra escasez, lo resume todo. El negocio es, de los políticos. Se ha desmantelado el campo. ¡Bien lucida es la pobreza! Se ha culpado al campo, y se le ha declarado pena de muerte...
El Padre Báez.
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244. Mientras tanto, nos unimos para hacernos cargo de esta casa que se nos confió, sabiendo que todo lo bueno que hay en ella será asumido en la fiesta celestial. Junto con todas las criaturas, caminamos por esta tierra buscando a Dios, porque, «si el mundo tiene un principio y ha sido creado, busca al que lo ha creado, busca al que le ha dado inicio, al que es su Creador»[172]. Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza.
245. Dios, que nos convoca a la entrega generosa y a darlo todo, nos ofrece las fuerzas y la luz que necesitamos para salir adelante. En el corazón de este mundo sigue presente el Señor de la vida que nos ama tanto. Él no nos abandona, no nos deja solos, porque se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos. Alabado sea (o Laudato si). (del obispo de Roma, el papa Francisco, de una de sus encíclicas, la que en castellano lleva el nombre de “Alabado sea”, que dijera otro Francisco, el de Asís: LAUDATO SI).
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Sobre el comentario de ayer (Visión tabaibera sobre la inmigración...), este correo de un vascuence amigo (casi un hijo):

Hola Cura. Sí, realmente hay personas que coinciden con Ud. Respecto a la globalización, ¡bueno respecto a la mezcla de culturas por imposición moral!; hay quien cree que todo este movimiento y mezcla de culturas, de gentes, está previsto y forma parte de una hoja de ruta con la intención de atomizarnos (divide y vencerás). Digamos que un pueblo con sus costumbres, con su idiosincrasia es más difícil de “gestionar” que uno fragmentado. Está claro que no podemos dejar de socorrer a nuestros iguales, sino lo contrario. Pero sin duda ello mermará la nuestra, la disminuida singularidad cultural, única defensa ante la imposición de cualquier nuevo orden. Al final nos obligarán a comer las tabaibas, ¡y nos las comeremos!

Abrazo Cura, mucho ánimo y todo mi apoyo. (P. M. U. E.).

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