miércoles, 7 de octubre de 2015

criaturas



Padre Báez, las tabaibas, ¿no son creaturas (criaturas) de Dios?...
“... todo lo que Dios ha creado es bueno; no hay que desechar nada, basta tomarlo con agradecimiento...” (de la primera carta a Timoteo: 4, 1-5). / “... del Señor es la tierra y cuanto la llena...” (del salmo 23)/ “... huid de los malos retoños; llevan un fruto mortífero y, si alguien gusta de él, muere al momento. Estos retoños no son plantación del Padre...” (de la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Tralianos: Funk 1, 209-211).
... R,/ ¡Sí!, ¿y qué? Hay que controlarlas; bastaría con una reserva de unos cuantos ejemplares, sin más; no que al 100 por cien llenen el territorio isleño; la tierra, debe tener capacidad para otras plantas, cultivo, labranza, etc.; que las tenga privadamente quien las quiera, no que se nos las impongan a la fuerza y por ley; que haya proporcionalidad con otras plantas (de uno a uno); han desestabilizado la economía;
nos han traído al riesgo y a la incertidumbre; se trata de un plan monetario injusto y amoral; son un gran riesgo ya, y peor en el futuro; no crean dinero, ni trabajo (tampoco comida - por descotado-); nos han arruinado, más allá de la crisis que no cesa, ni frena; es un fatídico plan europeo, aceptado por nuestro gobierno ciegamente, cual si fuera palabra de Dios (ya que la pregunta inicial venía por esta vía); ¿qué economía protegen?; se las protegen a ellas, sin más (absurdamente); desaparecieron a las empresas privadas; aunque hay dos versiones, al 100 por cien todo el mundo no las distingue, son lo mismo; ¿qué hogar las tiene en su jardín?; Dios las creó, europa las recreó; ¿a quién se las ofertamos que las quieran?; las soporta la sociedad, pero, ¿son un bien público?; están bajo control gubernamental, que las vigila y cuida celosamente, cuales si fueran “divinas”, ¡no te digo!; ¿acaso nos evitan la crisis o sacan de ella?; crecen ellas, no la economía por ellas; nos han inflado; tenemos un depósito no 100 por cien, sino millones por millones;  ¿qué le prestan a la economía?; ésta sí que es una pregunta crucial (no la que me hicieron al principio); ¿emiten algún capital?; ¿las vendemos?; ¿qué interés se siguen de ellas?; pero, ¡si son letales (pregunten a los peces que cogían los guanches con ellas)!; ¿qué estabilidad nos proporcionan?; ¿no hay alternativa para ellas, con ellas?; han desaparecido toda propiedad privada, todo es de ellas; ¿qué activos son o representan?; tenemos el monopolio mundial de ellas, pero de nada nos sirve; ¿cuáles son sus ventajas?;  ¿crean créditos?;  ¿tanta reserva en depósito, para qué?; ¿no nos endeudan?; ¿cuáles son sus intereses?; un exceso de oferta, sin demanda alguna por parte de nadie; repito: sin demanda a pesar de su crecimiento como producto interior bruto; no empujan ninguna economía; crecen sin control, sin regla, sin freno; el objetivo: inflación sobre inflación; nadie se opone a ellas, por temor a represalias; imposible otra cualquiera actividad; la única propuesta válida: desaparecerlas; pero los ecologistas, ¿se criaron con su leche, tal vez?; monocultivo-monocultura; nos gobiernan desde la globalidad, ¡necedad extrema!...
El Padre Báez.
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200. Por otra parte, cualquier solución técnica que pretendan aportar las ciencias será impotente para resolver los graves problemas del mundo si la humanidad pierde su rumbo, si se olvidan las grandes motivaciones que hacen posible la convivencia, el sacrificio, la bondad. En todo caso, habrá que interpelar a los creyentes a ser coherentes con su propia fe y a no contradecirla con sus acciones, habrá que reclamarles que vuelvan a abrirse a la gracia de Dios y a beber en lo más hondo de sus propias convicciones sobre el amor, la justicia y la paz. Si una mala comprensión de nuestros propios principios a veces nos ha llevado a justificar el maltrato a la naturaleza o el dominio despótico del ser humano sobre lo creado o las guerras, la injusticia y la violencia, los creyentes podemos reconocer que de esa manera hemos sido infieles al tesoro de sabiduría que debíamos custodiar. Muchas veces los límites culturales de diversas épocas han condicionado esa conciencia del propio acervo ético y espiritual, pero es precisamente el regreso a sus fuentes lo que permite a las religiones responder mejor a las necesidades actuales.
201. La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad. Es imperioso también un diálogo entre las ciencias mismas, porque cada una suele encerrarse en los límites de su propio lenguaje, y la especialización tiende a convertirse en aislamiento y en absolutización del propio saber. Esto impide afrontar adecuadamente los problemas del medio ambiente. También se vuelve necesario un diálogo abierto y amable entre los diferentes movimientos ecologistas, donde no faltan las luchas ideológicas. La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad, recordando siempre que «la realidad es superior a la idea»[143]. (del obispo de Roma, el papa Francisco, en una de sus encíclicas, la LAUDATO SI).

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