sábado, 10 de octubre de 2015

odio



El Padre Báez, ¿odia a las tabaibas?...
“... mano a la hoz...” (Joel 3, 12-21).
... ¡qué va! Las amo con todas mis fuerzas (las que emplearía en arrancarlas, si no me multaran por ello). Respondida la pregunta, ¡vamos al grano (no al de agricultura alguna, que no existe [salvo residual y testimonial])! ¿Es sensato solo confiar en las tabaibas? Hay argumentos en contra, muy serios y graves: No son de efectividad alguna, de efectividad cero; y ello a pesar de su expansión cuantitativa, solo han traído el consumo de toda la tierra, la misma que no se recupera.
Así, no se puede crecer. Así, no nos vamos a recuperar de la crisis. Nada producimos. Su impacto es total, globalizador (insularmente hablando). Nadie duda de una política interesada en ello, en ellas, a pesar de no generar sino decrecimiento para la masa o el pueblo. Pues, nadie las demanda. Su impacto es total y masivo (también excluyente). Son instrumentos de desgracias sin cuento, sin fin. No cabe alternativa posible. Su tipo de interés es cero. Solo nos proporcionan riesgos. Los políticos nos tienen como zombies, drogados con el fútbol, para que no veamos la triste y pésima realidad. Nos distorsionan. Son antieconómicas. Son el fruto de la irresponsabilidad política. Son agresivas. Las producimos cual si de una reserva mundial se tratase, pero nos desestabilizan, todo lo tenemos que importar, y son un riesgo seguro de inestabilidad. Y, ni cambian, ni las controlan, solo las defienden, amparan y protegen. Y no ya inflados, sino superinflados o hiperinflados de ellas. ¿No es esto absurdo y ridículo? Se multiplican sin parar, ¡y las dejan! ¿A quién las ofertamos que las quieran? Tenemos reservas, para el mundo entero y más. Pero, ¿quién nos las compra?, ¿a quién se las vendemos?, ¿para qué las queremos? Y, pensar, se las pueden esterilizar, pero..., ¡ni te atrevas! ¿Qué interés le siguen con ellas a la clase política que tanto las defiende y no así el resto de la población y sobretodo el campesinado a los que les ha robado sus tierras? ¡Si al menos calentaran nuestra economía!, pero..., ¿no estamos hiperinflados de ellas?, ¿es o no son histeria política, demente y esquizofrénica? La política debe cambiar. Esperemos (sin virtud teologal de por medio) confiados en que tarde o más temprano lo hagan. No hay una sola objeción a su favor; ¡todas en contra! ¿Por qué se las defienden si nada produce, sino leche mala y ruin, envenenadora e inútil? Gracias a ellas, vivimos en austeridad (pero sin mérito espiritual, al proceder desde la indiferencia religiosa). ¿Por qué no se discute sobre su papel en la sociedad, economía, fiscalidad, etc.?, ¿qué razones hay para su multiplicación de cara a un futuro inmediato?; ¿acaso son incapaces políticamente de actuar quienes ostentan el poder?, ¿qué prestación prestan?, ¿por qué no se las  reducen en su producción (¡que nada producen!)?, ¿qué potencialidad tienen desconocida?, ¿por qué a su favor? Nuestra economía, no funciona (por ellas). Nos reducen y recesionan. Mantienen de vacaciones (en paro) sin fin a nuestros trabajadores (en potencia). Nuestra capacidad de producción se hundió con ellas. La gente, en lugar de trabajar, ven fútbol...
El Padre Báez.
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206. Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores. «Comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico»[146]. Por eso, hoy «el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros»[147].
207. La Carta de la Tierra nos invitaba a todos a dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero todavía no hemos desarrollado una conciencia universal que lo haga posible. Por eso me atrevo a proponer nuevamente aquel precioso desafío: «Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo […] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida»[148]. (del obispo de Roma, el papa Francisco, en una de sus encíclicas, la LAUDATO SI).
NOTA  ACLARATORIA:
En la ordenación sacerdotal de Nicanor y Adrián (el sábado día 10-10.15), el hermano sacerdote Miguel R. Hernández Suárez, destinado en Lanzarote (oriundo de Mogán y párroco que fuera de san Fernando de Maspalomas, entre otras), me pidió, me ocupara también de las tabaibas de dicha isla. Al respecto he de decir, que mis comentarios sobre el tema, al 100 %, alcanzan a las ocho islas canarias y sus islotes; que si me centro en las de Gran Canaria, es con esa extensión total al archipiélago, que sufre el mismo embate que nos arruina. De hecho, con relativa frecuencia, cuando me refiero a esta isla, o a la isla sin más, suelo añadir entre paréntesis “e islas”. Que si bien ésta (las tabaibas), es nuestra mayor desgracia, la de españa, lean lo que sigue en rojo.
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Cuando media europa rechaza y prohíbe la siembra o cultivo de transgénico, por cancerígeno, la ministra de agricultura de españa, los defiende a capa y espada. ¡Éstas tenemos! Ciertamente, españa es diferente (asesina y criminal).

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