lunes, 19 de octubre de 2015

quemar



“A las tabaibas, habría que quemarlas todas, por sus efectos dañinos...” (P. M.).
“...  algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada... que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan...” (2Ts3, 10b-13).
... ¡totalmente de acuerdo!  Y sigo: ¿Qué futuro nos aguarda? Y ello, mientras sigamos en la globalización. ¿De dónde nos fluye el capital? Sin nada que ofertar, imposible demanda alguna. Sin objetivo (s). La estabilidad muy amenazada. Riesgos de desintegración, contenida por el fútbol. Sin economía, sin solvencia como consecuencia. Imposible la estabilidad. Nos desintegramos. Insatisfacción general. Macroeconomía frente a ninguna economía. Economía interna sin despegar, sin evolución, parada. Aumento de la crisis, como resultado.
Reservas sin tocar. Sin protección. Sin ajustes. Sin equilibrio. Sin un paso al frente. Sin control portuario (fronterizo). Sin freno internacional. Sin volver a lo que siempre fuimos. Sin respaldo. Sin riqueza. Sin pasivos. Sin estabilidad. Sin mercado laboral. Sin cambio de política y políticos (siempre la misma, siempre los mismos). Sin patrón. Sin arbitraje. Sin regulación. Sin normas. Sin autoridad. Sin inversión. Sin liquidez. Sin mercado. Sin ilusión. Sin investigación. Sin independencia. Sin integración. Sin estabilidad. Sin capital. Sin estabilidad (bis). Sin resultados. Sin flujos. Sin fondos. Sin divisas. Sin reservas. Sin acumulación. Sin financiación. Sin activos domésticos. Sin activación. Sin seguro (seguridad). Sin economía emergente. Sin enfoque. Sin incentivos. Sin desarrollo. Sin gobierno (real). Sin solución. Sin dirección. Sin alternativas. Sin cambio. Sin dominio. Sin competencia. Sin disciplina. Sin sugerencias. Sin planes. Sin referencias. Sin ventajas. Sin emisión. Sin liquidez. Sin acuerdos. Sin resultados. Sin aperturas. Sin marcha atrás. Sin enfoque evolutivo. Sin volver.  Sin provisión. Sin desarrollo. Sin apuesta. Sin preocupación. Sin gestión. Sin límites. Sin protección. Sin acuerdos. Sin pagos. Sin propuestas. Sin balance positivo. Sin ajuste. Sin infraestructuras. Sin banca. Sin depósitos. Sin pretensiones. Sin sustentos. Sin provisión. Sin seguro (seguridad). Sin sistema. Sin capacidad. Sin instituciones. Sin responsabilidad. Sin razón. Sin crédito. Sin dinero. Sin colaboración. Sin respaldo. Sin contribuyentes. Sin salvación. Sin libertad. Sin industria. Sin capacidad.  Sin superación. Sin imaginación. Sin creación. Sin transacción. Sin soportes. Sin agallas para intentar salir de ésta. Sin transición. Sin desafíos. Sin poder. Sin prestigio. Sin prosperidad.  Sin competencias. Sin sociedad. Sin identidad. Sin raíces. Sin élites. Sin éxitos. Sin ánimos. Sin fuerzas. Sin crédito. Sin rescate. Sin intelectuales (solo este pobre cura  -con disculpas por la aparente soberbia-). Sin justicia. Sin ciudadanía (solo fútbol). Sin espiritualidad (sin fe [teologal]). Sin empleo. Sin influencia. Sin competencia.  Sin democracia (real). Sin responsabilidad política. Sin cárcel para ellos. Sin legitimidad. Sin predisposición al cambio (que todo siga igual). Sin restricción. Sin esfuerzos. Sin ofertas. Sin actuación...  Solo tenemos un adormecimiento producido, por el efecto de las tabaibas, que nos ha embobecido.
El Padre Báez.
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224. La sobriedad y la humildad no han gozado de una valoración positiva en el último siglo. Pero cuando se debilita de manera generalizada el ejercicio de alguna virtud en la vida personal y social, ello termina provocando múltiples desequilibrios, también ambientales. Por eso, ya no basta hablar sólo de la integridad de los ecosistemas. Hay que atreverse a hablar de la integridad de la vida humana, de la necesidad de alentar y conjugar todos los grandes valores. La desaparición de la humildad, en un ser humano desaforadamente entusiasmado con la posibilidad de dominarlo todo sin límite alguno, sólo puede terminar dañando a la sociedad y al ambiente. No es fácil desarrollar esta sana humildad y una feliz sobriedad si nos volvemos autónomos, si excluimos de nuestra vida a Dios y nuestro yo ocupa su lugar, si creemos que es nuestra propia subjetividad la que determina lo que está bien o lo que está mal.
225. Por otro lado, ninguna persona puede madurar en una feliz sobriedad si no está en paz consigo mismo. Parte de una adecuada comprensión de la espiritualidad consiste en ampliar lo que entendemos por paz, que es mucho más que la ausencia de guerra. La paz interior de las personas tiene mucho que ver con el cuidado de la ecología y con el bien común, porque, auténticamente vivida, se refleja en un estilo de vida equilibrado unido a una capacidad de admiración que lleva a la profundidad de la vida. La naturaleza está llena de palabras de amor, pero ¿cómo podremos escucharlas en medio del ruido constante, de la distracción permanente y ansiosa, o del culto a la apariencia? Muchas personas experimentan un profundo desequilibrio que las mueve a hacer las cosas a toda velocidad para sentirse ocupadas, en una prisa constante que a su vez las lleva a atropellar todo lo que tienen a su alrededor. Esto tiene un impacto en el modo como se trata al ambiente. Una ecología integral implica dedicar algo de tiempo para recuperar la serena armonía con la creación, para reflexionar acerca de nuestro estilo de vida y nuestros ideales, para contemplar al Creador, que vive entre nosotros y en lo que nos rodea, cuya presencia «no debe ser fabricada sino descubierta, develada»[155]. (del obispo de Roma, el papa Francisco, en una de sus encíclicas, la LAUDATO SI).
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Esto es, lo que el presidente de Canarias, Don Lorenzo Olarte, me dice en este correo que les adjunto:

EN LA DEFENSA DE LOS POBRES Y EN LA CONVIVENCIA CON ELLOS, Y EN LA ECOLOGIA, Y DEFENSA DEL MEDIO AMBIENTE, LUCHANDO CONTRA EL LIBERALISMO ECONÓMICO, ESTÁ LAVERDADERA RAZÓN DE SER DE LA IGLESIA DE JESÚS.

LO HE VISTO CON LA MAYOR CLARIDAD DEL MUNDO AHORA QUE EL 8 DE DICIEMBRE CUMPLIRÉ (SI EL SEÑOR ME LO PERMITE) 83 AÑOS.

NUNCA PODRÉ DECIR -CON MI GRATITUD ETERNA AL SEÑOR-  QUE NUNCA ES TARDE SI LA DICHA ES BUENA.

UN ABRAZO, PADRE BÁEZ, Y TENGA PRESENTE SIEMPRE EN SUS ORACIONES A ESTE PECADOR. 

LORENZO OLARTE

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