domingo, 4 de octubre de 2015

dejar

¿Dejará el Padre Báez, algún día de hablar sobre las tabaibas?...
“... el pastor debe saber guardar silencio con discreción y hablar cuando es útil, de tal modo que nunca diga lo que se debe callar ni deje  de decir aquello que hay que manifestar...” (de la Regla pastoral de san Gregorio Magno, papa).
... no, mientras sean lo único que produzcamos o cuando dejen de estar protegidas.  Ellas, nos pusieron en la crisis. Cambiaron nuestro pensamiento a su favor y defensa; con ellas, hemos quedado sin economía, sin finanzas y metidos en europa. No son respuestas a nada. Sobran. Esto, debe (tiene que) cambiar. Nos devoró la macroeconomía mundial, y surgieron los desequilibrios. Otros eran los que se expandían y crecían a nuestra costa y reducción. Nos quedamos sin activos, en el mercado libre o libre mercado. No tenemos reemplazo. ¿Cómo resistir a tanta normativa? Nos integramos, y desde entonces, nuestra debilidad.
¡Se abrieron todas las fronteras, que han cerrado nuestra economía y producción! Si hablamos de fondos, es justo donde estamos (sin fondos). Y lo malo es, que no tenemos alternativa alguna. Padecemos un exceso de ofertas, a las que somos muy adictos. Dependemos. ¿Para cuándo la ruptura con europa, para ser libres? Mientras sigamos en ella: ni economía, ni protección. La globalización, ha sido nuestro fracaso. Abiertos a europa, nos cerramos a la competencia, regresamos, sin futro. El mercado, ha de ser doméstico; solo así, seríamos fuertes, y faltarían manos de obra (trabajo de sobra, o empleo). Creceríamos. Tendríamos industria. Exportaríamos. Pero, nos frena la vigilancia, el control. El fracaso lo causan los políticos. Y, sin embargo, son aplaudidos. Falta intelectualidad. ¿Qué ciencia recompone nuestra economía?, ¿hay alguna? Es una vergüenza el desprecio universitario al respecto, sumado al de los medios aduladores y comprados. Contribuyen así a nuestro sonado fracaso. No se equivocan, porque no opinan; tampoco, ayudan. Piden les ayuden (por eso callan). Los bancos, por sus partes, nos agravan la situación. ¿Qué expectativas podemos tener? Los bancos, por encima del poder, la autoridad, la gobernanza. Funcionaríamos muy bien con la microeconomía, sin más. Nos faltan diseñadores de política, nos sobran chan chaflanes. Nos falta liquidez. Lo nuestro es de gran depresión. Sobran políticos faltos de sano juicio. Nadie nos supervisa. ¡Es parte del problema! Imposible la estabilidad. Sin objetivos y sin empleo posible. Faltan gestores. Falta sector privado...
El Padre Báez.
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194. Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global»[136], lo cual implica reflexionar responsablemente «sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones»[137]. No basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso. Por otra parte, muchas veces la calidad real de la vida de las personas disminuye –por el deterioro del ambiente, la baja calidad de los mismos productos alimenticios o el agotamiento de algunos recursos– en el contexto de un crecimiento de la economía. En este marco, el discurso del crecimiento sostenible suele convertirse en un recurso diversivo y exculpatorio que absorbe valores del discurso ecologista dentro de la lógica de las finanzas y de la tecnocracia, y la responsabilidad social y ambiental de las empresas suele reducirse a una serie de acciones de marketing e imagen.
195. El principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de los recursos futuros o de la salud del ambiente; si la tala de un bosque aumenta la producción, nadie mide en ese cálculo la pérdida que implica desertificar un territorio, dañar la biodiversidad o aumentar la contaminación. Es decir, las empresas obtienen ganancias calculando y pagando una parte ínfima de los costos. Sólo podría considerarse ético un comportamiento en el cual «los costes económicos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras generaciones»[138].La racionalidad instrumental, que sólo aporta un análisis estático de la realidad en función de necesidades actuales, está presente tanto cuando quien asigna los recursos es el mercado como cuando lo hace un Estado planificador. (del obispo de Roma, el papa Francisco, en una de sus encíclicas, la LAUDATO SI).

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